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Apócrifo - Gods land - Capítulo 63

Una vez que el permiso de dos años de Riveria estaba próximo a expirar, ella se encamino hacia el bosque de Alf, lugar de los nobles elfos. No hay que confundir, los elfos existen en diferentes zonas del continente, como el bosque de Wishe y el bosque de Ryumilua. Sin embargo, lo que hace especial al bosque de Alf, es que en ese lugar nacieron los elfos. El mismo nombre lo dice, ya que Alf significa el progenitor de los elfos. El hecho es que mientras Riveria y Kain avanzaban por la carretera que los llevaría al bosque de Alf, Riveria pensaba en todas las cosas que podrían pasar. Había abandonado su casa sin considerarlas palabras de su padre, ella quería conocer el mundo. No obstante, sabía que en algún momento volvería a su reino, se sentaría en el trono y se casaría con alguien digno de ser el rey. Esa persona que siempre soñó estaba a su lado, cargando a un pequeño bebe de cabello esmeralda, pero a diferencia de ella, el bebé tenía un cabello esmeralda casi brillante. Según Kain, es gracias al vínculo con la naturaleza y la fuerza de su alma. Su sola existencia le producía a Riveria un cosquilleo en su corazón, era un sentimiento que le provocaban las ganas de estallar en carcajadas y danzar de felicidad. Él era su todo, incluso más que la magia, más que su deber, más que Kain y Aina, los cuales eran personas irremplazables para ella. Cuanta dicha le provocaba esta pequeña persona que no tenía más de un año de edad. Por otro lado, le provocaba un gran temor, no porque pudiera hacer algo, ya que además de comer y dormir, el bebé solo reía y jugaba. Sino que le preocupaba que podrían hacer los demás, era pequeño e inocente, carente de cualquier fuerza para defenderse y si no hubiera venido Kain, Riveria jamás se hubiera atrevido a traerlo.

A lo mejor iban al reino de los antiguos y sabios elfos, pero eso no quiere decir que fueran más justos que los propios humanos. Tu linaje y sangre te definían en ese lugar. Las tramas estaban a la orden del día y la discriminación se podía oler a kilómetros. Como Kain le dijo a Riveria cuando ella le explico estas cosas "Los nobles serán nobles, no importa donde estén, no importa de qué raza provengan, siempre serán tontos pretenciosos".

Al sentir a Riveria tensa, Kain estiro su mano izquierda para tomarle la mano, mientras que con su derecha cargaba al pequeño curioso. Riveria lo miró con ojos cargados de preocupación, pero Kain sonrió y se acercó para darle un tierno beso en los labios.

-Todo va a estar bien- dijo Kain

Riveria aligero su carga y sonrió un poco más relajada.

Por otro lado, el carruaje dio un salto, ya que habían dejado el camino regular y entraron a un camino de tierra. A su vez, se empezaron a divisar vallas de piedra con las cuales los granjeros separaban sus campos. Como iban en un buen carruaje, el remezón no se sintió demasiado, pero el bebé Elrond soltó una risa pegajosa. Al parecer, mientras era sujetado por su padre e iba mirando por la ventana hacia afuera, le gustaba que el carruaje diera saltos.

Por su parte, Kain al igual que Riveria sorieron al escuchar la risa pegajosa. No obstante, duro poco rato, ya que Elrond se cansó como la mayoría de los bebés, le dio hambre y después de comer, se durmió. Esta vez, fue Riveria quien lo cargo mientras Kain iba mirando hacia afuera por la ventana. Poco a poco, las granjas y las praderas fueron desapareciendo y a medida que se acercaban al bosque de Alf, todo el paisaje fue sustituido por largos pastizales. Más allá de la alta maleza, se elevaban colinas, las cuales se unían a cerros y crecían hasta transformarse en montañas coronadas de blanco.

