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26 capítulo 26

-Es poner el carro antes que el caballo. Primero, necesito encontrar mi libro de hechizos.

Es necesario que Adair no se hiciera ilusiones sobre la dificultad de esta tarea, los libros son

cosas frágiles, fáciles de esconder, fáciles de destruir si las encontraba, tendría que volver al viejo continente y seguí loshasta su origen, como lo había hecho la primera vez. Miró a Jude, que no tenía idea del tamaño de la investigación envolvía necesaria para adquirir todos esos poderes, que pasó años siguiendo las historias de los Adeptos, practicantes de la alquimia que habían desarrollado poderes espectaculares, de conocer a sus seguidores, de convencerlos de que compartieran sus experiencias y secretos. Convencerlos a través de todos los medios necesarios.....

-Mira, estos libros son muy importantes, eran dos, un libro azul de origen veneciano y otro mucho más rústico, no más que una colección de recetas escritas, encuadernado entre tapas de madera. El segundo, sin embargo, es el más valioso.

Jude se rascó la barbilla.

-¿Los libros de la mansión..... eran las únicas copias?

-Claro que no. Tomé precauciones. Escribí las recetas más importantes y las escondí en un lugar seguro.

-Eso es bueno. Quizás sea más fácil recuperar copias que encontrar las originales ¿Dónde las escondiste?

-En una ciudad de Saxonia, en una iglesia en el centro de la ciudad.

- No recordaba el año, pero había estado allí toda la temporada. Recordó haberse alojado en la casa de una viuda, una hermosa casa en la ciudad, y ella le había ofrecido compañía y un lugar cómodo para pasar el invierno húmedo. aprovechando la tarde para copiar los hechizos más importantes, por precaución. Los embrujo en un pedazo de piel de jabalí y escondió el paquete en las catacumbas de la iglesia, entre los huesos de los sacerdotes. Podía visualizar el área muy bien en su mente, más ya no podía recordar el nombre de la ciudad ni el año. Ciertamente, el lugar sería irreconocible ahora, si aún existiera. Pero nunca se violaría una cripta. Nadie, ni siquiera en la época moderna, profana una cripta.

-¿Podrías mostrarme la ubicación en un mapa?

-Jude preguntó, siendo demasiado reacio a hacerse ilusiones, mientras abría un atlas frente a Adair.

- Aquí está la región de Sajonia. Está en el lado este del país que ahora se llama Alemania. Vea, aquí mismo, donde se encuentra con la República Tcheca. Cuando la reacción de Adair no fue más que una de las suyas en el extraño mapa, Jude pasó la página, una que mostraba el área con detalles topográficos: verdes y marrones, con ríos serpenteantes en azul oscuro. El dedo trazó círculos al azar sobre la página.

- ¿Hay algo que te parezca familiar?

Los ojos de Adair se posaron en los nombres de lugares... Königstein, Freital, el río Elba, sí, recordaba que la ciudad estaba en la orilla sur del Elba. Y luego su dedo recorrió el nombre, Dresden, sí, ese había sido el nombre de la ciudad. Allí era donde estaba el marqués, recordó. Miró a Jude, golpeando con la yema del dedo el punto del mapa.

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