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Valkiria y Familia 2.144

-No me hables- dijo Rosewisse mientras subía la cuesta de la montaña.

-Vamos, Rosewisse- dijo Viggo mientras la seguía un par de metros por detrás -yo también entrene mucho tiempo. No es justo que te enojes por esto. Íbamos a ir a ver al sabio ¿Te acuerdas?-

-Todavía vamos a ir, pero iremos por separado. Busca tu propio camino. No me hables, tus palabras me parecen desagradables-

-¿Eres una mala perdedora?-

Rosewisse se detuvo y se volteó para mirarlo con el ceño fruncido. Ella levantó su varita en la mano y se acercó apuntándola contra la nariz de Viggo. Este último retrocedió, un poco preocupado de que a ella se le escapara una magia. Eso no sería para nada bueno. Más considerando el estado de ánimo.

-No soy una mala perdedora- dijo Rosewisse, con la punta de su varita a unos centímetros de la nariz de Viggo.

-Sí, sí, sí- dijo Viggo asintiendo mientras hacia una sonrisa tonta y no apartaba los ojos de la varita -fue mi error, completo error. Nunca debí decir eso, me retracto. Ahora quieres ser buena y apuntar eso en otra dirección. No quiero que lances tu magia en mi cara, es lo mejor que tengo-

-Egocéntrico- dijo Rosewisse, se detuvo, Viggo con ella. Ella miró su varita y se dio cuenta de que lo estaba apuntando peligrosamente a la cara. Soltó un suspiro, le dio la espalda y lo golpeo con sus alas. No debería estar tan enojada con él solo porque tiene una mejor puntería que ella. Era solo que, bueno, ella había invertido mucho esfuerzo en su puntería. La vida no era justa si cualquier te podía superar. Rosewisse bajo su varita, la desvaneció y siguió caminando sin prestarle atención a Viggo.

Viggo soltó un suspiro de alivio al ver que ella ya no lo amenazaba con la varita. Entonces la empezó a seguir de cerca. Aunque Rosewise llevaba sus alas recogidas, igualmente se veían anchas y aparatosas con esa armadura de oro. Viggo se preguntó cómo sería tocar esas plumas blancas que se veían por debajo, seguro tenían una superficie sedosa.

Durante una hora el viaje de subida fue en silencio. Los ventarrones se volvieron más frecuentes, la oscuridad más densa, los animales menos visibles. Algo pasaba en la montaña de los Jotnar que se había vuelto un lugar deshabitado. En el fondo de una ladera se veían algunas construcciones derruidas, como templos o casas hechos de piedra. Se veían vasijas, cajas de madera podrida y algunas jarras que solo tenían tierra. Había pasado mucho tiempo desde que alguien vino a este lugar.

-¿Qué crees que paso aquí?- preguntó Viggo

-Odín- dijo Rosewisse avanzando dos metros por delante de Viggo. Ella desvió su vista de la empinada pendiente y miró hacia el fondo de la ladera. Se concentro en el gran templo que debió tener unos cien metros de largo y cuarenta de ancho. Una construcción magistral de gruesas murallas y pilares cincelados en piedra. Una trabajo delicado y demasiado minucioso que solo un enano podría lograr -se dice que él y su hijo comenzaron a cazar a los Jotnar hasta que ellos no pudieron soportarlo más y abandonaron Midgar. Nadie sabe a donde fueron o quien los ayudo. Se dice que fue Tyr, pero es solo especulación. Ni siquiera en Vanaheim tienen la certeza-

Ellos llegaron a la parte más alta de la montaña, que con suerte era un tercio de la altura de la cierra nevada. Miraron por delante un terreno plano que solo duraba cien metros por delante y después se enfrentaba a un gran acantilado cuyas orillas eran unidas por un puente de madera de dudosa resistencia. Era igual que la mayoría de las construcciones o restos de esta montaña, había sido abandonado hace mucho tiempo.

-Ven Viggo- dijo Rosewisse -colócate por delante de mí dándome la espalda-

-¿Para qué?- preguntó Viggo, avanzando y mirándola a la cara

Rosewisse también lo miró a los ojos y le dijo -para hacerte cruzar volando. Es claro que ese puente no servirá. Incluso sería mejor cortarlo. Si alguien más lo ocupa, de seguro caerá y será su fin-

Viggo miró al puente, cien metros por delante. Tenía gruesos pilares de piedra a los lados. Una cuerva atada en cada lado de cada extremo. La base donde se caminaba era hecha de tablones de madera. Viggo miró a Rosewisse y ella asintió. Viggo pensó que era lógico y asintió en respuesta. Guardo su arco y aljaba, sacó su hacha y camino mientras Rosewisse lo seguía. Viggo se acercó al puente, puso su mano en una de las cuerdas de los lados y lo meció un poco. El puente se agito de arriba abajo en un suave movimiento y en solo unos segundos, diez tablas se partieron y cayeron a un al fondo del acantilado. Viggo siguió las tablas con la mirada y vio que el fondo del acantilado estaba cubierto de nieve y piedras filosas. Sea quien sea que caiga ahí, no sobreviviría, a menos que fuera un dios con una excelente regeneración. Viggo tenía esto último, pero no lo quería comprobar. Era cien metros de caída, si no más.

Viggo tomo el hacha y cortó las cuerdas de los lados. Eso estremeció todo el puente y cayeron otras diez tablas más. Ya casi no era transitable de ningún modo. Así que Viggo lo termino de rematar cortando las dos cuerdas de la base. El puente se soltó de este lado y cayó hacia el otro lado, golpeando la muralla del frente. Eso genero un ruido de las tablas azotándose contra la piedra que reverbero por todo el acantilado.

