—Más que suficiente —suspiró Daphne con alivio—. Ahora que el suministro de sangre estaba prácticamente garantizado, sentía una nueva esperanza. ¡Nereo podía ser salvado!
Con renovada determinación, se concentró en la próxima cadena. De alguna manera, la sangre de la mujer muerta era mucho más fácil de controlar que la propia sangre de Nereo. Si Daphne tuviera el tiempo, reflexionaría gustosamente sobre las posibles razones de tal diferencia, pero como estaba cansada y apremiada por el tiempo, simplemente decidió no mirar a un caballo regalado en la boca y tratarlo como una bendición sin precedentes.
Mientras tanto, Zephyr mantenía un ojo atento en la puerta, volteando ocasionalmente para mirar a Nereo, que ya estaba inconsciente, con la cara pálida como el papel. Zephyr sabía que hablaba mucho sobre ese estúpido caballo de agua, ¡pero no quería que muriera!
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