Atena, diosa de la sabiduría, se bajó del carruaje que la transporto desde la casa de Bishamon a la avenida principal, en la región sur de Orario, a solo un par de cuadras de la guild de aventureros. Al bajar a la vereda, Atena se dio la vuelta y vio a Bishamon en el interior del carruaje sosteniendo dos bebés. Bishamon se acercó a la puerta y le ofreció el bebé con el cabello rojo. Atena recibió el bebé y esperaron a que el cochero de la familia Dragonroad, un hombre vestido en un traje de frac, de aproximadamente cuarenta y cinco años se acercara.
El cochero se acercó a la parte posterior del carruaje y sacó un carrito grande y aparatoso para llevar a dos bebés. Después se acercó a la diosa Atena, dejo el carrito frente a ella y se dio la vuelta para mirar a la diosa Bishamon en el interior del carruaje, quien sostenía un bebé exactamente igual al que sostenía la diosa Atena, pero con el cabello blanco. Ninguno tenía más de cinco meses, cabello ralo, tez clara y envueltos en ropas de diferentes colores. Azul para Vergil y rojo para Dante.
La diosa Bishamon se acercó a los escalones del carruaje y el cochero se puso a su lado para sostenerla del codo, evitando que perdiera el equilibrio.
Una vez que la diosa Bishamon, hermosa, joven, de cabello rubio y ojos de color purpura, puso sus pies en la vereda, miró al cochero y le regalo una hermosa sonrisa en agradecimiento. El cochero quedó fascinado, pero rápidamente recupero su compostura y sonrió y asintió en señal de entendimiento. Después bajo las cosas de los bebés del carruaje y ordeno todo en el cochecito para que la diosa Bishamon pudiera acomodar a sus hijos.
Cinco minutos después, Bishamon caminaba empujando el cochecito con los dos bebés a bordo. Quienes estaban con sus ojos abiertos y mirando a su madre.
Al lado de Bishamon iba la diosa Atena, de cabello y ojos purpura, vestida con una túnica blanca, pero el lugar que antes ocupaba el corse de oro, ahora era ocupado por un pequeño bulto, símbolo de que estaba embarazada.
Ambas diosas, hermosas y sonrientes, avanzaban por la vereda en dirección a un edificio de dos pisos y doble puerta de vidrio mientras captaban la atención de aventureros y civiles.
—¿Necesitas ayuda?— preguntó Atena
—No, para nada, ya estoy acostumbrada. Además, me ayuda a hacer ejercicio— respondió Bishamon, le dio una breve mirada de soslayo y después miró a sus hijos en el cochecito —ciertas personas están demasiado activas y no me dejan tranquila—
El bebé Dante de cabello blanco, balbuceo algo y se largó a reír, lo cual hizo reír a las hermosas diosas. El bebé Vergil de cabello rojo, solo miraba a las hermosas diosas mientras se mordía su pequeño puño regordete.
Al llegar frente al edificio de dos pisos, fachada blanca y doble puerta de vidrio, se detuvieron. Bishamon espero en la vereda mientras los transeúntes admiraban su elegante y hermosa apariencia en un kimono purpura y su largo cabello rubio ordenado en una trenza. Al mismo tiempo, Atena entró al edificio y les pidió a dos guardias que salieran a la vereda y ayudaran a entrar el cochecito.
Una vez que estuvieron dentro del edificio, Bishamon quedó mirando la distribución de lo que Atena y Hitomi denominaron, periódico.
El edificio tenía treinta metros de ancho y cincuenta de largo, donde terminaba en una puerta que llevaba a un lugar de donde provenía un traqueteo metálico. El pasillo se dividía en dos, primero venían cinco mesas a cada lado con sus respectivas sillas. Después había una muralla de un metro y medio que ponía fin al espacio que podían acceder los visitantes. Y como prueba de eso, en medio del pasillo, había dos guardias de gran estatura. Después de eso, venían los escritorios del lado izquierdo para los trabajadores formales y del lado derecho, la recepción y las escaleras que conducían al segundo piso. Por último, las estanterías con documentos, diccionarios y otros apuntes para la investigación.
