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Midgar y el templo de Tyr 2.260

La discusión de los pergaminos se quedó a medio camino. Viggo se había vuelto lo suficientemente centrado como para entender que esto deberían conversarlo él y Rosewisse en privado y no delante de la bruja Freya. Viggo soltó un suspiro, tomo el primer pergamino y lo comenzó a leer. El pergamino pertenecía a los enanos que habían venido desde Niflheim, con los hijos de Ivaldi; herrería enana. En grandes términos habla del proceso de preparación del metal enano y como procesarlo para que alcance los tres niveles de fortaleza; Acero blando, endurecido y sólido. Cada nivel de procesamiento del acero enano te permitía mejorar la durabilidad del metal, el flujo de mana y lo más importante, la cantidad de runas que podían poseer. En ese caso, Viggo creo un dial en su imaginación y fue categorizando los diferentes niveles de fuerza que podía alcanzar un arma hecha con el acero enano.

Después siguió con otros pergaminos mientras Freya y Rosewisse lo miraban estudiar rápidamente los pergaminos.

Veinte minutos después, Viggo agacho la cabeza y llevo su mano derecha a su rostro para apretarse el tabique y cerrar los ojos.

—¿Te sientes bien?— preguntó Rosewisse

—Sí— respondió Viggo con los ojos cerrados, movió su mano derecha de forma inconsciente y la paso por encima de los pergaminos. Todos fueron absorbidos por el anillo en su dedo índice y almacenados —solo necesito sentarme en mi trono, es mucha información para almacenar—

—¿Tu trono?— preguntó Freya

Viggo negó con la cabeza, estaba demasiado mareado como para explicarle las cosas. Él abrió los ojos y miró hacia adelante. Estaba la mesa, Rosewisse con sus hermosas alas y cabello de plata a la izquierda mientras que Freya estaba al frente. Viggo miró más allá de Rosewisse y vio el suelo de la choza. Parecía firme, pero no quería correr riesgos.

—Voy a salir por un momento— dijo Viggo, se levantó con un movimiento lento y agotado. Camino por la choza y Rosewisse preocupada, lo alcanzó y lo sostuvo del brazo. Una vez que salió al jardín florido, camino hacia un pequeño montículo de tierra y pasto amarillo. Ahí, Viggo llevó su dedo índice y medio al espacio entre sus cejas donde tenía el punto rojo. Después señalo con esos mismos dedos hacia el montículo de tierra y pasto amarillo. Al instante siguiente apareció un hermoso trono de mármol blanco con un enorme respaldo de tres metros de altura. Viggo camino hasta el trono y se sentó con ayuda de Rosewisse. Entonces cerró sus ojos durante unos segundos y abrió los ojos mostrando una expresión de relajación y agotamiento.

—¿Todo bien?— preguntó Rosewisse, dándose cuenta de que Viggo ya no poseía el pequeño punto rojo entre las cejas.

Viggo asintió, se levantó del trono y llevo su dedo índice y medio a la frente. Volvió a tocarse la frente, el trono desapareció y volvió a aparecer el pequeño punto rojo entremedio de sus cejas. El trono era una increíble herramienta, la mejor. Incluso más valiosa que las pinturas. Sin embargo, como todas las cosas, Viggo tenía un límite.

—Deberías dejar de ocuparlo por un tiempo— dijo Rosewisse

Viggo la miró a los ojos y coincidió con ella. Hasta él mismo se sentía cansado mentalmente después de ocupar tantas veces el trono del soberano —lo dejaré de ocupar durante un tiempo, pero por ahora, debemos hacer estos esfuerzos— dijo —vamos a ir a Niflheim y todo el conocimiento enano será necesario—

—Sí, lo sé amor, pero me preocupa— insistió Rosewisse

—No te preocupes, estaré bien— dijo Viggo

—Eso es un increíble artefacto— dijo Freya acercándose a la pareja

—Así es, pero me gustaría pedirte que no se lo cuentes a nadie—

—Aunque se lo contará a alguien, nadie me lo creería— murmuro Freya, como diosa Vanir y bruja podía decir cuando algo era especial y dicho trono blanco no era equiparable a nada que hubiera visto con anterioridad. Ni siquiera la lanza de Odín o el martillo de Thor.

