Samara pensó durante mucho tiempo que Laura un día haría esa pregunta. Después de todo, sus hijos se parecían bastante a Álvaro. Si los tres estuvieran juntos, cualquiera podría fácilmente saber que él era el padre. Pero en ese momento, Samara no sabía cómo contarle a Laura la identidad de Álvaro.
-Él es…
- ¿Es mi padre? -pregunto Laura ansiosa.
Samara se quedó atónita, ella quería negarlo, pero viendo los ojos expectantes de Laura, no pudo decir nada y no lo negó.
-Laura, ¿podemos hablar de esto más tarde?
-Vale. -Laura estaba obviamente un poco decepcionada, pero sonrió y dijo: -mama, ¿Qué le ha pasado? ¿también está enfermo? ¿tiene la misma enfermedad que yo? Entonces, ¿podemos dejar que venga a Estados Unidos para tratarse conmigo?
Para Laura las personas que estaban en el hospital se estaban muriendo y aquellos con la tez pálida como ella, probablemente sufrían de lo mismo que ella. Aunque no sabía lo que significaba la muerte, sabia por la mirada de Samara y Eduardo que se separarían tarde o temprano.
Samara empezó a llorar por las palabras de su hija.
-No, está herido. Se recuperará si descansa bien.
-Mama, si me recupero, ¿puedo ir a ver al tío? -Laura llamo a Álvaro tío automáticamente, por lo que Samara se sintió angustiada como si su corazón hubiera sido cortado por un cuchillo.
-Laura, eres una buena chica. Mientras escuches al médico, definitivamente estarás bien. Para entonces, cualquier cosa que quieras hacer te permitiré que la hagas.
-Mama, eres tan amable. Entonces debes cuidar bien del tío. De lo contrario, no podré verlo cuando este bien. -los ojos de Laura mostraban un rastro de deseo.
Samara asintió rápidamente.
-Cariño, tu padrino viene pronto, ¿no? Date prisa y ordena la habitación. Si el te ve jugar con el móvil por la mañana, te regañara otra vez.
Al escuchar esto, Laura rápidamente saco su lengua traviesamente.
-Adiós mama.
-Adiós cariño. -Samara sonrió y colgó, pero sus lágrimas fluyeron involuntariamente por sus mejillas.
Miro a Álvaro y se sintió extremadamente indecisa. Ella no sabía si debía contarle de la existencia de Laura. Originalmente, ella no necesitaba considerar esta pregunta. Pero ahora, Álvaro la había protegido ignorando su propia vida, lo que le hizo pensar en decirle la verdad.
De madrugada, Álvaro empezó a tener fiebre y decía tonterías. Samara se levantó rápidamente y toco su frente, él estaba terriblemente caliente. Ella quería encontrar al médico, pero Álvaro de repente cogió su mano.
-Samara, no me dejes, no te vayas… -la voz de Álvaro no era alta, pero hizo que el corazón de Samara temblara. De repente se dio la vuelta y se dio cuenta de que Álvaro no estaba despierto. -Samara, lo siento. No note mis sentimientos por ti. Fue culpa mía que tú y el niño tuvierais un accidente.
Mientras Álvaro hablaba, las lágrimas brotaron de las esquinas de sus ojos. Samara quería retirar su mano, pero no podía hacerlo. Cuando levanto la cabeza, vio lágrimas en los ojos de Álvaro. Se decía que los hombres no lloraban fácilmente, por no hablar de un hombre indiferente como Álvaro. Pero ¿Por qué?
- ¡Álvaro, suéltame! -Samara sintió que Álvaro fingía. Sin embargo, no importaba cuanto lo intentaba, ella no podía sacar su mano y Álvaro estaba aún más triste.
-Rolando, siento no haberte protegido bien. No te preocupes, tratare a tu hijo como si fuera mío. Él es un hijo de la familia Ayala, ya si es inteligente o no, es tu hijo. -Álvaro parecía estar un poco trastornado.
Samara no sabía quién era Rolando al principio. Pero cuando Álvaro dijo esas palabras, ella supo cuál era su identidad. Ella siempre se había dicho a sí misma que las cosas del hermano gemelo de Álvaro eran una excusa para ganar simpatía, pero en ese momento, realmente no podía seguir engañándose a sí misma de esta manera.
-Álvaro, suelta mi mano. No puedes morir ahora. Tienes fiebre y tengo que traer al médico. -dijo Samara en voz baja, pero Álvaro no pudo escucharlo. Estaba inmerso en sus pensamientos y no podía salir.
