No importaba cuánto esfuerzo hiciera Lith para contenerse, su mente seguía retrocediendo en el tiempo, a esa terrible noche. Entonces, uno de los invasores notó el collar dorado de Elina y dirigió su caballo mientras extendía la mano para arrancarlo.
Desafortunadamente para él, Elina había levantado a Aran para asegurarse de que no saliera corriendo de pánico y lo sostenía en sus brazos. Todo lo que Lith podía ver era una mano dirigida al cuello de su madre y un auto corriendo hacia su hermanito.
La sombra de Lith cobró vida mientras él Parpadeaba frente al matón con Guerra entre sus manos mientras la furiosa espada todavía estaba envuelta en llamas esmeraldas debido a su invocación.
Un solo tajo fue suficiente para que Lith derribara al caballo y a su jinete. No derramaron ni una gota de sangre debido al fuego y la oscuridad que recorrían Guerra. Los cadáveres se convirtieron en una fina niebla antes de tocar siquiera el suelo, como si nunca hubieran existido.
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