—Freya— dijo Viggo con voz tranquila y expresión seria —¿Me podrías prestar el bifrost que le mostraste a Rosewisse hace tiempo?—

—Eso ¿Para qué lo quieres?— preguntó Freya —no le queda energía y tampoco le podrías dar uso. El templo de Tyr está bajo el agua, es imposible alcanzarlo y viajar entre los reinos. Lleva así más de cien inviernos—

—No pretendo hacerle nada, no te preocupes, te lo devolveré en un instante— dijo Viggo. Con la ayuda del trono del soberano lo había pensado y emulado un millón de veces.

Rosewisse miró a Freya y le dijo —por favor, maestra, Viggo te lo devolverá de inmediato—

Freya sabía que algo se traían entre mano estos dos niños, pero como ellos eran personas decentes y de confianza, asintió. Ella fue a la casa, busco el bifrost y volvió con él. Una pequeña escultura metálica de unos treinta centímetros de alto con dos dragones a los lados y un cristal en su interior con un brillo celestial. Ella lo tendió a Viggo y este último lo recibió.

Viggo activo su clarividencia, era la hora de la verdad, Odín no era ningún tonto, pero al igual que Mimir, no podía dejar de sobre pensar las cosas y perjudicarse en el proceso. La visión de Viggo se elevó como un ave y vio pequeña a la gran tortuga con el árbol y sus hojas rojas. Después de eso veía la huerta de Freya, un muelle y un rio caudaloso. Más allá del rio los bosques se extendían oscuros y deshabitados por seres vivos. Como lo pensó Viggo, los draugrs y segadores había sido liberados después de dos años de cautiverio. Por eso él y Rosewisse en su constante búsqueda no había podía encontrar enemigos. Odín no les daría enemigos para que ellos se fortalecieran y sus fuerzas mermaran. No, él podía ser curioso, pero sabía dónde estaba el límite en el que podía experimentar.

La visión de Viggo paso por los bosques divisando una gran cantidad de draugrs que se movían en grupos sin ningún sentido o lógica. Solo estaban ahí, buscando enemigos a los cuales devorar.

La visión de Viggo continuo hacia las montañas que rodeaban El Gran Lago de los Nueve Reinos. Diviso la enorme masa de agua con una niebla cubriendo gran parte de su superficie. Aun no era el momento, pero según Kiara y Xiao debería ser hoy. Viggo continúo mirando más hacia el norte, donde la señal de un objeto similar al bifrost lo llamaba. Poco a poco los cielos se fueron cubriendo de nubes oscuras, los ventarrones transportaban la nieve, congelando el agua y cubriendo la tierra de su blancura. Las montañas se volvieron a elevar y Viggo pudo ver a la distancia el cadáver del gigante de escarcha Thamur. Una existencia del tamaño de una ciudad como Orario. Sin lugar a duda, una visión para plasmar en uno de sus cuadros pensó Viggo. Sin embargo, lo que le importaba estaba en la cabeza del gigante Thamur o mejor dijo, en la punta del enorme cincel clavado en su cabeza. Ahí, sobre el metal frio, había un hombre grande, de cabello cobrizo, piel pálida, cabello desgreñado hasta los hombros, barba y enorme barriga de bebedor. Aquella persona era Thor, sentado sobre el gran cincel, mirando a la distancia y bebiendo de un cuerno. La visión de Viggo se cortó de inmediato, había encontrado a su presa.

Viggo sonrió, miró el bifrost en su mano y después se lo tendió de vuelta a Freya —gracias— dijo —no sabes el favor que me hiciste—

—De nada— dijo Freya, cada vez más curiosa por lo que había hecho Viggo. Ella sabía que él había hecho algo, pero qué. Sintió como el poder divino se manifestó de forma fluida, suave y tranquila, como un pequeño arrollo, pero Viggo no mostro signos de ningún tipo ¿Cuál es la divinidad de este muchacho? Se preguntó.

