Todos los shinobis tenían bajos niveles de chakra y lo único que resaltaba en su apariencia era un gran tatuaje con forma de sello en su cuello; prueba de su esclavitud. Ellos formaron un perímetro alrededor del vehículo todo terreno de Kain. Las personas en las cercanías salieron corriendo hace un instante.
Kain estaba a un lado de su vehículo, mirando al shinobi parado sobre el capo del vehículo. El tipo miraba a Kain con seriedad al ver que su kunai no sirvió de nada y Kain había activo su sharingan.
—Veo, vienes preparado— dijo el shinobi —pero cometiste un error al venir aquí, debes alejarte lo antes posible—
Kain lo quedó mirando, sonrió y le preguntó —¿Por qué?—
—Solo debes irte, ahora, antes de que todo se vuelva un desastre— dijo el tipo, pero cayó sobre el capo gritando de dolor y agarrándose el cuello. El resto de los shinobis que lo acompañaban también cayeron al suelo. Era una medida de seguridad contra los esclavos que se revelaban contra sus amos. Era un sello Uzumaki que seguía la lógica del sistema Uzumaki…
El shinobi se deslizo por el capo y cayó sobre la acera. Él comenzó a convulsionar y de repente, quedó inerte. Kain observó a los otros shinobis. Todos habían muerto, en total diez cuerpos esparcidos por la calle y el parque que antecedía a la playa.
Sin embargo, algo más llamo la atención de Kain. Él miró al cielo y vio gigantes grises y blancos con enormes ballestas en sus brazos. Ellos volaban, lanzaba fuego por su espalda y se movían a gran velocidad.
Kain los miró y mostró una amplia sonrisa mientras la unidad susano ampliaba la imagen en un cuadro de dialogo y realizaba un escáner. Primero el fuselaje, tomando nota de las proporciones y las áreas de ventilación. La armadura emitía una gran cantidad de calor, nadie podría soportar esos niveles de calor a menos que tuviera un kekkei genkai asociado al fuego o algo así. Sin embargo, dentro de la armadura había una persona viva.
Eran tres armaduras, ellas volaron a gran velocidad y se detuvieron a diez metros de Kain y dos metros del suelo. Eran enormes, casi diez metros de altura cada una. Tenían una estructura humanoide, en el pecho estaba la cabina del piloto.
El Círculo Dorado albergaba a la verdadera humanidad. A esa que fue desplazada del continente central cuando llegó el dios exterior y nacieron los demonios de chakra. Ellos se habían refugiado en una esquina del mundo, lo más lejos posible de los demonios de chakra.
—Kain-sama— dijo una voz masculina, como si la proyectara a través de un cono enorme que amplificaba la voz —¿Se encuentra bien?—
—Sí, estoy bien, muchas gracias— respondió Kain con una sonrisa tranquila, estaba fascinado con las armaduras. En todas sus reencarnaciones, nunca vio nada parecido. No obstante, la maravilla solo duro unos escasos segundos hasta que susano realizo un análisis detallado de la máquina, tomo registro de los niveles de energía, su aleación y composición. Al instante siguiente apareció otro cuadro de dialogo proporcionado por la unidad Janos. Le entrego la ubicación de las otras unidades. No era de extrañar que estuvieran a cien metros bajo tierra, en la capital del Círculo Dorado. En total, cuarenta y siete unidades, con estas tres que estaban frente a Kain debieron ser cincuenta en total. Sin embargo, por la profundidad en la tierra, Kain no tenía forma de saber si eran unidades funcionales o dañadas.
La gran presión del fuego que emitían las armaduras por la espalda producía un presión de viento caliente.
