Después de la batalla con Sigrun, Rosewisse, Viggo y Brunilda se quedaron descansado durante media hora hasta que Rosewisse se sintiera mejor. Entre Viggo y Brunilda le acomodaron el ala a Rosewisse y la hicieron gritar del dolor, pero con un poco de estus se pasó la inflamación y el dolor.
Ellos se pararon en el centro del salón de las valkirias que ahora no era más que un montón de escombros al lado de una cascada que se convertía en un rio que iba a parar al Lago de los Nueve Reinos.
—¿Adónde vamos ahora?— preguntó Rosewisse —me gustaría ir a visitar a mi maestra y contarle lo sucedido—
Viggo sonrió de forma astuta y le preguntó —¿Te acuerdas de donde sacaste los primeros manuales de herrería enana que me diste?—
—Sí, era en las minas de Volunder— respondió Rosewisse —al sur de aquí y al norte de la montaña de los Jotun ¿Por qué?—
—Recuerdo que mencionaste que había enormes vetas de mineral enano. Quiero recoger algunos pigmentos—
—Ooooh— dijo Rosewisse con una amplia sonrisa —chico listo, quieres tener tu propia mina en casa—
—Así es ¿Crees que estás en condiciones de llevarme volando?—
—Claro, no hay problema—
Rosewisse miró a Viggo, le hizo el gesto con su dedo índice para que él se agachara y así lo hizo. Ella acercó sus labios y le dio un pequeño beso —es la comisión por transporte— dijo con una hermosa sonrisa. Viggo sonrió, le tomo el rostro con la mano derecha y le dio un profundo beso. Rosewisse respondió con la misma intensidad mientras lo abrazaba de la cintura. Sin embargo, alguien tosió, ellos detuvieron su beso y miraron. Brunilda miraba hacia otro lado con la cara roja como un tomate.
—Oooh, no lo tomes personas, era un momento amoroso— dijo Rosewisse con una brillante sonrisa —si te portas bien te dejare probar a mi chico coqueto—
Viggo le dio una nalgada y le preguntó —¿Desde cuándo me he convertido en una posesión transferible?—
Rosewisse saco la punta de su lengua en una divertida y juguetona expresión. Ella el tomo la cara a Viggo, le dio un beso en la mejilla y se posiciono detrás de él, pero frunció el ceño de inmediato —sabes, esto realmente se estaba poniendo incomodo. Antes era porque eras muy alto, pero ahora la maldita armadura lo hace peor—
—Vamos, solo una vez más— respondió Viggo —la molestia es al principio ¿o no?—
—Solo por esta vez— respondió Rosewisse, ella abrazo a Viggo por detrás y miró a Brunilda —ven, síguenos, a pesar de que dije que era una mina, es lugar bonito—
—No me queda de otra— respondió Brunilda de mal humor, ni siquiera había sido considerada ni mucho menos invitada por su ancestro. Al final, ella seguía siendo la reina pobre y nunca sería una valkiria en todo el sentido de la palabra. Ella miró el muñón de su brazo faltante y soltó un suspiro con muchas ganas de ponerse a llorar. No sabía que estaba pensando, su vida como guerrera y valkiria había terminado.
Rosewisse y Viggo se elevaron al cielo y Brunilda los acompaño de cerca. Ellos atravesaron el Lago de los Nueve Reinos con dirección al sur y se internaron en las montañas para luego precipitarse por un socavón en la tierra con varias decenas de metros de diámetro. El descenso fue rápido y vertiginoso hasta que llegaron a una mina subterránea llena de grandes pilares de un color purpura cristalino. El espacio consistía en cincuenta metros de alto y ancho y descendía en diagonal en la tierra como un túnel que parecía no tener fin.
Rosewisse (mientras cargaba a Viggo) y Brunilda batieron sus alas y mantuvieron su posición durante unos minutos, para después retroceder en la cueva hasta una zona en donde había un suelo plano de tierra y piedra. Se venían diferentes desniveles escalonados con rieles y vagones para transportar los materiales.
