—Esta voz que hablaba en un idioma extranjero le decía lo que debía hacer. No, le estaba ordenando qué hacer y él sabía que nunca podría resistirse. Sentía en sus huesos que no importaba cuánto luchara contra ella, no tendría éxito.
—Se sentía como una maldición. Algo de lo que nunca podría liberarse. O algo así como una misión definitiva que debía cumplir porque había nacido solo para este propósito. El propósito de su vida parecía solo conducir al ejército de monstruos y expandir el abismo hasta que alcanzara donde el rey, Gavrael, estaba atrapado. Sí, había descubierto qué había pasado a causa de las órdenes que había estado recibiendo de la voz.
—Su conciencia y cordura estaban al borde de ser completamente devoradas. Y solo había una cosa que aún lo mantenía arraigado a lo que era su realidad actual. Para evitar que cediera. Esa mujer. Su amor. Su compañera. Su Vera.
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