Sara caminaba nerviosa por su habitación de hotel con una botella de vino en la mano, bebiendo de vez en cuando.
Su sangre hervía de rabia cada vez que recordaba cómo Lucy la había tomado por tonta y había caído completamente en su trampa. Desearía más que nada hacerle frente a Lucy y darle una lección, pero desafortunadamente, no podía hacer nada al respecto en este momento.
Ella estaba enferma, pero no estúpida. Y por mucho que odiara a Lucy y quisiera hacerla pagar por la tonta jugarreta que había hecho antes, había llegado demasiado lejos en su vida como para perderlo todo por culpa de la hija de Janet.
No era sorprendente que odiara a la hija de Janet tanto como odiaba a Janet. La única sorpresa era que las odiaba por razones totalmente diferentes. Mientras Janet era una santurrona, su hija Lucy había demostrado ser una pequeña diabla astuta.
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