Bishamon y Atena hicieron todo el camino hasta los guardias, quienes se hicieron a un lado sin preguntar y saludaron inclinando sus rostros. Las diosas los saludaron con una amable sonrisa y continuaron hasta detenerse frente a la recepción, donde estaba la secretaria de Hitomi, Asfi, la aventurera de la familia Hermes que en estos momentos conversaba con el bullicioso, pero siempre amigable, dios Hermes.
Hermes llevaba puesto el sombrero fedora con la pluma blanca del lado izquierdo. Bufanda roja alrededor del cuello y el resto de su ropa era verde. En estos momentos tenía el codo izquierdo apoyado en la mesa de la recepción mientras miraba a Asfi y esta última tomaba nota de todo lo que decía el dios. Hermes sonreía, decía cosas y Asfi lo miraba de vez en cuando, pero sus manos seguían escribiendo.
Hermes noto la proximidad de las diosas y formó una gran sonrisa —¿Qué tenemos aquí? ¿Qué tenemos aquí?— preguntó —esto es una sorpresa. Tanto tiempo sin verte Bishamon— después miró a Atena y asintió.
—Mucho tiempo sin verte, Hermes— respondió Bishamon con una sonrisa amable —vine a ver cómo están las cosas en el "periódico" ¿Y tú?—
—Aquí, todo bien, trabajando para que su majestad se haga más poderoso e influyente— dijo Hermes con un sentido oculto
—Hermes— dijo Atena gesticulando una sonrisa, pero mirándolo con seriedad —elige tus palabras con más cuidado, creo habértelo dicho con anterioridad—
—Ups, fue un pequeño desliz— respondió Hermes con una sonrisa, como si no le importara mucho —a todo esto, de volverse poderoso e influyente. Tú aprendiz cada día se vuelve más buena en lo que hace. Siento escalofríos—
—¡Dios Hermes!— lo regaño Asfi con una expresión de preocupación.
Atena negó con la cabeza ignorando los comentarios de Hermes y en su lugar, miró a Asfi, de lentes y cabello corto de color turquesa —¿Cómo estás, Asfi? ¿Alguna novedad?— preguntó
—Yo estoy bien. No ha pasado nada relevante hasta el momento, diosa Atena— dijo Asfi con una mirada llena de respeto.
—Eso es bueno, mantente vigilante, estos últimos diez días serán relevantes—
—Estaré vigilante—
Atena asintió ante la actitud de Asfi y después miró Hermes —tú también, mantente atento a cualquier cambio. Es un momento crucial para mi esposo—
—Por supuesto— respondió Hermes en un tono de voz burlesco —tendré los oídos atentos a lo que susurre el viento. Nada se me escapara—
Atena negó con la cabeza, volvió con los guardias y le pidió que la ayudaran con el cochecito de los bebés para llevarlo al segundo piso.
Una vez que estuvieron en el segundo piso, las diosas avanzaron por un largo pasillo con un piso de madera, murallas blancas y con las vigas del techo a la vista. Todo había sido reacondicionado hace dos meses, así que el aspecto de la madera en el techo y el piso era lustroso de un color natural. Las murallas estaban adornadas con cuadros de paisajes entremezclados con los retratos de Hitomi, la directora del periódico, Atena, como la subdirectora, y Hermes, como un asesor. La firma de Viggo estaban en la esquina derecha de cada cuadro.
Las diosas se detuvieron frente a una puerta doble hecha de madera robusta y barnizada al natural. Atena golpeo un par de veces, desde el interior le indicaron que pasara y Atena empujo ambas puertas para que Bishamon pudiera entrar con el cochecito.
Adentro encontraron a Hitomi de pie, detrás de su escritorio, en la esquina derecha de la oficina. Por detrás de ella había grandes ventanales con cortinas de color beige semi transparentes recogidas a los lados. En estos momentos Hitomi miraba un legajo de documentos con extremo cuidado para después tomarlos y distribuirlos en uno de los cinco montones que tenía sobre el escritorio.
