Sunny miró al hechicero inmortal, atónito por esas palabras. La escala y el alcance de la carnicería y la adversidad por las que Noctis luchaba eran... simplemente incomprensibles. Y, sin embargo, había confesado este terrible deseo con la misma despreocupada, indiferente y jovial actitud... como si en efecto estuviera hablando de preparar té en lugar de librar una guerra contra cuatro Santos inmortales y sus ejércitos.
Sunny recordó la primera vez que vio a Noctis... ensangrentado, desanimado, sentado inmóvil frente al fuego con una hoz de diamante a sus pies, su hoja manchada de carmesí.
Un pensamiento sombrío y serio se formó en su mente por sí solo:
—Loco... estás loco. Todos ustedes están...
Se estremeció, luego quitó su mano temblorosa del amuleto de esmeralda.
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