Toda la tensión y el estrés que Gavriel había estado manteniendo tan fuertemente contenidos en su interior se liberaron a través de un estremecimiento violento mientras la aplastaba fuertemente contra él con ese único abrazo. Profundos gemidos y maldiciones escaparon de sus labios mientras sus dedos temblorosos se deslizaban desde su espalda hasta sus gloriosas cerraduras plateadas. Su gran palma se curvó sobre su cráneo y luego le arrastró la cabeza hacia atrás antes de que su boca se moviera febrilmente por su rostro, plantando pequeños besos ardientes dondequiera que aterrizaba.
—Al demonio con todo, Evie. Dioses —susurró mientras tomaba un aliento tembloroso—. Ella ya no podía ver ninguna señal de esa increíble calma que estaba exudando hace un rato. Sonaba como un completo desastre en este momento, frente a ella, mientras la mantenía atrapada fuertemente en sus brazos, como si acabara de pasar por el momento más aterrador de su vida.
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