—Kain-sama— continuo el piloto —lamentamos este incidente. De parte de la central, le damos la bienvenida y lo invitamos cordialmente a la capital—
Kain se mantuvo tranquilo, se concentró en su respiración, la escucho clara, suave. Él sonrió y le dijo —gracias, me lo pensare—
Las otras dos armaduras a los lados apuntaron sus brazos a los shinobis que habían caído muertos y de la palma de la mano salieron números cables. Ellos recogieron a los shinobis y salieron volando. Solo se quedó la armadura que le hablo a Kain, estaba levitando, emitiendo fuego por la espalda y lanzando un aire muy caliente. Él quedó mirando a Kain, pero súbitamente se lanzó a los cielos lanzando una fuerte presión de aire y voló a la distancia.
Kain frunció el ceño, apareció un cuadro de dialogo en la interfaz visual diciendo que el análisis de carbón14 no era concluyente. Eso quiere decir que le faltó tiempo para analizar, pero lo importante es que, a pesar de la apariencia, el fuselaje de las armaduras no era metálico.
—Interesante— murmuro Kain con una sonrisa en los labios. Él se acercó a la puerta de su vehículo todo terreno, puso la mano en la manilla y los pestillos se elevaron. Él abrió la puerta y subió al vehículo. Adentro estaba Akako, sentada en su asiento y abrazándose a sí misma mientras miraba hacia arriba por el parabrisas.
Kain se sentó en su asiento y tomo un profunda respiración mientras pensaba en lo que había visto y el mensaje que le trasmitió el shinobi. Ellos se negaron a reunirse en un principio, pero algo había cambiado y ahora lo aceptaban. Puede que haya habido algunos cambios en la administración de la isla ¿Quién fue? ¿El señor Edwards? No, él envió a sus shinobis y mando un mensaje. Debe ser alguien de las cuatro familias dueñas de los casinos.
Ellos no necesitaban enviar las armaduras ni venir a recoger a los shinobis muertos, pero quisieron dejar una gran impresión, demostrar que lo podían sorprender y de ser posible, intimidar.
Kain observó a Akako, ella lo miró, sus ojos estaban llenos de miedo. El cabello rubio perfectamente ordenado en un moño, un mechón cayendo del lado izquierdo. El rostro con forma de corazón, ojos azules, nariz respingada, la boca grande y los labios gruesos.
—Ven aquí— susurro Kain y le tendió la mano.
Akako estiro su mano, tomo la mano de Kain, él la atrajo a sí y ella se acercó. Akako paso por encima de la palanca de cambio, se acomodó y se sentó en su regazo. Ella tuvo algunos problemas, su trasero era muy grande y el volante la molesto, pero ella se acomodó y se acurruco contra el pecho de Kain.
Kain la abrazó, ella tenía el cuerpo helado, Kain le acaricio los brazos con la palma de la mano. Ella apegó su rostro al cuello de Kain y lo beso. Kain llevó la mano a la cara de Akako, le sujeto la mejilla y se la acaricio con el pulgar —todo está bien, preciosa ¿Entendido? Todo está bien— dijo
—Sí, querido— susurro Akako, ella acercó su rostro al de Kain y lo beso.
Kain fue reciproco y pudo sentir el frio de sus labios, ella estaba muy nerviosa y su presión arterial había disminuido bastante.
Kain la siguió besando y estuvo abrazado con Akako durante diez minutos, ella se calmó y su calor corporal subió a una temperatura razonable.
—¿Mejor?— preguntó Kain
Akako asintió con timidez, Kain sonrió, los síntomas previos eran reales, pero ahora ella estaba actuando para verse pequeña e indefensa. Kain soltó una risita y la beso en los labios. Le encantaba esta mujer.
—Ok, ahora que estás bien, siéntate en tu asiento, vamos a viajar en ferri— dijo Kain
—Sí, cariño— susurro Akako, le dio un beso profundo
Kain deslizo su mano izquierda desde la espalda al trasero, dibujo su forma redonda y abundante. Él le dio una ligera nalgada y Akako soltó un gritito, ella mostró una sonrisa coqueta, pero su mirada no lo parecía. Estaba molesta.
Akako movió su trasero, aplasto la entrepierna de Kain de forma provocativa y lo quedó mirando a los ojos.
