Hora del almuerzo.
Al parecer, aquel día estaban solos en la casa. La casa vacía hizo que ella mirara a Garan, quien—pese a su cara estoica—en realidad parecía estar muy complacido.
—Tus compañeros de equipo son muy inteligentes. Debería recompensarlos. —comentó ella con admiración.
Al parecer, había un acuerdo tácito de dejar a la pareja sola durante todo un día, para disfrutar de una luna de miel aunque fuera solo por un día.
Altea rodó los ojos.
Garan sonrió y la atrajo para que se sentara en su muslo. —Déjame mostrarte algunas cosas que compré en Ferrol —dijo él, y ella se animó, olvidando rápidamente su molestia.
Ella quería ver lo que ofrecía una ciudad.
Garan contuvo una sonrisa mientras le presentaba seriamente sus regalos.
Primero, le mostró los productos de cuero. Había bolsos y zapatos, todos hechos a su medida.
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