Ciudad de Aberdeen, hace 2 años
El sol acababa de salir y su luz inicial cubría lentamente la ciudad con un nuevo día.
Altea, despertada suavemente por el saludo del sol tempranero, gruñó y giró la cabeza anidada entre sus brazos. Parecía haberse quedado dormida al lado de la cama del hospital de su esposo unas horas antes.
Ella lo sabía por lo rígidos que estaban sus hombros.
Frotó la letargia de sus ojos y la eliminó con grandes movimientos, quedándose congelada al ver a su esposo mirándola todo el tiempo.
—¡Esposo! —gritó, acercándose inmediatamente al lado de su cama y mirándolo apenada.
Quería decirle que lo sentía por asustarlo, pero cuando sus ojos se encontraron con los cálidos azules de él, sus lágrimas, incontrolables, brotaron de nuevo.
—Lo siento… —sollozó Altea mientras miraba al hombre que acababa de despertarse.
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