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Mundo Shinobi - Clones verdaderos - 500

—¿Por qué te interesa saber?— preguntó Kain tranquilamente. Él observo al supuesto, Makoto Kagura. Cabello corto, rubio y rizado. 1.80 mts de estatura, esbelto y de buen aspecto, pero en lugar de parecer un seductor, él tenía un aire cercano y confiable. Por otro lado, su postura y movimiento de las manos decía que estaba hablando en serio como si fuera un tema de negocios, pero sus ojos gritaban que esto era algo personal.

—Eiji era mi hermano— respondió Makoto.

Kain pudo sentir la energía en su voz, no como algo realmente cuantificable, pero como un sentimiento que salía del interior. Era verdad, al menos en la mente de Makoto. Él y Eiji eran hermanos.

Kain mostro una pequeña sonrisa y le dijo —tú no eres Kagura, eso está claro. El rasgo característico de la familia son los ojos hundidos y las cejas gruesas. Eiji lo poseía. Por otro lado, tú no tienes nada del clan Kagura, al menos en temas de aspecto físico ¿Realmente eres un Kagura?—

Makoto sonrió y se mantuvo tranquilo —como se esperaba del hombre más inteligente del mundo— dijo de forma evasiva sin afirmar o negar nada. Él solo esperaba despistar a Kain y que él sacara conclusiones por su cuenta.

—Los halagos no te servirán— respondió Kain con tranquilidad entendiendo el juego de Makoto. Por detrás de él estaba Mari Hatake; cabello corto, gris y rizado. Ella llevaba puesta la chaqueta táctica negra de los guardaespaldas de Kain con la puerta torii roja en la espalda. Ella estaba atenta, con las manos abiertas, lista para atrapar y reducir a Makoto.

—¿Usted sabe de mí?—

Kain asintió con suavidad —en la nación del Rayo y el Circulo Dorado te extrañan, a todos les gustaría que fueras a hacer una visita— dijo

—¿Eso le importa?—

Kain mostró una amplia sonrisa y le dijo —no, no es mi negocio—

Makoto entrecerró los ojos, Kain sabia muchas cosas, entendía muchas cosas, pero era difícil leerlo. No tenía motivos para retenerlo o guardar su respuesta, pero seguía jugando el juego —¿Qué quiere?— preguntó con seriedad

—Nada— dijo Kain —eres tú el que se acercó a mí, ahora, puedes decir la verdad o irte—

—¿Y si su omisión nos vuelve enemigos?—

—¡Bastardo!— mascullo Mari con indignación y dio un paso adelante, pero Kain extendió su mano y le impidió avanzar.

Mari lo miró y Kain negó suavemente con la cabeza.

Kain volvió a mirar a Makoto y le dijo —tú eres el que quiere la información. Si quieres algo, debes pagar un precio—

—¿Cuánto quiere?—

—¿Crees que yo necesito dinero?—

Makoto se ruborizo y sonrió ampliamente, era obvio que Kain no necesitaba dinero. Era el dueño de este gran edificio y de todas las industrias que funcionaban en él.

Kain sonrió y le preguntó —¿Qué opinas del Círculo Dorado?—

Makoto miró hacia la derecha, sus ojos deambularon por el suelo hasta el ventanal. Él miró al jardín externo, el cielo gris y el aspecto frio del entorno. Ni comparación con el interior cálido. El casino tenía un ambiente primaveral. Makoto miró a Kain y le dijo —es un lugar particular, no me gustaría vivir ahí—

Kain asintió entendiendo lo suficiente de Makoto con esta breve frase —tengo negocios en ese lugar, necesito un guía— dijo —¿Te interesa el trabajo?—

Makoto sonrió, agacho la mirada y negó con la cabeza —no tengo tiempo para esas cosas— dijo

—¿Crees que es simple la situación? ¿Crees que puedes apuntar a alguien como responsable de la muerte de Eiji?—

Makoto dejo de sonreír y entrecerró los ojos.

Kain sonrió al ver que tenía su atención. Él llevó su mano derecha al bolsillo de su pantalón y sacó una medalla dorada. Se la tendió y le dijo —ve al Circulo Dorado y espérame ahí. Te daré la medalla para que estés a salvo por ahora. Una vez que yo llegue ahí, te buscare—

—No he aceptado—

—¿Tienes opciones?— preguntó Kain

Makoto miró hacia todos lados buscando algo para generar un alboroto y poder huir.