Rosewisse dejo bajar a Viggo y este último se preocupó de que no hubiera enemigos a la vista mientras las valkirias descendían.
—Parece un lugar tranquilo— dijo Viggo viendo que no había rastro de draugrs u otra forma de no muerto, pero lo que realmente le preocupaba era estar lo bastante lejos del cadáver de Thamur y donde su maestro, Baldur y la bruja Freya se enfrentarían. Rosewisse ya había tenido suficiente de luchas como para tener que seguir enfrentando con las dudas de saber a quién apoyar.
—Sí, lo es, a menos claro, que alguien haya venido y lo haya llenado de nuevo de monstruos— respondió Rosewisse parándose al lado de Viggo y cruzándose de brazos.
—Quiero descansar— dijo Viggo
—Que coincidencia, pero…— respondió Rosewisse y miró a Brunilda que estaba un par de pasos por detrás de ellos mirando al suelo.
—Bueno, dije que descansar, nada de amoroso—
—Sí, tienes razón, eso sería genial, Sigrun me golpeo lo suficiente—
Viggo tomo su bolso y saco dos camas. Una era la que ellos ocupaban normalmente y la otra era la enorme y lujosa que pertenecía a Ivaldi. Por supuesto, ellos fueron corteses con Brunilda, pero tampoco era tontos. Brunilda ocuparía la de ellos y ellos ocuparían la de Ivaldi.
De esa manera pasaron las horas, sintieron unos cuantos temblores, pero nadie salió de la mina. Rosewisse estaba muy cansada y Brunilda estaba meditando en sus cosas. Solo Viggo, a través de su clarividencia miraba a la distancia y veía el combate de la bruja Freya contra su maestro para proteger al asesino Baldur. Viggo también tenía una madre y sabía que ellas siempre perdonarían lo que fuera a sus hijos, pero el propio Viggo siempre pensó que había un límite. Ahora, no entendía muy bien porque su maestro se ponía en semejante aprieto por Freya, realmente no valía tal esfuerzo de enemistarse con aquella mujer temible. Incluso hubiera sido más inteligente dejar que Baldur matara a Freya y que después él matara a Baldur. Este último no lo dejaría tranquilo, así que podría alegar defensa propia.
Viggo pensó en como valoraría este movimiento Odín, de seguro le daría un 3 considerando que uno es un movimiento suicida y diez un movimiento perfecto. Lo único bueno, fue que, por la distancia, el conflicto entre el cadáver de Thamur y la serpiente del mundo no llego hasta aquí. Rosewisse durmió a gusto, Brunilda se durmió después de torturarse lo suficiente con sus problemas y Viggo durmió tranquilo con una sonrisa en la cara. Todos sus asuntos en Midgar estaban resueltos y ahora solo le quedaba como resolver el problema de matar a Odín. Eso sería una pregunta interesante de responder, cada una de las opciones era más divertida que la anterior, pero tampoco se podía confiar o aquel tipo lo mataría.
Viggo se levantó de la cama con cuidado y tomo su bolso de cuero colgado de una de las esquinas de la cama. Ahora iba con el torso desnudo, la túnica roja y los pies descalzos. Este lugar era inusualmente cálido, así que no le ocasionaba ningún problema. Viggo se alejó de las camas y camino por el espacio abierto que antecedía a los pilares de minerales que después de procesarlo se transformarían en mineral enano. Viggo llevo su dedo índice y medio a la frente y se tocó el espacio entre las cejas. Al instante siguiente apareció el trono del soberano. Viggo se sentó en el enorme asiento hecho de mármol blanco y miró los pilares de mineral. Dejo el bolso de cuero sobre sus piernas y metió su mano en el interior. De forma sorpresiva lo primero que toco fue uno de los ultra espadones de los viajeros. Viggo sacó el ultra espadón casi tan grande y ancho como él y lo levanto apuntado al techo. Realmente no sabía porque esta arma le producía un sentimiento tan nostálgico como algo que era tan natural y propio de él. Nunca había tomado un ultra espadón de viajero. Viggo apuntó hacia adelante y se quedó pensando en la sensación del arma. A lo mejor no era el arma en sí. A lo mejor fue la finalidad, el sentimiento o la intención que se creó.
