Aiden no estaba dispuesto a soltarlo tan fácilmente. Tenía una sonrisa pícara en la cara. —Algo bueno debe haber pasado con Keeley, ¿verdad?
—Sí —dijo Aaron con una expresión suave, viendo cómo bailaba locamente con su compañera de cuarto.
—Bien por ti, amigo. Después de todo, ella sí atrapó el ramo —dijo con un guiño.
Eso no marcaría la diferencia. Aaron sabía que ella nunca volvería a casarse con él. Tendría que conformarse con el hecho de que ella le permitió estar en su vida en absoluto.
Frunció el ceño. —No creo en esas tonterías de tradiciones.
Aiden suspiró y le palmeó el hombro. —¿En qué crees entonces, amigo?
Una excelente pregunta. No estaba seguro de en qué creía. Una vez, había creído en el amor de Keeley por él; era su única guía. Ahora que ni siquiera tenía eso...
—No.
—Lamento haber preguntado.
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