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Apócrifo - Gods land - Capítulo 81

El reino de Boletaria, era una pequeña urbe construida en una tierra maldita que no hace mucho era azotada por los demonios. No obstante, gracias a la intervención de una noble diosa, la tierra se volvió más fértil y los demonios la abandonaron. Esto género que la ciudad tuviera un rápido crecimiento de la población, que las plantaciones crecieran y la recolección de impuestos se aumentara. Sin embargo, lo único que no cambió fue la mano de quienes la gobernaban. Por otro lado, el enorme castillo de los Boletarios era una construcción de cinco pisos de altura, con largas torres que sobrepasaban la gran muralla que bordeaba la ciudad. Dentro de las murallas, todo estaba pavimentado, con luminarias y habían enormes casas. Pero por fuera de las murallas, un conjunto de casas de madera amontonadas generaban el perfecto laberinto. Lugar ideal para que lo nobles compraran y vendieran todo lo que no podían comerciar en público.

Un par de días después de la acalorada conversación, un grupo de tres personas estaban paradas en las tristes calles de la periferia de Boletaria. Para ser más específicos, en el borde sur de la ciudad. Iban tomados de la mano mientras miraban las calles de tierra y el excremento de los caballos roseado a lo largo de la calle. Una vez que se dispusieron a caminar, el paisaje fue cubierto con ancianos y minusválidos en las esquinas, mientras que niños sucios y a pies descalzos, corrían por la tierra. Se veía una que otra persona ofreciendo verduras en muy mal estado, mientras otro grupo de bandidos asaltaban a un pobre desgraciado en un callejón oscuro. Mientras eso pasaba, la pareja de adultos seguía ofreciendo sus verduras a todo pulmón mientras el hombre asaltado rogaba por su vida. Al poco rato después, se escuchó un alarido y los adultos se callaron por un breve momento, pero un momento después continuaron con su negocio. Por otro lado, el conjunto de tres bandidos no salió a la calle, sino que se adentró aún más en el callejón y desapareció al amparo de la oscuridad.

Kain siguió avanzando por las calles, con Dorian a su izquierda y Hera a su derecha, mientras permanecía atento a cualquier idiota que se quisiera cruzar en su camino. No habían muchos, ya que él era bastante alto en comparación con los demás. Por otro lado, no llamaron demasiado la atención ya que se habían puesto largas capas con capuchas, que eran bastante habituales por estos lados. Para la gente común, no era bueno meterse con ese tipo de gentes, era una regla no escrita.

-Mira, Dorian, tu gran reino- dijo Hera con una voz cargada de sarcasmo -todos son muy civilizados y honorables, que genial-

Dorian agacho la cabeza y no supo cómo rebatir las palabras de su madre. Sin embargo, en su corazón su llama se encendió con más fuerza al ver el estado de la ciudad. Apretó la mano de su padre y recordó lo de perseverar a pesar de tener detractores. A su vez, Kain sintió la tensión en la mano de su hijo y con el pulgar le acaricio el dorso de la mano en un gesto suave y tranquilizador. Dorian miró a su padre, pero este solo siguió mirando por donde avanzaban. Al mismo tiempo, Hera sintió que esos dos eran algo así como cómplices, así que le apretó la mano a Kain para demostrar su disgusto. Kain soltó una risita, agacho la cara y atrajo la delicada mano para besarle el dorso. Hera al sentir el suave beso en su mano bufo indignada, pero ya no insistió en su enojo.

Una hora después de una larga caminata, llegaron a la gran puerta que daba paso a la ciudadela noble. Un lugar que a simple vista parecía otro mundo. Con calles adoquinadas, farolas a los costados y casas de piedra y madera de dos o tres pisos. En la entrada habían apostados cinco guardias, mientras que en la cima de las murallas habían varios centinelas resguardando la seguridad con arco y flecha en mano.

Dentro de todo ese grupo, un hombre alto y de redonda contextura se acercó al grupo de Kain. Se paseo por el frente de ellos como si los estuviera examinando y tuvo la osadía de acercarse a Hera para levantarle la capucha. No obstante, su mano quedo atenazada por la de Kain y pudo sentir como el metal de sus guanteletes cedía a la presión del agarre. Tiro de su mano con la intención de zafarse, pero no la pudo retirar, después la volvió a tirar y salió de un tirón. Quedo mirando al tipo alto y le iba a decir algo, pero se le adelantaron.

-Quiero ver a Aquiles y a Flora, diles que su padre los vino a ver- dijo Kain en un tono firme. Solo se veía su boca, mientras que la sombra de la capucha se proyectaba sobre su rostro.

-¿Cómo sé que eres su familia?- pregunto el guardia, mientras que detrás de él, los otros guardias comenzaban a desenfundar sus espadas.

-Eso ya lo veras cuando ellos lleguen, solo diles- respondió Kain -por otro lado, si entiendes su fuerza, entenderás que tus amigos no son nada para mí-

El guardia se quedó callado, sin saber que responder. De repente se le vino una idea a la cabeza y miró la muñeca de su guantelete. Era del mejor metal que pudieras encontrar en el mercado, hecho por profesionales lo cuales le habían garantizado que podría resistir hasta la mordedura de un león, pero al revisarla, los dedos de este tipo habían quedado marcados en el metal. Entonces entendió que el hombre en frente suyo tenía una amplía posibilidad de ser el padre del capitán. Era un secreto a voces que Boletaria había encontrado a dos grandes monstruos que ayudaban a mantener el orden. Por un lado, mantenían a raya a los enemigos que ahora querían incursionar en las pacificas tierras. Por otro lado, mantenían a raya a la nobleza y un ojo encima de ellos. Prácticamente se habían vuelto el tercer pilar del reino, cosa que no agradaba mucho al rey y la nobleza.

