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5: ¿UNA ENFERMEDAD?

Mientras tanto, Kaia estaba en el medio de un vestidor. Rodeada de ropa de marca, su mirada había viajado desde aquellos trajes de oficina resplandeciente y ropa deportiva, terminando sobre un par de botines marrones.

Suspiro decidida y en segundos, estaba fuera de ese pequeño espacio, con nueva ropa y su mirada sobre varios diplomas colgados.

— negocios internacionales — susurro.

Tal vez era una presión más en su recordatorio por entrar a una universidad. Pero, no podía evitar creer que ya no tenía sentido esa beca. 

Por otro lado, en la cocina de la casa. Daniel seguía tan concentrado que un par de pisados no lo hicieron reaccionar, hasta que vio a Nathaniel sentarse a su lado.

— ¿Qué buscas? — escucho.

— La bruja, algo me dice que es ella — respondió y al poco tiempo se acomodo en el suelo — ¿crees que estoy loco?

— Hoy vi monstruos, creeme eso no me sorprende — dijo con una sonrisa irónica.

Cambiando su tono bromista por uno más serio, Nathaniel sopeso sobre sus palabras, pensando en mantener su pensamiento científico, en ese día que aún no terminaba, volteo al techo de la casa. Era tan acogedor como su propia casa, tan ordenada como su abuela lo dejaba y con tanta comida como su padre usaba.

— ¿La bruja podría regresar a mi abuela a la normalidad? — solto sin darse cuenta.

Pensó en voz alta, y en segundos volteo a otro lado. No quería ver al menor, que a sus ojos, era tan inocente.

— ¿Dijiste que tenías una radio? — preguntó Daniel, al levantarse.

Esa nueva pregunta, estalló en su cabeza. ¿Quería usar la radio para buscar ayuda? 

« Tal vez no funcione para eso » se recordó, mientras se levantaba y sacaba la radio. Con Kaia llegando a la cocina.

— escucha — llamo Daniel, cuando pudo tocar la radio — hay monstruos en la isla, así que podrán la isla en estado de emergencias

— Es peor que eso — agregó Nathaniel — podrían negarnos la entrada a la capital o al continente. Pero, ahora mismo podrían romper las redes de comunicación. Tal vez, la radio sea inutil.

— Pero, nada perdemos buscando a la abuela Rosa y Valeria — explicó, en una petición que sus ojos clamaban por piedad y esperanza.

Su rostro estaba tan apagado y su voz triste, mientras analizaba la radio. Sin darse cuenta de la sorpresa de Nathaniel cuando volteo a Kaia. No por su idea de buscar una señal, si no, por creer que sus dos familiares seguían con vida.

— ¿podemos hablar un rato? — cuestiono la chica.

— ¿crees que soy tonto? — interrumpió el menor. Presionando la radio y arrugando sus labios en el proceso — Sé que la abuela rosa y Valeria … 

No pudo continuar, no tenía la forma.

Seguía sin creerlo pero su lado análogo ya había creado otra hipótesis, "una enfermedad" . Eso es lo que quería creer, una enfermedad con una cura. Pero, había hechos que lo negaban a seguir.

"Los ojos de esa niña, el repentino dolor de Kaia y sus ojos morados cuando vio al primer monstruo".

Todo lo podría hacer pensar por horas, consternado por sus propios pensamientos hasta que el abrazo de Kaia lo detuvo. Sintiendo el dolor de su pecho desaparecer por unos segundos, transformándolo por un calor tierno que lo derrumbó. 

Mientras tanto, Nathaniel creyó en sus palabras.

« Papá, lo último que te hice fue gritar. Lo siento » Pensó, apretando su celular escondido en el bolsillo de su pantalón. Sintiendo el miedo de llamar a su padre y solo escuchar, interferencia.

Por segundos dudo si era buena idea, pero como siempre había aprendido de su padre, "no te quedes con la duda". Por eso, se alejó de la cocina, yendo a la ventana de la sala, con varios ajíes colocados estratégicamente. Se detuvo bajo la sombra de la propia casa y la iluminación del día a apunto de desaparecer.

