Solus cayó de rodillas, llorando en humillación. La gente que había soñado conocer toda su vida apenas sabía su nombre y sin embargo ya la habían juzgado, considerándola indigna.
Solus se tornó de un tono morado y también lo hicieron todas las luces de la torre.
Tista corrió a su lado, abrazando a Solus quien se aferró a ella y escondió su rostro en el hombro de Tista. Ver la luz de esa pequeña criatura parpadear con cada uno de sus sollozos, hizo que la familia Verhen se sintiera profundamente avergonzada por su explosión irreflexiva.
—Si ella no es una rompehogares, acabo de pisotear a esa pobre chica por prejuicios.— pensó Elina. —Si es una rompehogares, en cambio, estoy cayendo en su juego y convirtiéndola en víctima. Debo controlar mi lengua y confiar en mi hijo.—
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