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Cap¹³ Vida lejana

Sumergidos en el vasto bosque, Arthur habla: "Mi señor Glegory, este lugar será perfecto para entrenar". Glegory responde con gravedad: "Es cierto, Arthur, pero será necesario buscar seres conscientes. Estas criaturas y animales solo anhelan golpear y destruir; son meros simios en su interior, incapaces de brindarnos información sobre este planeta". Arthur asiente y responde: "Como siempre, mi señor, usted tiene razón. Si me lo permite, me dirigiré hacia el sur". Glegory, en tono decidido, anuncia: "Muy bien, Arthur. Yo me adentraré hacia el norte y, si encuentro algo, me comunicaré contigo mediante telepatía". Sorprendido, Arthur pregunta: "¿Telepatía? ¿Usted puede utilizar la telepatía?". Con un toque de misterio, Glegory responde: "Claro, Arthur. Hace poco descubrí esta habilidad que poseo".

Arthur se aventura hacia el sur mientras Glegory se dirigía hacia el norte. Sus pasos resonaban en el suelo mientras avanzaban decididos, ocultos entre los densos árboles. Desde lo alto, el cielo parecía inaccesible, imposible de atravesar con la mirada, sin poder revelar la existencia de una colonia de seres humanos u otras criaturas.

Glegory corría hacia el norte durante horas, desesperado por encontrar alguna señal de vida inteligente. Sin embargo, todo su esfuerzo resultaba en vano. El vacío abrazaba sus esperanzas y su búsqueda se perdía en la vastedad de la soledad.

Por otro lado, Arthur no necesitó recorrer largas distancias para encontrar vida inteligente. Encontró una pequeña aldea en su camino, poblada por seres que parecían humanos. Con voz enérgica y llena de determinación, Arthur exclamó: "¡HOLA! ¡NECESITO HABLAR CON EL REPRESENTANTE DE LA ALDEA!" Los aldeanos se giraron hacia él, sus miradas llenas de curiosidad y expectación. Sin comprender el idioma que hablaban, Arthur sintió un escalofrío recorriendo su espina dorsal.

En ese instante, una joven mujer emergió de entre la multitud. Con solo 21 años, irradiaba una presencia majestuosa. Una corona de rosas brillantes flotaba sobre su cabeza, y su vestimenta verde fosforescente parecía iluminar la penumbra que los rodeaba. "Hola, soy Carmín", se presentó con una voz suave pero cargada de autoridad. "Soy la representante de esta aldea. ¿En qué puedo ayudarte?"

Arthur se sintió cautivado por la poder y la autoridad que emanaba de Carmín. "Un gusto conocerte, Carmín. Soy Arthur y necesito toda la información que puedas brindarme sobre este misterioso planeta", expresó con una mezcla de curiosidad y urgencia en su voz. "Mi señor y yo llegamos hace unas horas a este lugar, pero carecemos de conocimiento acerca de nuestro entorno".

Carmín soltó una risa estridente y burlona. "Si deseas obtener información, debes dar algo a cambio. No creas que te la entregaré de forma gratuita", dijo con malicia. Arthur, confundido, respondió: "¿Y qué es lo que necesitas a cambio? No tengo dinero".

"Ja, ja, ja, no seas ingenuo. No te pido dinero", dijo Carmín con coquetería. "La verdad es que nuestro pueblo está siendo azotado por una enfermedad que afecta solo a los hombres y mujeres jóvenes. Los únicos que han sobrevivido son los ancianos, y nuestra población está menguando rápidamente".

Arthur la interrumpió con seriedad. "¿Qué estás tramando, mujer? Dime de una vez qué es lo que quieres a cambio".

Carmín se acercó a él, desplegando todo su encanto sensual. "Seré directa", susurró. "Quiero que seas mi compañero, que te cases conmigo y así repoblaremos nuestro pueblo. ¿Qué dices a eso?"

Arthur, nervioso, respondió rápidamente: "No puedo, estoy en una misión".

"No seas tímido, sé que lo deseas", interrumpió Carmín, juguetona.

Lo siento, pero no puedo hacer eso", dijo Arthur con firmeza. "Solo pídeme otra cosa y te la concederé".

Carmín, con una sonrisa enigmática, declaró: "Bien, has pasado la prueba. Ahora eres bienvenido en cualquier momento en esta aldea".

"¿Prueba? ¿De qué hablas?", exclamó Arthur desconcertado.

"Sí, era una prueba. No podemos permitir que hombres lujuriosos o pervertidos entren a esta aldea, ya que nuestras jóvenes corren el riesgo de ser abusadas o vendidas como esclavas", explicó Carmín.

"¿Esclavas de quién o de qué?", preguntó Arthur confundido.

"Ven a mi casa, allí te lo explicaré mejor", invitó Carmín con entusiasmo.

El destino había tejido una red de intrigas y desafíos para Arthur. Su misión parecía cada vez más enredada en un juego peligroso. Con la promesa de respuestas en el aire, siguió a Carmín hacia su morada.

