- ¡Estoy lista! -Samara también estaba emocionada. Quería entrar sin perder ni un segundo para salvar a Eduardo y abrazarlo con fuerza, nunca más lo dejaría.
Álvaro se puso el abrigo que Josué le había dado y respondió a Eduardo con un conjunto de códigos diciéndole que esperara y observara, que entraría por la ventilación para salvarlo.
Después de recibir la respuesta de Álvaro, Eduardo se relajó un poco. Finalmente sintió que no estaba luchando solo. Alguien iba a salvarlo. ¡Ese hombre era su padre! A pesar de todo no quería admitirlo.
Después de enfadarse, Rebeca se sentó en la cama otra vez y dijo con tristeza:
- ¿Qué estoy buscando en esta vida? La única persona a la que amo es Álvaro, pero conocí a Rolando, que se parecía mucho a él. Así que lo tome como Álvaro. Pensaba que podría seguir la vida así y tener un hijo con Rolando, con él podría volver a la familia Ayala y recuperar lo que me pertenece. ¿Pero por qué Rolando tuvo una vida tan corta? Murió cuando estaba embarazada. A lo mejor fue Dios, Álvaro vino a verme. En aquel momento, supe que era el destino. Yo estoy destinada a estar con él. Así que he vuelto con mi hijo. Por la culpa y pena que sentía por su hermano gemelo, Álvaro anuncio que había escogido a Adriano como el sucesor de la familia Ayala, dándole una identidad digna. Durante los últimos años, siempre pensé que podría vivir así. Álvaro me aceptaría por Adriano. Pero ¿Por qué Samara sigue viva? ¿Por qué tiene tanta suerte? ¡Incluso ha vuelto con su hijo! Si lo hubiera sabido antes, la hubiera matado en el hospital. -Rebeca rio en voz alta una vez más, pero tenía lágrimas en los ojos. Un gran ruido vino de fuera, haciendo que se sintiera aún más irritada. - ¡Callaos!
Rebeca abrió la puerta y grito con indignación. Al mismo tiempo vio a Paula caminando rápidamente hacia ella.
-Señora Rebeca, esa mujer ha vuelto hace un momento con mucha gente. Parece que ella está aquí para causar problemas.
- ¿Causar problemas? ¿No sabe que esto es de la familia Ayala? ¿Cómo se atreve? ¿Quién es? -dijo Rebeca enfadada.
Paula susurro:
-No se sabe. Se dice que acaba de llegar a Ciudad H hace unos días. Ya sabe usted que hay una feria internacional y vinieron muchas damas nobles. No sabemos su identidad todavía, tal vez no sabe que esta peluquería pertenece a la familia Ayala.
-Voy a ducharme. Tu habla con ella primero. Vuelvo pronto. Por cierto, ¿ha vuelto Miguel?
-Dicen que volverá pronto. -dijo Paula respetuosamente.
-Vale, dile que cuando llegue vaya al sótano a matar al niño de inmediato. Otra cosa, ¿Dónde está Alana? -Rebeca pregunto frunciendo el ceño.
Paula bajo la mirada tratando de ocultar sus emociones.
-Se lesiono los ojos. Está recibiendo tratamiento. -dijo ella.
- ¡Inútil! Realmente no sé por qué Jaime insistió en que se quedara. -Obviamente Rebeca no estaba satisfecha con Alana, pero no dijo nada más. Volvió a su habitación para ducharse y cambiarse de ropa.
Paula estaba asustada. Ella realmente no se atrevió a contarle que Eduardo había escapado y que no lo habían encontrado. Si se enterara de eso, no sabía cómo reaccionaría. Paula salió de la habitación rápidamente y fue a hablar con esa mujer. Rezo para que Alana no enfadara a Rebeca en ese momento. De lo contrario, todos estarían implicados.
Después de cambiarse de ropa, Rebeca salió de la habitación y cerró la puerta. Cuando Eduardo escucho el ruido de la puerta cerrada con llave se preocupó mucho. Ahora solo podía esperar a que Álvaro lo salvara. Sin embargo, con un respiradero tan pequeño, ¿podría Álvaro entrar por ahí?
Eduardo sospechaba. Guardo las grabaciones de antes. Como todo estaba un caos fuera, el cliente no era capaz de encontrar su teléfono. Temiendo la función de posicionamiento, Eduardo empezó a ajustar el teléfono bajo la cama. Planeaba insertar un código de interferencia para evitar ser descubierto.
Jaime volvió rápidamente. Se sorprendió al ver la situación, pero no se atrevió a parar. Esquivo la multitud y entro. Antes de que Rebeca pudiera salir, Jaime fue detenido en el momento en que entro por la puerta.
- ¿Quién? -Jaime estaba alerta.
-Soy yo, Alana. -sus ojos ya habían sido vendados, pero le seguían soliendo. Al verla así, Jaime se preocupó un poco.
- ¿Qué te ha pasado? -pregunto él.
