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23: EL MONSTRUO

Bajo la luna y estrellas, flechas volaron por el cielo, mientras los residentes en terrazas que golpeaban los temblores avisando del ataque de un monstruo en el internado. Las delgadas manos de la criatura destruian lo que estuviera a su paso, rasgando las paredes y aplastando desde toldos en el patio o personas que corrían.

Otros residentes, armados con lo que pudieron encontrar se abalanzaron contra la criatura. Una pala se hundió en la carne blanda, liberando un chorro de fluidos viscosos que salpicaron al atacante.

Tambaleante, el hombre intentó limpiar su rostro. En actos absurdos hasta que el pie del monstruo lo aplasto a la vista de otros.

— ¡Equipo de pelea! — se escuchó alrededor.

De un carro forjado con armas y un misil en el techo. Había un hombre fornido y musculoso sentado en una ventana, empuñaba un machete en mano.

— ¡Ahora! — grito.

Un misil voló directo al pecho del monstruo, empujándolo y rompiendo sus visibles huesos antes de que tropezara. El monstruo emitió un grito ensordecedor, un sonido gutural y aterrador que resonó en todos los rincones del internado. Sus ojos se volvieron hacia el equipo de pelea, llenos de furia y dolor.

Con una rapidez asombrosa, el monstruo se lanzó hacia ellos, sus manos enormes y ganchudas se alzaron en el aire. Los miembros del equipo apenas tuvieron tiempo de reaccionar antes de que el monstruo arremetiera. Un puño gigantesco cayó sobre ellos, aplastándolos.

Se hizo eco de los huesos rompiéndose. Tanto de los hombres y los huesos del monstruo.

Volvió a gritar, el dolor hizo juntar sus manos entre gruñidos.

Los residentes cercanos gritaron aterrorizados al ver la brutal escena. Sangre y vísceras se esparcieron por el suelo mientras el monstruo levantaba su puño, dejando atrás un carbón de carne triturada y restos humanos irreconocibles.

Todos corrían lejos del lugar, hasta que la enfermera dejó su toldo. Escondida detrás de las escaleras de hormigón, sentía el sacudir del suelo cada vez que el monstruo caminaba.

— ¡Otro monstruo! — escucho — ¡dijiste que nadie más se convertirá si es que matábamos a esas personas!

— ¡Olvídate de eso! El equipo de pelea tomó nuestro único escape.

Como un click, la enfermera abrió los ojos. Olvidándose por un segundo del monstruo y alzando su vista hacia los dos padres. Matias y Andres, apretaban la camisa del otro. En una simple pelea que dejaron atrás tras otro grito.

— ¡Padres por aquí! — dijo otra voz. De algunos adolescentes escondidos en los arbustos.

La enfermera los vio irse. Arrullando en las sombras de las escaleras, mientras una ira indescriptible abrumaba sus sentidos. Olvidándose por completo de los gritos, y reemplazando todo por la foto de la niña de cinco años.

— Lo sabía. Eli — susurró empezando a llorar.

En el patio. El monstruo alejaba las armas lanzadas, volteando a cada persona aterrada, hasta a un niño apretando a un niño más pequeño. Lamentándose entre sollozos hasta que un adulto se acercó, jalando de sus brazos cuando otro grito los aturdió. Y un impacto desde el cielo los empujó al suelo, mientras un gruñido animal se esparcia.

Una mancha oscura, aterrizó y aplastó la cabeza de la criatura. Ninguno de los tres lo podía ver, pero posiblemente era otro monstruo comiéndose al más grande.

— Corran rápido.

El adulto se llevó a los dos niños lejos de la escena y del sonido de alguien masticando.

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Por otro lado, entre la maleza casi rota del bosque, cinco serpientes bajaron del cuerpo de Katu ocultándose bajo tierra, mientras ella caminaba a los árboles rotos. Sin embargo, se detuvo cuando un gigantesco brillo golpeó el cielo. 

Provenía de una grieta en el suelo. Se acercó confundida, sus garras regresaron a ser uñas, su palma brillo y sus ojos se pintaron en morados. Usó todas sus fuerzas en cerrar las líneas, suspirando con fuerza cada vez que la tierra se tejía hasta desaparecer. Sin embargo, un nuevo temblor la alarmó.

Sacudió toda la isla y de pronto, un segundo rayo estalló en el cielo. Empujo todas las nubes en un aro blanco, pintando el cielo en miles de grietas moradas y regresando el golpe a la tierra.

Katu se alzó por el cerro, viendo el rayo estallar en el sur del país. Su rostro se tornó cansado y demacrado, viendo como la piel de sus brazos se fragmentaba como escamas y caían al suelo.

— Aún no, la tierra debe respirar — pensó en voz alta y se sentó, volteando a ver hacia otra grieta — necesito a Kaia.

Cerró los ojos, recorriendo sus pasos, hasta donde la tierra, sus orejas y sus terrenos la dejen. Sin embargo, en el momento que estaba por llegar al edificio, algo la detuvo.

— Esa chica — siseo, con un gran enojo y ceño fruncido — ¿tiene un terreno? ¿DONDE DEMONIOS ESTA ILLAPA?

— Madre — dijo una de las serpientes — tampoco está pará ni waira.