—Idiota, te puedes ir, pero eso no resolverá tu problema— dijo Kain

Makoto miró a Kain a los ojos y supo por la mirada que él lo tenía.

—No te preocupes— continuo Kain —tengo utilidad para un hombre con tus habilidades. La pregunta es ¿Tú tienes la suficiente inteligencia para aprovechar esta oportunidad?—

—No me conoces— dijo Makoto entrecerrando los ojos —¿Cómo puedes confiar en mí?—

—¿Eso no lo hace más interesante?—

Makoto se quedó sorprendido por un momento, pero sonrió al entender mejor el carácter de Kain. Este último no estaba ahí por el marcador, solo disfrutaba del juego. Makoto tirito porque si a Kain no le importaba el marcador, quiere decir que jugaría el juego hasta el final. En pocas palabras, una disputa con él sería hasta que una de las dos partes pierda definitivamente.

Makoto miró la mano de Kain con la medalla. Este último abrió su mano y dejo caer la medalla. Makoto la recibió en su mano y la acercó a su cara, estaba hecha de oro. Por un lado, tenía un abanico y por la otra tenía un vajra. Makoto cuantifico la medalla y sonrió de solo pensar en cuanto la podría vender. Era muy poco oro, pero era algo hecho por el propio dios shinobi de esta era. Sin embargo, al sentir la mirada de Kain, tuvo un escalofrió y lo miró con vergüenza.

—Si la vendes o le haces algo, lo sabre y entenderé que no estás interesado— dijo Kain —no pasa nada, solo será tu perdida—

Makoto sonrió emocionado por la oportunidad. Era como entrar a la guarida del dragón despierto. La enorme criatura te observaría en todo momento, no te haría nada, pero si tomabas algo, te podría calcinar con una sola llamarada. La pregunta era ¿Él sería capaz de huir con algo de utilidad o moriría en el intento? Sin embargo, Makoto cayó en cuenta que sus propias inclinaciones por situaciones emocionantes lo estaban alejando de su objetivo inicial.

—Una pregunta, solo responde esto— dijo Makoto tratando de retomar su seriedad —¿Tú mataste a Eiji Kagura?—

—No— dijo Kain con tranquilidad —no lo mate—

Makoto asintió con seriedad y se puso de pie. Él hizo una pronunciada reverencia y se guardó la medalla en el bolsillo —muchas gracias por tu sinceridad— dijo, se dio la vuelta y se fue.

—Grosero— mascullo Mari Hatake al ver la actitud del tipo

Kain sonrió y lo quedó mirando. Por supuesto, la medalla le daría la posición precisa de donde estaba Makoto y su estado de ánimo. En estos momentos, el corazón de Makoto palpitaba rápidamente. Sociópata, pensó Kain. Aunque Makoto vino con una intención, dejo que sus impulsos lo guiaran.

—Kain-sama— dijo Mari Hatake, Kain la miró a los ojos y ella continuo —un hombre de su altura no debería rodearse de ese tipo de personas—

—¿Eres mi madre?— preguntó Kain con una mirada tranquila, él la quedó observando a los ojos.

Mari tirito de solo verlo tan tranquilo e imperturbable —no, señor— dijo con timidez

Kain soltó una risita, estiro su mano y le sujeto la mano. Ella lo miró y se relajó al ver que sus ojos sonreían.

Kain continuo —perdiste, si me hubieras dicho que era el consejo de mi mujer, te hubiera puesto atención, pero ya no importa—

—Kain-sama— dijo Mari, realmente preocupada porque él se reúna con ese tipo de gente.

Kain acercó la mano de Mari y le beso el dorso con mucho cuidado en un gesto suave y cercano —¿No crees que es interesante? Una persona que estafa a otros, pero que no cuenta con la habilidad del chakra. Prácticamente no tiene opciones de huir, pero aquí está, sano y vivo. Lo quieren en la nación del Rayo y el Círculo Dorado. Una persona de lo más interesante ¿No te interesa saber su secreto?—

Mari iba a abrir la boca para argumentar que era algo sin valor, pero se quedó a medio camino de emitir una palabra y lo pensó un poco. Por supuesto que era extraño ¿Cómo un civil había podido despistar a los shinobis? Incluso si podía escapar, era imposible que lo hiciera por siempre. Y si lo querían en la nación del Rayo y el Círculo Dorado, implicaba que era su territorio y a su vez, ella podía suponer que por alguna razón estaba evitando la nación del Fuego ¿Qué tenía la nación del Fuego? Mari Hatake miró a Kain y se fijó en sus ojos azules. Él la miraba con una hermosa sonrisa en los labios y un brillo a diversión en la mirada. Él realmente lo estaba disfrutando. Mari sonrió y le acaricio la mejilla, ella se iba a agachar para besarlo, pero de repente volvió en sí y se dio cuenta que estaba en el casino de la empresa. Ella tomo una profunda respiración, se soltó de la mano de Kain con delicadeza y dio un paso al lado para mantenerse firme y cumplir con su deber.

