—Padre, ¿cómo pudo quedarse de brazos cruzados al ver a su hija ser expulsada? ¡Abuelo incluso ha separado el registro del hogar de Qingqing! —preguntó Xiao Yiguan.
—¡No tengo esta hija, y tú tampoco tienes una hermana! —dijo el Padre Xiao con enojo.
Xiao Yiguan miró a su padre y dijo incrédulo —Padre, ¡Qingqing es su hija biológica! ¿Cómo puede ser tan desalmado? Usted sabe que lo que sucedió no fue su culpa. ¡Ella sigue siendo la misma persona que usted ha amado y de la que ha estado orgulloso desde que nació!
Al escuchar sus palabras, el Padre Xiao lo miró y dijo fríamente —Mientras se case con el hijo del general, seguirá siendo mi buena hija. De lo contrario, prefiero no tener esta hija a ser el hazmerreír de toda la capital!
Tan pronto como terminó de hablar, Xiao Yiqing dijo —Hermano, está bien.
Xiao Yiguan la miró preocupado y dijo —Pero, Qingqing…
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