Viggo miraba como caían las últimas tablas del puente en el otro extremo, pero alguien lo sujeto de los hombros y él dio un respingo. Miró hacia atrás y vio a Rosewisse seria. Ella lo tomo de los brazos y lo arrastro hacia atrás.

-No sigas mirando hacia abajo- dijo Rosewisse

-Lo siento, fue algo inconsciente- respondió Viggo

-Lo que sea, guarda el hacha, mientras menos peso, mejor- continuo Rosewisse -solo serán cien metros de vuelo, pero te sugiero que no mires abajo. No me gustaría que te movieras, pescar una ráfaga de viento y caernos al precipicio-

Viggo asintió, guardo su hacha en su bolsa y la ato en su cintura. Después le dio la espalda a Rosewisse y ella se acercó por detrás. Paso sus manos por debajo de los brazos y entrelazo sus manos por delante.

-¿Listo?- preguntó Rosewisse

Viggo volteo su rostro notando que sus rostros quedaron muy cerca el uno del otro. Ella se sonrojo, Viggo solo sonrió y asintió. Rosewisse se enojó con Viggo ¿Por qué solo ella se sentía tan consiente de él, pero él nada? Se preguntó ¡Al menos deberías ponerte nervioso! Grito dentro de su mente. Ella dio un saltó al cielo mientras extendía sus alas.

-Espera, espera, espera- grito Viggo totalmente asustado al alejarse del suelo

-Ya no nos podemos detener- dijo Rosewisse mientras saboreaba el miedo de Viggo. Era lo que él se merecía por tonto. Ella cayó, se inclinó un poco hacia adelante planeando un par de metros, Viggo soltó un grito de miedo. Cosa que hizo reír a Rosewisse, pero ella rápidamente coloco sus alas en el ángulo perfecto para que las ráfagas de viento la elevaran. Una vez que el descenso se detuvo, ella aleteo dos veces y eso la elevo varios metros de un solo golpe. Cosa que tranquilizo a Viggo.

-¿Qué pasa?- preguntó Rosewisse divertida ante el previo grito de Viggo. Las ráfagas de viento le echaban el cabello hacia atrás mientras abrazaba a Viggo por detrás -pensé que eras más valiente que esto-

-Yo soy valiente, muy valiente- respondió Viggo afirmando las manos de Rosewisse sobre su pecho. Al mismo tiempo se le ocurrió mirar al fondo del acantilado y Rosewisse quito su mano derecha, solo sosteniéndolo con la izquierda. Viggo dio un grito de horror y dijo -no me sueltes, por favor, no me sueltes-

Rosewisse soltó una risita encantadora que reverbero por el acantilado, pero pronto su diversión se terminó y llegó al otro extremo del acantilado. Dejo a Viggo en el suelo y él se arrastró por la nieve para alejarse de ella, mirándolo con extremo horror.

Viggo la apuntó con el dedo índice de la mano derecha y le grito -nunca más, nunca más en la vida-

-Vamos Viggo- dijo Rosewisse con una hermosa sonrisa -solo fue una broma-

-Maldición- grito Viggo -casi se me sale el corazón por la boca-

Sin embargo, en vez de que aquellas palabras hicieran sentir mal a Rosewisse, solo la hicieron reír a carcajadas mientras se agarraba el estómago. Viggo la quedó mirando y al verla tan feliz, soltó un suspiro. Después se sentó y agacho la cabeza. Ni siquiera su maestro con su terrible temperamento y su entrenamiento destructor lo habían asustado así en toda su vida. Esta mujer era terrible, pensó. Al calmarse noto que de este lado del acantilado la había una capa de nieve sobre el suelo. Después escucho unas pisadas y miró hacia adelante.

Rosewisse se agacho delante de él para que sus ojos coincidieran y sonrió -¿Vamos?- preguntó

Viggo asintió mientras sentía que su corazón latía con más fuerza que si hubiera tenido un duelo con su maestro. Él trato de ponerse de pie, pero Rosewisse se levantó primero y le tendió una mano. Viggo miró esa mano pequeña y sin imperfecciones. Eso le recordó los terribles ataques que Rosewisse recibió del martillo de Thor y como los resistió sin que quedara ninguna secuela. Aunque ella cayó inconsciente, se podía considerar que no le paso nada. Viggo tomo la mano de Rosewisse y ella lo ayudo a levantarse. Ambos quedaron frente a frente. Ella sonreía con una dulzura sin igual, así que Viggo solo pudo sonreír en respuesta.

Rosewisse no le soltó la mano a Viggo y camino por delante, guiándolo por un campo de nieve que finalizaba ante un ancho y oscuro pasadizo cincelado en piedra. A sus lados del pasadizo había dos gigantes de piedra con cuernos y un tótem rectangular puesto por delante.

-Grendel, protectores de los tesoros que hay por delante- murmuro Rosewisse -esperemos que nuestra presencia no los active-

-¿A qué te refieres?- preguntó Viggo

-Estas dos estatuas están vivas y aguardan el momento preciso para activarse y atacar a la amenaza para la que los crearon-

Rosewisse y Viggo pasaron por entremedio de los grendel, mirando su gran construcción, los cuernos a los lados de su cabeza y su expresión feroz. Ellos estaban de pie, con las manos apoyadas en el tótem por delante de ellos. Sin embargo, no se activaron y Rosewisse y Viggo pudieron pasar y aventurarse al pasillo labrado en piedra mientras caían los copos de nieve. Paso una ráfaga de viento helado y meció los cabellos de ambos.

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