Evielyn estaba tan sorprendida que se quedó completamente rígida debajo de él. Todo lo que su mente podía registrar era el tacto de sus manos cálidas y fuertes sujetándole las muñecas y presionándolas contra la suave cama. Su piel era tan sensible y su cuerpo entero tan sintonizado con las sensaciones que se le evocaban, que podía sentir incluso cada uno de sus dedos que la rodeaban las muñecas.
—¿Por qué... —gruñó con voz baja, sus ojos azules casi animalísticos en su ferocidad mientras la miraba fijamente—. ¿Por qué sigues haciendo que me enoje, huh? ¿Evie? ¿Por qué insistes en provocarme? ¿Estás buscando descubrir cuál es mi límite?
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