—Rosewisse— dijo Viggo hablando con una expresión seria —es el momento, viajemos—

Rosewisse asintió, miró a Freya y le dijo —Voy a dar unas vueltas con mi marido y volveré en unas horas. No se preocupe, estaremos bien—

—No hagas nada que te pueda traer problemas— dijo Freya con una expresión de preocupación maternal

—Sí, no se preocupe, soy fuerte y mi marido también. Incluso si viene Thor, podremos escapar. Además, tengo esto— ella tomo el collar alrededor de su cuello. Era algo que Kiara le había dado a Viggo, pero Viggo se lo había entregado a ella porque le preocupaba su seguridad —¿Se acuerda de lo que le dije?—

—Sí, pero las preocupaciones—

—No se preocupe, estaré bien, se lo prometo—

Freya miró a Rosewisse de hermoso cabello de plata y alas blancas. Sin duda una hermosa muchacha, dulce y amable como solo ella podía ser. Había heredado los buenos rasgos de su abuela Gondul y una fortuna envidiable.

Rosewisse miró a Viggo, ella camino detrás de él y como otras veces, lo abrazó por detrás. Ella extendió sus hermosas alas blancas, se agacho y se sintió incomoda al saltar. Viggo era una cabeza más alta que ella, sin contar que apenas podía rodear su pectoral. Sin embargo, al elevarse, aleteo dos veces sin dificultad, elevándose por encima de la tortuga y el árbol en el jardín de Freya y después planeo con dirección norte. Poco a poco fue perdiendo altura, lo que la obligo a aletear con más fuerza y ganar mayores alturas. De esa manera, ella se alejó del jardín de Freya y se adentró en la tierra abandonada de Midgar, llena de asentamientos deshabitados y monstruos peligrosos.

—¿Hacia dónde?— grito Rosewisse sintiendo las frías corrientes de viento helar todo su cuerpo

—Hacia el noreste, en el cadáver de Thamur— grito Viggo de vuelta —ese bastardo está sobre el cincel de Thamur—

—¿Realmente estás preparado?— preguntó Rosewisse divisando las montañas que bordeaban El Lago de los Nueve Reinos.

—Lo estoy si tú lo estás— respondió Viggo con una amplia sonrisa

—Viggo, es en serio— grito Rosewisse

—Hablo en serio, estoy listo, pero debes recordar. No hay que matarlo y en lo posible vernos un poco más débiles que él. Queremos llegar a Odín y saber qué es lo que se trama, entender porque hizo las cosas y donde estuvieron sus errores. Solo así podremos entender la realidad de Midgar y los otros reinos. Nada es tan sencillo—

—Viggo, con respecto a hablar con Odín—

—Lo sé, sé que suena loco, pero debo saber porque hizo todas esas cosas. No te preocupes, ya sea de una y otra forma, lo mataremos. Sin embargo, ese momento deberá ser aplazado para aprender del hombre detrás de los planes. Odín fue paciente con Mimir, lo dejo ser y cuando ya no le sirvió lo amarro a ese árbol, nosotros debemos aprender de él—

—Viggo, no seremos como él— dijo Rosewisse

—Lo sé, amor, seremos mejores—

Rosewisse asintió sintiendo cada vez más frio por las corrientes aire que venían de las montañas. De alguna manera Midgar había alcanzado niveles de frio abrumadores y eso que era pleno verano. Las montañas deberían permanecer frías, pero no tan frías como si fuera pleno invierno. No obstante, Viggo canalizo touki alrededor de su cuerpo y a Rosewisse. Ella sintió la protección y el calor agradable, así que sonrió más confiada y gracias a este pequeño detalle, se sintió protegida. Todo estaría bien, eran los dos juntos, se había preparado para este momento. Viggo y ella llegarían al fondo de todo este caos y restaurarían los nueve reinos. Entonces, podría volver con tranquilidad a Orario, donde Bell y los otros la esperaban. Viviría con Viggo y estaría tranquila de que hizo lo mejor para su pueblo, como lo hubiera querido su madre.

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