-Te amo Samara. No me dejes. Ni siquiera sabes lo feliz que estaba cuando me enteré de que estabas embarazada, pero no pude dejar que te quedaras a mi lado, porque Rebeca sería una amenaza para ti. Samara, no pensé que mi decisión te pusiera en aquel incendio. ¿Por qué te fuiste? ¿Por qué eres tan despiadada? Dijiste que me amabas, pero ¿Por qué me alejaste de nuestro hijo? ¿Por qué me dejaste solo? Samara, vuelve por favor. Mientras vuelvas, yo haré todo lo que tu digas. Nunca te dejare fuera de mi vista otra vez. No voy a esconder mi amor por ti. Tres años de matrimonio me habían enamorado profundamente de ti, pero ¿Por qué te llevaste a nuestro hijo cuando me entere de mi amor por ti? No creo que te hayas escapado con otro hombre, tú me amabas tanto. Por mí, te mantuviste alejada de tu familia. Es imposible que te enamoraras de otro hombre. Samara, me duele el corazón. No te vayas, ¿vale? El incendio fue tan grande, debías estar asustada, ¿verdad? Debías estar esperando a que te salvara, ¿verdad? Pero llegue tarde. Samara, lo siento. -Álvaro no paraba de hablar y finalmente lloro como un niño.
Las lágrimas de Samara habían descendido por su rostro en algún momento. Ella pensó que a él no le importaba e incluso se dijo a sí misma que no valía la pena llorar por un hombre tan indiferente como el, pero ahora no podía controlar sus lágrimas.
- ¡Álvaro, levántate! No hagas el tonto delante de mí. Se que estas despierto. Debes estar despierto, ¿verdad? ¡Levántate! -Samara sacudió ferozmente los hombros de Álvaro, pero él todavía estaba inconsciente.
El siguió llamando su nombre e incluso dijo que había decidido un nombre para su hijo. Al escuchar eso, Samara no pudo controlarse y se acurruco sobre el cuerpo de Álvaro llorando.
-Si lo que has dicho es verdad, te daré otra oportunidad. Pero si descubro que mientes, Álvaro, incluso si debo matarte, moriré contigo. ¿Me escuchas? ¡Si me escuchar, despierta! ¡Solo si te despiertas puedo darte otra oportunidad! ¡Álvaro! -en este momento ella supo que nunca olvido a Álvaro en los últimos años.
No importaba el daño que él le hubiera hecho, en realidad tenía miedo de que el realmente muriera y desapareciera de verdad. Resulto que había sustentado su odio durante los últimos cinco años. Las lágrimas de Samara golpearon la cara de Álvaro. Lloro un rato antes de darse cuenta de que él había soltado su mano, parecía que estaba en estado de shock.
- ¡Álvaro! ¡Despierta! -el corazón de Samara estaba a punto de dejar de latir. -déjame contarte que no solo tienes un hijo. ¡Si mueres ahora, no podrás ver a tu hija! ¿sabes que tu hija sigue luchando contra la muerte? Es una niña, solo era del tamaño de un gato cuando nació. Pero ella vive valientemente. No puedes morir así, ¡Álvaro!
Samara sacudió a Álvaro. El pánico la hizo llorar y luego salió corriendo como si le hubiera ocurrido algo.
- ¡Doctor! ¡Álvaro está en estado de shock! -Samara nunca había estado tan asustada antes. Era como una loca sin importarle lo que los demás pensaban de ella. Ella lloro y grito, sin siquiera preocuparse por su estado actual.
Javier se sorprendió por su apariencia actual. Después de tantos años de experiencia, no era posible que él no se diera cuenta de los sentimientos que tenía Samara por Álvaro. Por alguna razón, Javier de repente sintió tristeza.
Los médicos y las enfermeras se dieron prisa a acercarse y empujaron a Álvaro a la sala de emergencias. Samara quería entrar, pero el medico no le dejo. Ella se sentó en la puerta de la sala, como si hubiera agotado toda su fuerza.
Cuando Josué llego, vio que Samara tenía una apariencia abatida. Se dio prisa en acercarse a ella y puso su abrigo sobre los hombros de Samara.
-Señorita, el señor Álvaro definitivamente estará bien. No se siente en el suelo, levántese.
Samara fue apoyada por Josué y se sentó en la silla, pero sus lágrimas seguían fluyendo. Siempre había pensado que sería feliz si Álvaro muriera, porque al menos no habría sufrido en vano durante tantos años. Sin embargo, en el momento en el que él iba a morir, Samara ya no pudo engañarse a sí misma. Ella realmente no podía mirarlo con indiferencia y no podía dejar de sentirse triste.
Josué no sabía si debía consolar a Samara. También estaba preocupado por Álvaro, pero el solo era su asistente y parecía que no había más que pudiera hacer aparte de acompañarla. Javier empujo su silla de ruedas y le entrego un pañuelo.
-Límpiese las lágrimas, por favor. Si el muere, mi vida será tuya como compensación. -la voz de Javier no era alta, pero llevaba un rastro de determinación.
Samara, sin embargo, rechazo el pañuelo y dijo con odio:
- ¡Tu vida no es nada para mí! ¡Javier, sal de mi vista! ¡Vete antes que pierda el control! -sus ojos eran de un color rojo escarlata e incluso llevaban una fuerte intención homicida.
- ¡Señora Catalina, lo siento! -Javier se disculpó solemnemente con Samara, pero ella no le hizo caso. De repente se puso de pie y cuando quiso golpear a Javier, se desmayó.