Esa no era una decisión fácil para el Pterodáctilo. Renunciar a un cuerpo divino no era algo que cualquier criatura inteligente haría. Sin embargo, la libertad era demasiado tentadora para un ser que había pasado mucho tiempo en cautividad y no veía esperanza de escapar sin ayuda externa.
Noah no sabía acerca de esas desventajas, pero él también tenía sus preocupaciones. Los mares de conciencia de las bestias mágicas eran imperfectos, pero seguía teniendo que lidiar con un ser divino.
No sabía qué tan avanzada estaba su esfera mental ni qué tan poderosa sería. Existía la posibilidad de que pudiera suprimirlo debido a sus muchos activos y ventajas innatas sobre la especie del Pterodáctilo, pero aún así había algunos riesgos.
—Eres un humano peculiar —dijo el Pterodáctilo sin añadir nada más. La criatura y Noah habían alcanzado un entendimiento silencioso durante sus negociaciones. Sabían que ambos intentarían engañar a su oponente.
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