- ¡Ese mocoso! Lo hemos subestimado. Escuche que ha escapado, aunque todavía está en la peluquería, me siento inquieta. No es una coincidencia que esas personas vinieran a causar problemas. Es muy probable que nos impliquen a todos. Escúchame, no te preocupes por Rebeca. Nos vamos. Me temo que ahora nos están vigilando. No seremos capaces de huir después. -dijo Alana ansiosamente.
Jaime frunció el ceño ligeramente. Abrió las cortinas y miro hacia fuera. Todo parecía normal, pero le parecía muy raro. Los dos habían sido entrenados por Álvaro. Tenía la intuición precisa de peligro. Ahora, Jaime también estaba un poco nervioso.
-Pero Rebeca… -dijo Jaime.
-No te preocupes. Si Álvaro realmente viene, Rebeca no será capaz de protegerse, ni siquiera protegernos. Jaime, se cómo es Álvaro. No nos dejara, ya que hemos hecho daño a su hijo. Además, la familia Montenegro también lo está ayudado. Aunque tienes alguna relación con esa familia, ¿realmente te crees que se harán enemigos de los Ayala por un hijo ilegitimo? Antes, había dicho que quería poner obstáculos a Catalina, pero no ha hecho nada. Así que, Jaime, no seas estúpido. ¡Ahora solo podeos ayudarnos a nosotros mismos! -dijo Alana intentando persuadirlo.
Jaime empezó a pensar y dijo:
-Pero no podemos irnos. El camino está bloqueado, ¿Cómo podemos salir de Ciudad H?
-Tengo una manera. Si confías en mí, nos iremos ahora mismo. Yo me encargare. -la mirada de Alana hizo que el quisiera creerle.
Jaime pensó por un momento y finalmente tomo una decisión.
- ¡Vale, confío en ti! ¡Vámonos! Ya sea Álvaro o Rebeca, ya no es de nuestra incumbencia. En el peor de los casos, cambiare mi nombre y empezare de nuevo.
-Vale. -Alana llevo a Jaime dentro, pero cuando vio a Rebeca, que se dirigía hacia ella, empujo a Jaime a la habitación y se quedó en el pasillo.
-Señora Rebeca. -la saludo respetuosamente.
Al ver que sus ojos estaban heridos, Rebeca dijo desdeñosamente:
- ¿Qué te ha pasado?
-Sufrí un golpe por accidente.
-Que torpe. No sé por qué le gustas a Jaime. ¿Ha vuelto o no? -Rebeca estaba un poco ansiosa.
Alana susurro:
-Aun no, pero volverá pronto.
-Llámalo para que se dé prisa. Creo que lo que ha pasado hoy es muy raro.
- ¡Vale! -Alana bajo la cabeza, así que Rebeca no vio su expresión.
Alana suspiro aliviada y corrió rápidamente a la habitación de Rebeca con Jaime.
- ¿Qué vas a hacer en su habitación? -pregunto Alana.
-Ella no lleva su bolso. Probablemente mi secreto este dentro. Además, he arriesgado mi vida por ella durante tantos años. Tengo que llevarme algo. -mientras hablaba, llevo a Alana hacia la habitación de Rebeca.
Eduardo estaba aburrido después de manipular el teléfono. De repente, escucho un sonido desde el techo. Se sorprendió. Asomo la mitad de la cabeza y vio que alguien estaba moviendo la ventana de ventilación poco a poco.
- ¿Álvaro? -Eduardo llamo con cierta incertidumbre.
Álvaro finalmente se tranquilizó.
- ¡Soy yo! No tengas miedo, estoy aquí para salvarte. -cuando Álvaro se arrastró hacia delante, la herida en su pecho se abrió. La sangre le mojaba la camisa y el abrigo, pero ya no le importaba. Como le dolía el cuerpo, respiro hondo y salto. - ¡Eduardo! -Álvaro camino con prisa hacia él.
A Eduardo de repente le dieron ganas de llorar. No había ninguna razón, le parecía que el hombre frente a él era muy alto y la sangre en su pecho lo estimulo.
-Tu herida…
-Está bien. Papa está aquí. ¡Te llevare a casa! -Álvaro dio un paso adelante y levanto a Eduardo de la cama. Miro a Eduardo temeroso de que estuviera herido. Solo había pasado un día y Eduardo estaba muy demacrado.
Eduardo se sorprendió un poco, no sabía cómo describir este sentimiento, estaba amargado y agraviado.
-Tengo hambre y sed. -Eduardo dijo entre sollozos. No quería admitir que en este momento el abrazo de Álvaro era cálido y le hacía sentir seguro.
A Álvaro no le importaba su actuación y dijo:
-Te llevare con tu madre y te cocinare algo delicioso, ¿de acuerdo?
Eduardo abrazo su cuello con fuerza y no dijo nada. Finalmente se relajó, el sonido de los pasos vino de fuera e hizo que los dos estuvieran alertas otra vez.