Esta era la primera vez que Samara veía a Carlos perder los estribos. Ya no era suave y gentil, ni parecía un caballero, incluso su cara daba miedo. Su ira terrible hacía que el aire se volviera opresivo.
Samara miro fijamente a Carlos y de repente sintió que era un desconocido.
-Carlos, ¿Qué te pasa? Has acompañado a Eduardo en su infancia. Ahora no se sabe si todavía está vivo, ¿no te preocupa?
- ¿Por qué me preocuparía? él es tu hijo con Álvaro, no mío. Samara, ¿Cómo puede ser tan cruel? ¿No ves cómo te he tratado durante 5 años? Mi abuela fue a tu casa a proponerte matrimonio y no le importó que tuvieras dos hijos y tú me rechazaste. ¿Qué me dijiste antes de volver? Dijiste que volviste por la enfermedad de Laura y que volviste para vengarte de Álvaro. Dijiste que querías hacer que Álvaro se sintiera miserable. Pero ahora hablas de él sin parar, sigues pensando en llevar a los niños a vivir con él, ¿no? -Carlos le preguntó con furia, la ira en sus ojos podía quemar todo el mundo.
Samara se sintió culpable y susurró:
-No lo hizo hace 5 años, él no sabía nada. Han sido tiempos duros para él.
- ¿Duro para él? ¿Para mí no? ¿No sabes a que renunciado por ti? He tomado a Eduardo y a Laura como mis propios hijos. ¿Quién más quieres que haga? No me dijiste que volverías para reparar tu relación con Álvaro. Ya sé que Eduardo también lo ha aceptado, ¿verdad? Lo he tratado muy bien y luego educado con tanto cuidado, pero al final todo mi esfuerzo no es comparable con los pocos meses que ha pasado con su padre. -Carlos se sintió un poco solo.
Samara también sentía lástima por él, pero ¿qué podía hacer? El parentesco era algo que nadie puede cambiar.
-Carlos, sé que te he hecho daño. É malgastado tu juventud. Te prometo que haré todo lo que quieras que haga después, pero ahora déjame ir por favor. Tú sabes que Eduardo es mi vida y si no lo encuentro no tendré paz.
-No tienes que ir. Eduardo está muerto. ¡Vuestro hijo está muerto! -Carlos de repente dejó escapar un rugido bajo, estas palabras hacía que ella se sintiera atónita.
- ¿Que? ¿De qué estás hablando?
- ¡É dicho que Eduardo está muerto! ¡Rebecca lo mató! Adrián no es hijo de Rebeca, ella lo mató por rabia y lo arrojó al mar. Álvaro pidió que lo buscarán en vano. ¡Vuestro hijo está muerto! -Carlos parecía un emperador sin corazón a este punto, hablando fríamente de esta dura realidad.
Samara pensó que Carlos estaba bromeando, pero su mirada era así e incluso un rastro de tristeza pasó por sus ojos. Ella se derrumbó al instante.
- ¡Imposible! ¡Eduardo no está muerto! Solo tiene cuatro años. Es tan inteligente, ¿Cómo podría morir? -Samara luchó y rugió enfadada, pero no podía deshacerse de la tristeza.
Carlos la miró fríamente y dijo:
-Es verdad, todo el mundo lo sabe. Sin embargo, no tienes que estar demasiado triste. Rebeca también ha muerto y ha pagado por la vida de Eduardo. De ahora en adelante, quédate conmigo y te trataré bien. Vamos a tener nuestros propios hijos. en ese momento, te olvidarás de Eduardo.
- ¿De qué estás hablando? Carlos, ¿Qué es lo que estás diciendo? -Samara finalmente notó que algo andaba mal. Carlos se había convertido en algo que nunca había presenciado antes. Era un desconocido.
Carlos miró a Samara y dijo:
-No me importa quién era tú amor. A partir de ahora, desde el momento en que te compre de la discoteca paraíso, eres mi mujer. Puedes estar segura de que Álvaro ya he hecho un emparejamiento con Laura y si el emparejamiento funciona, él será de aquí con Laura y regresará a Ciudad H y nunca volverá a estados unidos. Para pagar a la familia López por haberte salvado la vida, ha dado todas sus propiedades en Estados Unidos a mi familia e incluso ha jurado no volver en toda su vida. En caso contrario, si el emparejamiento falla y Laura fallece, Álvaro también se marchará y empezaremos una nueva vida.
-Carlos, ¿estás loco? ¡Déjame ir! ¡Quiero ir a ver a Laura, ella es mi hija!
- ¡Debería haber muerto hace 5 años! Si no lo hubiera salvado con todo lo que tenía la familia López para continuar su vida, no estaría viva ahora. Samara, y si es lo que tenía que hacer por Eduardo y por Laura. Me lo debes, ¿entiendes? Eres tú quien me debe tantos favores. Te pondrás bien a partir de ahora y cuando estés bien, y cuando estés bien nos casaremos y tendremos nuestros propios hijos. Cuando eso ocurra no existirá Álvaro, ni Eduardo, ni Laura en tu mente y tu vida estará llena de mí y de nuestros hijos. -Carlos acarició suavemente la cara de Samara, pero sintió que su cuerpo temblaba.