—Así que él ha estado evitando a los usuarios de doujutsu— dijo Mari Hatake como si fuera de lo más normal

—Es solo especulación, necesito revisar más. Esa medalla que le di me lo dirá—

Mari abrió los ojos en una expresión de asombro sin saber que esas medallas que a veces Kain regalaba, tenían esa función. Mari sonrió con un sentimiento de admiración en su corazón. Nunca pudo sentir la intención de Kain en su actitud. En pocas palabras, era un regalo envenenado.

—Ven— dijo Kain, señalo la silla y continuo —siéntate conmigo. Te invitare un café que me enviaron de la nación de la Tierra. Se cultiva directamente en la ciudad de los sabios—

Mari miró los alrededores, observo que los dos guardaespaldas, Megumi y Hashirama, mantenían el contacto visual y estaban dando vueltas por el casino mientras muchas mujeres se le acercaban, pero sin mucho éxito. Los guardaespaldas solo les dejaban acercarse hasta cierta distancia. Era un Uchiha y un Hyuga de nivel chunin. No hay forma de que alguien los supere. Por otro lado, ella miró a Kain y entendió que él tenía la situación bajo control. Ellos, los guardaespaldas, existían para ser vistos y para ayudar cuando él no estuviera.

Mari tomo una profunda respiración y se sentó en la silla que ocupo Megumi y después Makoto.

Kain llevó la mano a la manga izquierda y se abrió los botones de la camisa. Él levantó la manga de la chaqueta y camisa y dejo ver un brazalete oscuro —unidades de apoyo— dijo

Al instante, dos pequeños diamantes emergieron de su sello respectivo en el brazalete. Ellos se elevaron a dos metros por sobre el nivel del piso. Uno con un ojo rojo y otro con un ojo azul. Por supuesto, no pasaron desapercibido. De repente todo el casino cayó en un silencio sepulcral. Los trabajadores que de por sí estaban atentos a Kain y ver si se podían acercar a él, quedaron congelados.

—Café de la ciudad de los Sabios— dijo Kain

Vástago y Segador emitieron un haz de luz breve sobre la mesa (rojo y azul respectivamente) y aparecieron dos tazas blancas con un platillo y cuchara. En su interior, un café negro e intenso. El aroma llenó el aire alrededor de la mesa.

Kain señalo la taza de Mari y le dijo —adelante, te va a gustar—

Mari asintió, ella había visto las unidades de apoyo varias veces, pero todavía le seguía pareciendo algo más esotérico que científico o tecnológico. Por un momento, ella se preguntó si Tobirama podría alcanzar este nivel de conocimiento si todavía estuviera vivo. Sin embargo, su mente se congelo al recordar que su amante. Este hombre de cabello blanco y ojos azules que sonreía con tanto encanto había revivido a Tobirama.

Mari tomo una profunda respiración para tranquilizarse. A veces le daba miedo el alcance de las habilidades de Kain. Ella estiro su mano derecha y tomo la taza de café.

Kain también tomo la taza de café, la acercó a su rostro y olió el aroma a café recién hecho —¿Viste a la muchacha rubia que hacia la llamada cuando entramos?— preguntó y miró a Mari. Esta última bebió un sorbo de café, miró a Kain y asintió. No hay forma de que una situación así pase desapercibida. Ella había aprendido poco a poco las oportunidades que entregaban algunas de las invenciones civiles y el teléfono era una de ellas. Kain sonrió tranquilo y le dijo —quiero que la traigas si todavía está en su puesto de trabajo. Quiero hacerle algunas preguntas—

Mari asintió, le dio un sorbo al café y después dejo la taza sobre la mesa. Ella se levantó y fue a buscar a la mujer que Kain le indico.

Sin embargo, para sorpresa de Mari y confirmación de Kain, aquella mujer tan hermosa había desaparecido.

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