Era jueves, y faltaban pocos días para la boda de Bryan y Sonia. Todos estaban emocionados, especialmente Lucy, que era dama de honor de Sonia.
Era fácil para cualquiera notar que Lucy estaba rebosante de emoción en la oficina por cómo se la pasaba tarareando y sonriendo todo el día.
Cuando llegó la hora del almuerzo, se dirigió como de costumbre a la oficina de Tom, y en el momento en que entró a su oficina, se acercó a él y le dio un sonoro beso en los labios.
—¿Cómo ha estado tu día, mi amor? —preguntó ella y Tom sonrió ampliamente.
—Todavía no entiendo por qué estás más emocionada que la novia. Acabo de colgar el teléfono con Bryan, y dice que Sonia sigue estando decaída —dijo Tom y Lucy asintió.
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