Glegory había caminado durante un tiempo interminable hasta que finalmente se encontró con una ciudad de aspecto medieval. Allí, se desplegaba un escenario desgarrador en el que predominaban las razas semi demoníacas y semi angelicales, mientras una multitud de seres de diferentes razas se encontraba sumida en la esclavitud.

En medio de las calles, un vendedor ambulante rompía el silencio con un grito ensordecedor: "¡PASE Y COMPRE A SU PRÓXIMA SIRVIENTA, ESCLAVA O MUJER SEXUAL! ¡ESTÁN EN UN BUEN ESTADO Y MUY SANAS, A UN BUEN PRECIO! ¡NO SE ARREPENTIRÁ!".

Glegory se volvió para mirar y contempló a numerosas jóvenes, de entre 19 y 25 años, provenientes de diversas razas: bestias, semi humanos, dríadas, querubines y vampiros, entre otras. La ciudad estaba plagada de vendedores similares, creando un siniestro mercado de esclavos, en su mayoría jóvenes mujeres.

El corazón de Glegory se llenó de indignación y dolor al presenciar la deshumanización y el sufrimiento impuesto a estas almas vulnerables. El ambiente se volvía opresivo, teñido por la crueldad y la explotación. La ciudad misma parecía ser un remolino de sufrimiento y desesperanza, donde las voces silenciadas de los esclavos se perdían entre los susurros del mal.

Glegory avanzaba sin mirar atrás, dejando atrás el angustiante espectáculo de las esclavas. En su interior, la determinación ardía como fuego. "Ahora necesito descubrir más sobre este mundo, pero ¿cómo lo lograré?", reflexionó en silencio. La respuesta parecía susurrarle en su mente. "Necesito fama e influencia en el ámbito político, solo así podré acercarme al rey y obtener toda la información que busco", concluyó con determinación.

En medio de su travesía, Glegory se comunicó telepáticamente con Arthur. "Arthur, ¿cómo van las cosas por allá? ¿Has encontrado vida inteligente?", transmitió sus pensamientos con urgencia.

El viento pareció llevar sus palabras, y durante un instante el silencio fue su única respuesta. La incertidumbre y la tensión se apoderaron de Glegory mientras esperaba ansiosamente la respuesta de su compañero.

"Ahora estamos a salvo en mi cabaña, pero antes de compartirte información, necesito que me hagas un favor", declaró Carmín con solemnidad, mientras el aire corría.

"¿De qué se trata esta vez? Espero que no sea otra de tus absurdas pruebas", respondió Arthur con escepticismo, sintiendo el peso de la incertidumbre en su voz.

"Ay, tampoco te ofendí con aquella pequeña prueba que te hice", suspiró Carmín, dramáticamente. El tono de sus palabras resonaba en el aire, creando un ambiente molesto y emocional. "Tal vez un poquito", agregó Arthur en su mente, sintiéndose desbordado por la situación.

"La verdad es que necesito tu fuerza. Existe una civilización de semi demonios y semi ángeles más al norte. Son poderosos. Hace dos siglos, los ángeles vinieron a este planeta con la intención de explorarlo. Al mismo tiempo, los demonios también llegaron. Ángeles y demonios son enemigos naturales, pero cuando se encontraron aquí, no estalló una guerra. En cambio, algo inesperado sucedió: se enamoraron. Fue un amor a primera vista, se casaron y tuvieron hijos. Estos hijos, descendientes de ángeles y demonios, se autodenominaron la raza de los Demgels. Son semi demonios y semi ángeles, y poseen una fuerza superior a la de un ángel o un demonio común", explicó Carmín con seriedad, revelando una antigua historia de amor y conflicto.

"Sí, sí, una bonita historia de amor, pero ¿qué tiene que ver con todo esto?", cuestionó Arthur, ligeramente impaciente.

"Al menos déjame terminar, maleducado", exclamó Carmín enojada, su voz resonando con furia contenida. "El problema es que, antes de la llegada de los Demgels, ya existían otras razas en este planeta. Estas razas incluyen a las dríadas, las bestias, los vampiros, los querubines y los semi humanos. Nosotros somos bestias", continuó Carmín en un tono serio y sombrío.

"Bueno, eso ya lo sabía, que eras una bestia", respondió Arthur con un tono burlón.

"¡El único bestia aquí eres tú, animal!" replicó Carmín, molesta por el comentario despectivo. "Si no prestas atención, no continuaré con la historia", advirtió con firmeza.

"Está bien, no interrumpiré más", respondió Arthur, dejando de lado su actitud provocadora, listo para escuchar la información que aún estaba por desvelarse.

Carmín se dejó caer en una silla, el peso del sufrimiento y la desesperación palpable en su rostro. "Nosotros somos bestias, somos fuertes, pero no lo suficiente como para enfrentarnos a los Demgels. Ellos son extraordinariamente poderosos y por esa razón se han convertido en los enemigos supremos de todas las razas que habitan este planeta. Esclavizan a las demás razas para evitar cualquier intento de resistencia, y hacen lo que desean con nosotros", explicó Carmín con una mezcla de tristeza y desesperanza.

Arthur, aburrido, respondió con indiferencia: "¿Y por qué no se unen todas las razas y luchan contra los Demgels?".