—Pareces muy concentrada hoy, directora— dijo Atena con una sonrisa amable.
Hitomi salió de su concentración, miró hacia adelante y al ver a la diosa, por fin salió de su abstracción. Entonces tomo una profunda respiración, sonrió y salió de detrás de su escritorio. Camino hasta donde estaba Atena, le tomo las manos, sonrió y después fue a donde estaba Bishamon.
—Buenos días, Bishamon ¿Los trajiste?— preguntó Hitomi mientras miraba a la diosa rubia en su kimono purpura empujando el cochecito.
—Sí, estaban muy aburridos en casa— respondió Bishamon
—¿Solo ellos?—
—Bueno, yo también—
Hitomi se acercó al cochecito y vio a los gemelos despiertos y mirándolo todo con curiosidad.
Al mismo tiempo, Atena aprovecho para acercarse al escritorio y mirar los documentos que estaba evaluando Hitomi. Ellas tenían un periódico, algo que empezó a dar frutos y se volvió popular de muchas formas. Sobre todo, por las baratijas que podían comprar los aventureros novatos o por las rebajas de existencias de los principales productores de Orario, como la familia Hephaestus, con todos los intentos de espadas que producían los aprendices. Era trabajos mediocres, pero para un aventurero que apenas podía llegar al piso cinco, era más que suficiente. También estaba la familia Démeter, que producía setenta por ciento del grano que se consumía en Orario. A veces le quedaban algunos sacos que no se podían vender, así que, antes de que se perdieran, preferían rebajar los precios.
No obstante, lo importante de todo esto fue el manejo de la información y sus ventajas: Una parte consistía en profetizar a través de mensajes la llegada del rey de los dioses, en este caso Viggo. Por otro lado, Hitomi lo ocupaba para comprar cosas para ella o informar a personas influyentes sobre artículos que pudieran ser de su agrado a un precio conveniente. Al final, la influencia se construye en base a una cadena de favores.
Atena tomo un papel mientras le daba una breve mirada de soslayo a Hitomi, quien abrazaba al pequeño Vergil, de cabello ralo y rojo, y le daba de besos en sus regordetas mejillas. Atena sonrió, pero después miró más detenidamente el contenido del documento. Esto era un listado de todas las propiedades en desuso y la razón de la situación. En total, eran diez casas en la región norte de Orario, donde vivían los nobles. Además de diez casas en el sector sur de Orario, cerca del distrito herrero. La gran mayoría habían sido tachadas, pero quedaban cuatro. Dichas propiedades estaban a bajo precio porque los propietarios habían abandonado Orario o eran nobles caídos en desgracia. Así que necesitaban el dinero con urgencia.
Atena de nuevo miró a Hitomi, quien abrazaba a Vergil como si fuera su hijo y reevaluó las palabras de Hermes —¿Cómo van los murales en la avenida principal?— preguntó
Hitomi miró a Atena mientras abrazaba al bebé Vergil y le dijo con una sonrisa —se programaron para…—
Sin embargo, Hitomi no pudo continuar porque escucho un potente estruendo. Ella y Bishamon cargaron a Vergil y Dante y junto a Atena, se acercaron a la ventana y miraron a la cima de la torre de Babel. Un enorme pilar de luz solar se elevaba perforando el cielo.
Al mismo tiempo, las calles en Orario se congelaron. Los caballos en las calles relincharon, los perros en los callejones ladraron y los gatos se engrifaron de forma amenazante. La gente dejo de hacer lo que estaba haciendo y salió a las calles a mirar. Los que estaban en la calle se detuvieron y miraron en una mezcla de horror y anticipación. Este era el rayo ciento noventa y nueve, y si lo que decían los murales era verdad, solo faltaba un rayo de luz solar para que naciera el rey de los dioses. Era de conocimiento común para todo Orario, nadie sabía quién era ese aventurero, pero se rumoreaba que era uno de los Dragonroad. No porque alguien lo señalara, si no, porque cuando el pelirrojo caminaba por Orario, todos podían ver el brillo dorado de sus ojos.