Cielo pidió a su doncella Kate que le trajera la ropa de criada. Mientras Zamiel esperaba afuera en su jardín, ella se cambió rápidamente. No podía salir con su elegante vestido.
Una vez que estuvo lista, volvió al jardín. Zamiel estaba sentado en un banco, esperando. —¿Todavía luzco impresionante? —preguntó juguetonamente cuando Zamiel la miró.
—Ningún vestido puede hacerte lucir menos. —le dijo mirándola a los ojos.
Cielo nunca se había sentido tan emocionada por los cumplidos antes, y la gente la elogiaba a menudo.
—¿A dónde vamos? —preguntó.
—Cielo. Tu padre me dijo que tienes muchos enemigos, y yo no pude proteger a mi familia. ¿Sigues queriendo salir conmigo? —sus ojos reflejaban tanta culpa. Cielo podía ver que tenía dificultades para dejar atrás el miedo a fracasar en protegerla.
Fue a sentarse junto a él. —Pregúntame qué es lo que realmente quiero, Zamiel. —dijo.
—¿Qué es lo que realmente quieres? —preguntó, volteándose hacia ella.
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