—Vamos— dijo Kain mientras la miraba a los ojos —a tu asiento, necesito espacio para conducir—
Akako se mordió el labio inferior y asintió, ella se movió por encima de Kain, paso por encima de la palanca de cambio y se sentó en su asiento. Ella tomo el cinturón de seguridad y se lo cruzo al pecho.
Kain encendió el vehículo y condujo. Gracias a los shinobis, las calles, parque y playas estaban vacías. La tan vivida playa del Círculo Dorado se había quedado desierta.
Kain estuvo conduciendo durante veinte minutos y recién pudo encontrar gente en las calles, sentadas bajo los toldos de los restaurantes o comprando en alguna tienda. En la playa estaban jugando varios grupos de personas con un balón y una malla puesta a la altura de un adulto.
—¿Las cosas cambiaron?— preguntó Akako mientras miraba hacia el camino y se acariciaba el estómago.
—Sí, lo más probable— dijo Kain —será fácil obtener ese 50% de todos los casinos, así que vamos a ponernos un poco ambiciosos y vamos a ir por el 70%—
—¡El 70!— grito Akako y miró a Kain. Él miraba a la calle mientras mostraba una sonrisa astuta. Akako sentía que su corazón palpitaba con fuerza, pero trato de mantener la tranquilidad, ella movió su trasero en la silla para acomodarse y continuo —entiendo, cuando llegue el momento me haré cargo de las reuniones con las cuatro familias—
—Te lo agradecería— dijo Kain —estarás ahí conmigo y tomaras nota de todo lo que digamos ¿Tienes que traer a alguien?—
Akako se quedó callada por un minuto, lo pensó un poco, negó con la cabeza, ella miro por el vidrio de la puerta hacia los parques con el pasto verde y las palmeras —quiero traer a una persona, ella será de mucha ayuda—
—Entiendo, una vez que lleguemos a la capital, iremos por ella—
—Será una grata adición, Kain-sama—
—¿En serio?— preguntó Kain, sonrió con astucia, estaba seguro de que Akako estaba comprando la lealtad de alguien. Kain aposto que la persona que ella iba a traer era una mujer, puede que tan exuberante como ella, pero de menor rango e inteligencia, lo que le permitiría ganar control sobre ella —lo estoy esperando—
Kain condujo hasta el muelle del canal que cruzaba toda la isla. El ferri del medio día estaba estacionado en el puerto, la gente estaba haciendo la fila para subirse. Había varios puntos de acceso.
Kain se detuvo en el estacionamiento, los otros vehículos eran pequeños, casi la mitad de lo grande que era el suyo. Kain apago el motor y miró a Akako. Ella buscó en su pequeño bolso blanco y sacó dos boletos.
—Bien, vamos— dijo Kain y abrió la puerta.
Kain se bajó del vehículo, Akako lo hizo de su lado, Kain sacó un sello de papel y guardó su vehículo en su interior. Akako camino por el estacionamiento y se detuvo frente a Kain, ella levantó su rostro y lo miró a los ojos.
Kain agacho su rostro y su mirada coincidió con la de Akako —vamos— dijo y le tendió la mano. Akako le tomo la mano y juntos caminaron por el estacionamiento. Ellos se dirigieron al acceso con la menor cantidad de gente. Había una lujosa pasarela blanca custodiada por hombres y mujeres de aspecto agradable.
Akako presento los boletos y los dejaron subir de inmediato. Ellos fueron guiados por una mujer que no le quitaba los ojos de encima a Kain.
—¿Sabes lo que haces?— preguntó Akako con dureza
La mujer tirito al escucharla y agacho la cabeza.
Kain no se preocupó por el trato que le daba Akako a la mujer, en su lugar, se fijó en el sello alrededor del cuello. Era como un tatuaje basado en la técnica Uzumaki, pero con una variante interesante. Susano había enviado la información a Guardián y este último había realizado el análisis de patrones. Era un sistema de control que funcionaba a través de toda la isla, mandaba un pulso de energía constante y eso era procesado por una gran computadora en la capital del Círculo Dorado.