Carmín suspiró, una sombra de tristeza cruzando sus ojos. "Ya lo intentamos, pero aún así no logramos derrotarlos", reveló con pesar en su voz.

"Bueno, bonita historia, pero ¿cuál es el punto de todo esto?", preguntó Arthur de forma desinteresada.

"Mi esposo murió en esa batalla cuando todas las razas se unieron para atacar a los Demgels. Además, mi querida hija fue secuestrada y convertida en esclava", confesó Carmín con voz quebrada, la tristeza envolviendo cada palabra.

Y entonces Arthur, sorprendido, preguntó: "¿Y cuánto tiempo ha pasado desde esa batalla?".

"Hace apenas tres meses", respondió Carmín con voz entrecortada.

"Pensé que esa batalla había ocurrido hace aproximadamente cinco años", murmuró Arthur, confundido.

"El favor que te pido, es que liberes a mi hija de su esclavitud. Te daré lo que desees", suplicó Carmín, con desesperación en sus ojos.

Una expresión lujuriosa se dibujó en el rostro de Arthur, pero rápidamente respondió burlonamente: "No te hagas ilusiones, no seré tu nuevo esposo".

Carmín, sonrojada, respondió rápidamente: "¡No creas que eso quiero! Bueno, tal vez sí, pero..."

"No hace falta decir más. Traeré a tu hija de vuelta en este mismo instante", afirmó Arthur con determinación y entusiasmo, dejando de lado cualquier pensamiento egoísta.

Arthur salió corriendo de la casa de Carmín en dirección al norte, pero al instante regresó corriendo a la casa de Carmín, casi sin aliento.

"Una pregunta más... ¿Por qué demonios tienes una corona en la cabeza y los demás tienen cuernos y colmillos? ¡Si todos ustedes son de la misma raza!", exclamó Arthur, confundido y desconcertado.

Carmín, con una sonrisa enigmática, respondió: "Yo no tengo colmillos ni cuernos porque la familia dominante de nuestra raza debe llevar una corona que simboliza la magia que poseemos. En mi caso, tengo una corona de rosas porque mi magia está relacionada con la naturaleza. Puedo dar vida a los árboles y comunicarme telepáticamente con los animales, entre otras habilidades".

"Oh, ya veo", murmuró Arthur, asimilando la información.

Justo en ese momento, en medio de la conversación, Arthur pareció hablar con alguien invisible para Carmín. "Sí, mi señor, todo está en orden por aquí. He encontrado una pequeña civilización inteligente y están dispuestos a proporcionarnos información sobre el planeta a cambio de rescatar a su hija", comunicó Arthur con una mirada seria hacia el vacío.

Carmín, confundida y perpleja, lo observó con ojos entrecerrados. "¿Con quién estás hablando?", preguntó, sin comprender la situación.

"Hablo con mi señor", respondió Arthur sin titubear.

"¿Pero cómo lo haces?", preguntó Carmín, aún más confundida.

"De la misma forma en que tú hablas con tus simios del bosque, yo también puedo comunicarme con mi señor", explicó Arthur con seriedad.

"¡Qué grosero! Solo era una pregunta. ¡Ojalá te mueras para que pueda reírme en tu funeral, maleducado!", estalló Carmín en un ataque de ira, dejando escapar su frustración y enfado.

"Perfecto, yo también encontré una ciudad de aspecto medieval. ¿Acaso la hija del representante fue secuestrada?", transmitió Glegory a través de la telepatía, con un tono de duda resonando en su mente.

"Sí, mi señor, la hija de esa engreída e indígena representante que tengo a mi lado fue raptada y convertida en esclava. Nos pide que la salvemos y, a cambio, nos brindará información sobre el planeta", respondió Arthur en voz alta, con la misma intensidad en su voz.

Carmín, enfurecida, golpeó a Arthur y exclamó: "¿A quién llamas engreída e indígena, idiota?"

"Ya he escuchado suficiente. Cuando termines tus asuntos allí, dirígete rápidamente hacia aquí. Te estaré esperando", comunicó Glegory con firmeza.

"Sí, mi señor, llegaré lo más rápido posible", respondió Arthur mientras forcejeaba con Carmín y la arrojaba por la ventana de la casa.

"¡Mi señora está bien! ¿Acaso hay un Demgels en su casa que nos quiere matar a todos?", gritó un aldeano que pasaba cerca de la residencia de Carmín.

"¡AH...! ¡Vamos a morir todos!", gritaron y corrieron en pánico al escuchar las palabras del aldeano.

"No se preocupen, no es nada de eso. ¡Solo es una pequeña disputa con mi futuro esposo!", exclamó Carmín hacia el pueblo, intentando calmar la situación. Todos se tranquilizaron al instante.

En ese momento, Arthur salió de la casa. "En tus sueños seré tu esposo, gorila", dijo con sarcasmo mientras corría en dirección a donde se encontraba Glegory.

"¡Más te vale no olvidarte de rescatar a mi hija, idiota!", gritó Carmín furiosa, sus palabras resonando en el aire con un tono molesto.

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