El guardia levantó su mano en señal de espera y el resto de los guardias guardaron sus armas. Después miró a uno de los guardias y le hizo el gesto para que se acercara. El guardia vino corriendo, acercó su oído y el otro tipo le dijo algo a lo que el guardia asintió. Después se fue corriendo y se perdió detrás de la muralla por unos instantes, para después reaparecer con una caballo y salir a pleno galope.

Kain asintió y en un borde del camino, creo una larga banca. Después invito a Hera y Dorian y esperaron sentados mientras Aquiles o Flora venían a buscarlos.

-Fuiste demasiado amable- dijo Hera en un tono cargado de desaprobación

-No hay necesidad de hacer mala publicidad para nuestro hijo- respondió Kain -no creo que él quiera ser esa clase de rey-

Dorian a su lado negó con la cabeza y Hera se sintió aún más molesta.

-o-

Una hora después, llego un carruaje acompañado del mismo caballero que se había ido galopando en su caballo. Adentro iba una persona y sin esperar que el carruaje se detuviera, abrió la puerta y salto, para después largarse a correr. Por su parte, Kain se puso de pie, dio dos pasos adelante y recibió la fuerte tacleada de la mujer en armadura. A pesar de que el metal resonó como si se estrellara contra una muralla, ninguno de los dos se vio afectado. Los demás los miraron extrañados, salvo por Hera, la cual conocía a la mujer. Similar a su rival en el amor, tenía un rostro tierno, de cabello dorado ordenado en una gran trenza que le llegaba hasta las caderas. Su cuerpo se veía ancho por la armadura, pero seguramente seguía siendo tan delgado como en esos años.

-Padre- dijo Flora en un tono de voz cargado de anhelo mientras lo abrazaba -te extrañe mucho, demasiado. Me hiciste falta un montón de veces-

-Lo siento, bebé- respondió Kain en un tono de voz apenado

-No es necesario que te disculpes- dijo Flora, echándose para atrás y mirándolo por debajo de la capucha. Al igual que su madre, cabía a la perfección entre los brazos de su padre y no era demasiado alto -papá estaba cuidando de mis hermanos ¿Cierto?-

Kain asintió y Flora sonrió, para después enterrar su rostro en el pecho -papá, realmente te extrañe, extrañe esta sensación. El mundo es un lugar tan frio y duro como me dijiste. Orario era el paraíso y un lugar lleno de ventajas-

Kain solo pudo tomar un gran suspiro y peinarle el cabello hacia atrás con su mano. A pesar de que ya era una mujer y sus facciones habían tomado un carácter más maduro, él la seguía viendo pequeña. Al igual que como lo hacia con Dorian, le beso la frente como queriéndola bendecir y apartarla del mal y la abrazo.

-Kain- dijo Hera en un tono serió -nos están mirando-

Kain asintió y le dijo -¿tienes un lugar en el que nos podamos hospedar?-

Flora salió de los brazos de Kain y le dijo -sí, papá, mi casa. Vamos, los llevare- Después miró a la mujer detrás de su padre y aunque nunca le cayó muy bien, la abrazo. Después de todo, era la esposa de su padre y también su familia.

-Que bueno es verla de nuevo- dijo Flora

Hera quedo un tanto impresionada que la abrazara. Recuerda muy bien como esta niña siempre le reprochaba que gracias a ella sus padres habían peleado. No obstante, le devolvió el abrazo y le dijo -también es bueno ver que estas saludable-

Después de eso, Flora se agacho un poco y miró al joven bajo la capucha, era un dos palmos más baja que ella. Flora sonrió al mirarle el rostro y estaba segura que era el hijo de su padre y esa mujer. Le dio un abrazo y le dijo -es bueno que hayas crecido saludable, Dorian-

-Perdón- dijo Dorian apenado -no sé quién eres, pero me alegro de verte. Eres una de las pocas personas amables en esta ciudad-

Flora soltó un suspiro y le dijo -yo sí te conozco, solo que la última vez que te vi estabas en pañales. Por otro lado, la ciudad, bueno, puede que tengas razón. Ven, en el camino te contare un par de cosas-

Dorian asintió y dejo que Flora le tomara la mano y lo condujera al carruaje, un par de metros más allá. Kain y Hera los siguieron y una vez que subieron al carruaje, Flora asomo su rostro y le dijo a los guardias -sigan con su buen trabajo y muchas gracias por la información-

Todos los guardias que estaban a la entrada de la ciudadela y los que estaban sobre la muralla se cuadraron firmes como si fueran un solo cuerpo. Después de eso, Flora cerro la puerta del carruaje y todos se relajaron mientras el carruaje daba la vuelta U y se iba.

El tipo encargado de la entrada era uno de los tantos hombres que se había hecho a pulso su lugar. Su nombre era Biorr y provenía de los suburbios de la gran ciudad. En su corazón sentía un gran respeto y honra al estar bajo el mando de la dama Flora y el Capitán Aquiles, ambos guerreros excepcionales. Por otro lado, mientras miraba como el carruaje de la dama Flora se iba, se volteó para mirar a sus soldados y les dijo -solo conocemos un talvez o un quizás, no tenemos idea de nada y no damos información ¿Entendido?-

-Entendido- rugieron el resto de los soldados que provenían del mismo sector de la ciudad. Todos apoyaban en secreto al tercer pilar del reino y sus anhelos más salvajes de igualdad y rectitud estaban puestos sobre ellos. Para la gente que buscaba una vida mejor, Aquiles y Flora se convirtieron en una luz de salvación, en una casi segadora.

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