Sabía que si no lo llamaba, nunca podría ayudarlo pero si lo hacía, tendría que chocar con una triste realidad. Inhalo y exhalo con fuerza, para luego presionar el número de su padre.

Fue un ligero sonido de espera, duró tan solo tres segundos hasta que fue recibida la llamada. Sonrió emocionado, pero poco a poco su mirada se apago y apago la llamada.

— ¿Nath? — preguntó Daniel, con sus mejillas y ojos rojizos por las lágrimas — ¿Pasó algo?

— ¿Puedo preguntarles algo? — preguntó él, tratando de retener sus lágrimas — ¿Puedo ir con ustedes a la capital? 

— Claro — susurró Daniel y se acercó al chico — tu padre y mi tía se amaban y se iban a casar, somos prácticamente familia. 

— Gracias Daniel.

— bueno — interrumpió Kaia, acercándose a la ventana — Hay que dormir aquí.

Los dos aceptaron, viendo el ocaso acercarse. Daniel regresó a la cocina, decidido a hacer algo con la radio, Nathaniel lo siguió y en el caso de Kaia, se sentó en uno de los sofás. 

Primero vio a los ajíes, encerrando sus oídos con su nuevo par de cascos regalados y la bufanda se acurruco.

Mientras tanto, a un par de metros. Miles de gusanos y serpientes se juntaban una tras otra, un montículo de animales frente a la pequeña niña de cabello blanco. Poco a poco, una tormenta empezó sobre cada uno de los cerros de la isla.

El aire resoplaba con fuerza el cabello y vestimenta de la niña, totalmente apática por el movimiento asqueroso frente a ella, mientras su cuerpo se deformaba hasta convertirse en una anciana, con un vestido negro, su ondulado cabello mas largo que antes y arrugas por su rostro. 

Ella chasqueó la lengua con odio.

— gracias por ser el alimento de mis hijos, serán bien recibidos — susurro ella, en una voz ronca pero lenta — Lo prometo.

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Era plena noche y ninguno de los tres chicos pudo dormir. Después de horas de que Nathaniel había manipulado la radio con unos cuchillos de cocina sobre la radio y acomodado un par de antenas, habían perdido las esperanzas de escuchar alguna emisora.

Sin embargo, cuando un nuevo sismo los alarmó, la radio cayó hacia atrás, moviendo las antenas y resonando en una interferencia corta antes de una voz femenina.

» no pierdan la calma — se escuchó — todos podremos salir de aquí. Vayan a los sitios de emergencia y quienes estén más cerca de los puertos, esperen las embarcaciones. Que Dios los proteja y nos vuelva a encontrar.

Esas palabras, no es lo que esperaban. Tal vez, sólo querían escuchar que todo estaría bien, que tal vez el ejército iba a tomar el mando de la isla. Pero no esa tensión que silenció la sala, al saber que estaban solos.

Nathaniel fue el más rápido, se levantó y apagó la radio.

— saben — interrumpió Daniel — ¿y si todo fuera por la bruja?

Esa vez Kaia no negó la idea.

— Posiblemente — finalmente dijo ella, pero sin intenciones de hablar volvió a enrollarse entre las sábanas — buenas noches.

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» Buenas noches a todos isleños de San Lorenzo. Soy el científico Williams, investigador y microbiólogo de Estados Unidos. Encerrando en mi pequeña casa en la isla — suspiró con dolor. Susurrando un par de malas palabras en inglés.

» Sé que no podré salir de aquí. Pero, para todos los que desean salir, les debo avisar que esta … ¿concentración? ¿reunión? ah, creo que se le dice así. ¿no? — volvió a suspirar — Bueno, he investigado la propagación de virus de diferentes enfermedades humanas y lo que estamos viviendo, no es nada humano — De repente, se escuchó un rugido y golpes metálicos.

» Y lo sé, porque … mi querida esposa se convirtió en uno.

» Por favor, no se queden mucho tiempo en una casa. Caminen, deben esconderse, e irse de aquí. Vi una última noticia del presidente, mandaran barcos al puerto del ejército y comercial, San marco. Por favor, salgan de aquí.

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