—Aquel que tiene por nombre guerra ¿verdad?— murmuro para sí
Viggo negó con una sonrisa, guardo el ultra espadón en el bolso de cuero y saco la máscara de Ivaldi. Viggo se puso la máscara sobre su cara y se quedó sentado con la espalda apegada el respaldo mientras miraba hacia adelante. A los diez segundos se extendió la malla de energía sobre toda la superficie que había por delante de él, desde el piso que duraba diez metros hasta los enormes pilares purpuras con un brillo cristalino. Sin embargo, al momento de identificarlos, en el visor de la máscara aparecieron varios rectángulos que avisaban que el material era desconocido.
—¿Qué rayos?— murmuro Viggo con su voz ahogada por la máscara. Él saco la gema de color turquesa con grabados dorados llamada mente de Ivaldi. Viggo canalizo mana y la máscara hizo algo totalmente nuevo. La malla de energía desapareció de su visión y en lugar apareció una especie de aura celeste que emergía desde la mente de Ivaldi. Viggo continúo suministrando mana a la mente de Ivaldi, pero se quitó la máscara y vio que no pasaba nada en el mundo físico. Se volvió a poner la máscara y vio que el aura continuaba extendiéndose. Al mismo tiempo, comenzaron a aparecer recuadros rectangulares en su campo de visión indicando que había identificado el mineral y otros derivados que había dentro de las vetas.
Viggo se levantó y dejo el bolso de cuero sobre el trono del soberano mientras avanzaba hacia los pilares de mineral purpura con un brillo cristalino. Al llegar frente al mineral, apareció un largo recuadro vertical con una amplia descripción de lo que era. El titulo decía "Vibranio de baja pureza (5%)" A lo largo del recuadro explicaba los diferentes métodos de procesamiento y que solo alcanzaría un treinta por ciento de pureza. En tal estado se le llamaba "Acero de Svartalfheim blando" que servía para hacer armaduras de bajo nivel, pero ese no era el límite y con otros dos procesos más ponía alcanzar nuevos niveles de fuerza.
Viggo se quitó la máscara, dejo la mente de Ivaldi sobre la máscara y llevo su mano al pilar purpura con un brillo cristalino. Después miró la máscara y la mente de Ivaldi sobre su mano izquierda y se quedó pensando.
—Hay que tener cuidado— murmuro —será mejor que le pregunte a Kiara—
La mente de Ivaldi era un dispositivo inteligente que podía proyectar imágenes y desmantelarlas en varios niveles, como si pudieras proyectar la construcción de un edificio, separarla de su fachada, después de las murallas, pisos hasta solo dejar los cimientos. Sin embargo, el último ejercicio le decía a Viggo que la "mente de Ivaldi" era igual que una mente normal y podía escanear cosas, identificarlas y a lo mejor, hasta aprender nuevos conceptos.
—Viggo, tengo hambre— dijo Rosewisse sentándose en la cama, a unos treinta metros de distancia
Viggo se dio la vuelta y vio a su bella valkiria con el cabello de plata rascándose los ojos con las manos. Viggo volvió al trono del soberano, guardo la máscara y la mente de Ivaldi, desvaneció el trono del soberano y camino de vuelta hasta la cama donde Rosewisse yacía somnolienta.
—¿Qué quieres para comer?— preguntó Viggo
Sin embargo, Rossewisse lo tomo de un brazo, lo jalo a la cama y se acostó de lado mientras lo abrazaba. Ella continúo durmiendo y Viggo quedó indefenso delante de un rostro tan tierno. Viggo dejo el bolso de cuero en la cama, pero después se resbalo y cayó al suelo. Eso no le importo y se dedicó a abrazar a Rosewisse.
—Lo hiciste genial— susurro Viggo en voz baja, lo que hizo sonreír de manera tonta a Rosewisse.