—Sedúceme todo lo que quieras. Su caliente y húmedo susurro acarició sus oídos, causándole escalofríos en la piel.
—Yo... No sé cómo... —Evie dijo aturdida—. No podía evitarlo. Él aún no la había besado, y ella ya se sentía drogada por su mirada hipnótica y todo lo que él decía o hacía. Todo en él resultaba embriagador. —No sé cómo seducir... —su voz se apagó avergonzadamente.
—Eso no es cierto, amor... siempre sabes cómo volverme loco. Te metes bajo mi piel como ninguna otra lo hace. Eres una seductora sin esfuerzo, Evie. Incluso ahora mismo... —su garganta trabajó—. Ni siquiera te das cuenta de lo deslumbrante que te ves ahora... oh, dioses... quiero... —cerró los ojos con fuerza.
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