Una vez que Lucy regresó a su oficina después de almorzar con Tom, cerró la puerta detrás de ella y caminó hacia su asiento. Había intentado contener sus emociones por el bien de Tom, pero ahora que estaba sola y podía procesar todo lo que Tom le había dicho, así como la conversación grabada de Anita, no pudo evitar llorar. Apoyó la frente en su escritorio mientras sollozaba.
Dejó de llorar cuando se oyó un golpe en su puerta, y ella aclaró su garganta, —¿Sí?
—¿Puedo entrar? —preguntó educadamente Amy.
—¿Necesitas algo? —Lucy preguntó, buscando su pañuelo para secar sus lágrimas.
—Sí, quiero verte —dijo Amy—, y Lucy tomó un trozo de pañuelo de su mesa y se sonó la nariz antes de darle permiso para entrar.
Una vez que Amy entró, la miró de cerca mientras sostenía su teléfono hacia ella, —¿Estabas llorando? —Preguntó con un ligero ceño fruncido.
—No.
—Sí, lo estabas. ¿Hay algo mal? —Preguntó con preocupación mientras se acercaba al escritorio.
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