En este momento, Carlos era aterrador. Aunque todavía era gentil, daba mucho miedo.
-Carlos, no hagas esto. Déjame ir, ¿de acuerdo? Carlos, te deberé lo que te debo. ¡Por favor, déjame ir! -Samara grito, pero de repente, Carlos golpeó su cuello y ella quedó inconsciente.
-Duerme bien, ahora mismo lo más importante para ti es descansar. -Carlos sonrió suavemente. Luego la desnudo y empezó a aplicarle la medicina.
Samara tenía muchas heridas de látigo en su cuerpo, que era impactantes. Eso hizo que la mirada de Carlos se volviera fría. No permitirá que nadie lastimara a su mujer. Después de aplicar la medicina, salió de la habitación e hizo una llamada telefónica. Poco después, el hombre de la mazmorra fue capturado.
Cuando el hombre vio a Carlos se asustó.
-Señor, ¿Qué está haciendo?
- ¿Cuántas veces azotaste a mi mujer? -pregunto Carlos con indiferencia sin dar muestras de alegría o enfado, lo que hizo que el hombre sudara de miedo.
-Señor, solo estaba siguiendo las reglas de la discoteca. Además, ella no era suya en ese momento, ¿verdad?
Las palabras del hombre hicieron que Carlos se sintiera disgustado.
- ¿No era mía? ¿sabes que es mía desde hace 5 años? En realidad, ¿Cómo te atreves a secuestrar a mi mujer e incluso venderla? ¿crees que soy idiota? -Tan pronto como Carlos termino de hablar, inmediatamente entraron sus subordinados y agarraron al hombre para postrarlo en el suelo. -Golpéalo hasta que se llene de heridas y si muere, arrójalo a la fosa común.
Después de que Carlos termino de hablar, el hombre fue llevado abajo por su sirviente. No mucho después, se escuchó un grito estridente. Sin embargo, estaba en el territorio de Carlos y nadie podía entrar.
Samara se despertó por los gritos y estos hicieron que ella sintiera miedo. Carlos volvió a entrar en la habitación y le dijo con una sonrisa:
- ¿Estas despierta? Te enseñare algo bueno. -conecto el monitor de la camera de la mazmorra con su teléfono y se lo mostro. - ¿Lo recuerdas? Este es el hombre que te azoto. ¿Estas contenta de que me esté vengando por ti?
Las palabras de Carlos hicieron que Samara se sintiera aturdida. A pesar de que ese hombre no merecía compasión, había leyes en este país y Carlos no podía hacer linchamientos.
- ¿Qué planeas hacer con él? -pregunto Samara con la voz temblorosa.
Carlos dijo descuidadamente:
-Tu eres mi tesoro. Quiero tratarte con cuidado y sin embargo él te ha herido. Le cortare las manos y después lo arrojare a la fosa común.
Samara no podía creer en lo que acababa de escuchar. ¿Todavía se trataba de ese hombre elegante y gentil?
-Carlos, ¿este es tu verdadero carácter? ¿o te provoque para que llegaras a este estado? -Samara sentía que era demasiado desconocido. Aparte de esa cara, ya no podía recordar nada de Carlos.
Carlos la miro fríamente y se fue sin decir nada.
Samara quería desatar su cuerda, pero no pudo por más que lo intento. ¿Qué debía hacer? Ella no creía que Eduardo estuviera muerto, pero ¿Dónde estaba su hijo? Las palabras de Carlos resonaban en sus oídos como una maldición. Ella no sabía si Álvaro sabía que ella estaba allí.
¿Quién sabía que Carlos la había encarcelado? Samara no tuvo más remedio que aceptar este hecho. Al principio, pensó que al ser rescatada de la Discoteca Paraíso por Carlos era algo bueno, pero ahora se había dado cuenta que había caído en una trampa aún peor.
Echaba mucho de menos a Eduardo. Las lágrimas de Samara fluían involuntariamente por sus mejillas. ¿Estaba realmente muerto? En su cara había rastros de sus lágrimas e incluso se desmayó varias veces.
Carlos se puso furioso cuando se enteró. Pidió que cocinaran algo delicioso para ella, pero Samara no quería comer nada. El intento alimentarla personalmente, pero ella no lo aprecio. Era como un zombi. Solo era capaz de llorar y en pocos días, estaba tan delgada que parecía haber perdido la esperanza de vivir. Carlos se sintió muy angustiado.
-Samara, se obediente. ¿puedes comer un poco? Puedo prometerte todo que quieras mientras comas, ¿de acuerdo? -Carlos siguió induciendo y Samara pensó que había una esperanza.
-Me dejaras volver a casa, ¿verdad?