« La tormenta eléctrica se avecina con vientos y lluvias. »

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— Quédate quieta, Campesina. Ya no hay gritos afuera, podemos continuar — decía Oliver con un pincel en manos y un envase de pintura azul vacía en mano.

Kaia tenía la cabeza gacha, débil y rendida. Viendo la inquietante sonrisa del chico que la veía como un lienzo.

Movió sus zapatos, esos que había robado de una vecina adinerada y que ahora tenía salpicaduras de pintura y sangre. Toda su ropa estaba rasgada, el cuello circular se había convertido en un profundo escote que mostraba un brasier deportivo; y por sus piernas y short, viajaban líneas de pintura. Ni siquiera sabía cuál era su sangre y cuál era de las mujeres muertas.

Solo sus cascos seguían intactos con algunas manchas en sus hombros. Agradeciendo con dolor que su hermosa bufanda regalada estaba al cuidado de Nathaniel.

— Nath … — susurró ella. 

Estaba a punto de llorar cuando más pintura cayó sobre su rostro. Oliver rió, dando un paso atrás con una brocha de pared en mano y el cuchillo en otra, deleitándose con la expresión de desesperación en sus ojos grises. Para él, ella era su pintura de cuerpo entero.

— Por favor, para — susurro ella, escuchaba su corazón latir.

— Ya, ya — dijo con tanta seguridad que asustó a la joven. Acercándose a romper por completo el polo — Descuida, llegaremos a la mejor parte.

Oliver volvió a alejarse. Camino hacia el cuerpo de los tres cadáveres y clavando el arma en cada una.

— Este color rojo está feo. 

« Su corazón … está a mil por horas. Pero aún así, ¿Por qué no veo su miedo? » pensó ella. Su mente vacilaba en el cansancio, tal vez por la falta de comida o porque su cuerpo se estaba convirtiendo.

" Es … SSS … la primera vez … SSS … que veo a mamá usando su poder " Escuchó de pronto. Ella volteo, hacia una serpiente gris y ojos azules.

Ella negó y volvió a bajar la cabeza, derrotada y a punto de desprenderse de su voluntad dejándose hacer con katu o Oliver, lo primero que pasara.

— "En cualquier momento este niño se convierte" — dijo la serpiente, siendo solo audible para Kaia mientras se arrastraba por el muro al suelo — "Debes atacar antes de que te haga algo".

— Déjame en paz — susurró ella.

Fue un tono muy bajo, pero aun así llamó la atención de Oliver. Él abrió su boca, con una gran sonrisa al acercarse nuevamente y tocar el muslo derecho pintado de la joven.

Esparció la sangre, viendo extasiado la expresión agonizante y cuerpo tembloroso de Kaia.

Justo después de eso, las manos de Oliver tomaron su cuello. 

— "Tengo orden de matar" — dijo al fin la serpiente, aunque Kaia no se inmuto.

Lo pensó por un rato, pero terminó viendo a esos cuerpos inertes sin vida en el suelo. Ella negó y la serpiente sorprendida sacó su lengua en un corto siseo mientras se escondía.

— Hace mucho que quería hacer esto — dijo Oliver al acercarse a ella con una pistola y un cuchillo — hagámoslo juntos, campesina.

Ella no contestó, no solo por tener las manos del chico en su cuello , si no por el asco que sentía cada vez que Oliver movía su cuerpo contra el de ella. 

Soltó su cuello, viendo el ombligo de Kaia y gran parte de su vientre. Tentado por sus fantasías, sus manos frías empezaron por el estómago. Escuchando un gemido ahogado de Kaia, empezo a reir por los reflejos de la chica al alejarse de los toques.

— Para — logro decir Kaia, asqueada con lágrimas en sus mejillas y sus párpados apretados.

— Deberías estar feliz de pasar tus últimos minutos conmigo, ¿Te olvidas quién soy?

***

— ¿me acabas de gritar? — preguntó Oliver, hundiendo un gruñido y apretando sus dientes. Se acercó y sujetó el cabello de la joven — ¿no sabes que tú alcalde es mi abuelo? ¿Sabías que el alcalde de tu distrito es mi tio? ¿Sabías que cada maldito funcionario de esta isla es parte de mi familia?

***

« Te odio, te odio, te odio »

— Esta será mi primera vez con una campesina — susurró él, muy cerca al odio de la chica mientras sus manos subían a sus pechos.

« Me das asco »

« No me toques »

Kaia se resistía a las manos del otro, cada uno de sus toques la hacía llorar.

« Te odio, te odio, te odio, te odio, te odio » Seguía repitiendo en su cabeza, negó con su cabeza y tenso sus piernas cuando el chico las separó, pegandolas a su cadera.

— El rojo te queda bien — dijo muy cerca a su rostro.

« Ese color te queda bien, no te muevas. Voy a tomar fotos » Esas palabras que dijo Oliver clavaron en su corazón, sintiendo un vacio y un asco.

Sus manos apretaron su pecho y lamio su cuello, estremeciendo a Kaia y cortando su respiración. 

— Ya … Para, para

Ella rechinó sus dientes.

— ¡Muerete!

Una sombra cruzó por sus ojos, moviéndose como la rapidez de un rayo. tan rápido como Oliver impactando contra la pared de concreto. Un fuerte golpe resonó en la habitación.

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