Cuando llego la tarde, el cochero se detuvo y montaron una hoguera para descansar y comer. La noche estaba estrellada y la brisa refrescante, tanto así que Kain tuvo que crear un refugio de tierra, en donde Riveria y Elrond se resguardaron. Kain se quedó haciéndole compañía al silencioso cochero enviado por el reino elfo, un muchacho de unos treinta años, pelo oscuro y orejas largas. Fue respetuoso con Riveria como si estuviera viendo a una diosa y distante con Kain como si este último tuviera lepra. Incluso si comieron uno al frente del otro, el muchacho nunca le dirigió la palabra, mucho menos lo miró a los ojos. No obstante, Kain podía sentir la animosidad, era como si este muchacho le insinuara que estaba en el lugar incorrecto con la persona incorrecta. Sin embargo, Kain jamás le dio la mayor importancia y solo lo dejo ser. De vez en cuando le hablaba de forma amigable para poder fastidiarlo. En esos momentos, el muchacho le daba miradas llenas de resentimiento, cosa que divertía a Kain.

Una vez que terminaron de comer, se apagó la hoguera y Kain se fue a dormir al lado de la puerta del refugio. Riveria durmió adentro con el bebé y el cochero se fue adormir cerca del carruaje.

Mientras Kain se trataba de quedar dormido, miraba la vía láctea como cruzaba e iluminaba el cielo nocturno, era un rio de estrellas. Pensó en lo chistoso que resulto todo este suceso de viajar al bosque, para sus adentros le parecía una divertida coincidencia, para Riveria, fue destino. Cada vez que Kain viajo a este mundo, siempre apareció en el bosque de Alf. Era un bosque rico en naturaleza, con enormes árboles y una flora exquisita. No obstante, para Kain no fue más que un bosque más. Sin embargo, para los elfos que vivían adentro del bosque era un lugar sagrado, solo podía vivir la nobleza y sus sirvientes. Por otro lado, sino eras parte de ninguno de los dos grupos, no podías entrar.

-o-

Dos días después, como a eso de las diez de la mañana, el carruaje llego a la entrada del bosque de Alf. Todavía estaban fuera del territorio de los elfos, pero en cuanto avanzaron los primeros diez metros, Elrond se despertó. Empezó a balbucear algunas cosas, al punto de que se empezó a enojar. Riveria como la mayoría de las madres, le reviso el pañal y le ofreció comida, pero nada de eso lo contentaba, hasta que lo pusieron en la ventana y el niño balbuceo, esta vez contento. Golpeaba con sus pequeñas manos el vidrió y miraba los grandes bosques lleno de felicidad, como si este fuera el lugar al que siempre hubiera pertenecido. Riveria se sintió conmovida, Kain por otro parte, pensó en el viejo elfo propietario del nombre y supuso que a lo mejor era su reencarnación. Por decirlo de alguna manera, Elrond siempre fue muy despierto y apegado a la naturaleza. Le gustaba sentarse en la tierra, tocar los árboles y acariciar las plantas. Por otro lado, su circuito mágico era tan fuerte que emitía energía de forma involuntaria, a veces obligando a florecer a las plantas.

Elrond siguió alabando al bosque de Alf durante más de una hora, hasta que sus pequeñas fuerzas de bebé se agotaron y cayó dormido. Riveria lo acostó entre sus brazos con la suavidad que solo una madre podría brindar y miró melancólica por la ventana. Esta era otra de las cosas que le preocupaban, incluso si Kain nunca le hubiera dicho, ella lo podía sentir. El vínculo de Elrond con la naturaleza era muy grande, tanto que parecía hijo de Deméter y no de ella. En una de sus tantas charlas, la diosa lo menciono: Elrond era especial, incluso entre los semi dioses como Viggo u Ottar. No tenía un poder de batalla abrumador, pero la naturaleza sería su baluarte y sustento, mientras exista un mundo, el sería fuerte y nadie le podría plantar cara.

Gracias a esto, Riveria sintió que se le hacia un nudo en el estómago y se preguntó ¿Qué pasaría cuando su padre lo supiera?¿Que pasaría cuando las otras casas nobles se enteraran? Tanto fueron sus malestares que sintió la urgencia de vomitar, pero se aguantó para no manchar al niño en sus brazos con sus fluidos. Por otro lado, endureció su corazón y a medida que entraba en el bosque de Alf, se prometió que lo daría todo por Elrond y si tenía que luchar contra su propio pueblo, lo haría.

-o-

Después de dos días de adentrarse en el bosque de Alf, llegaron a un enorme lago tan extenso como la ciudad e Orario. En su centro había un gran castillo que ascendía como una montaña, con el doble de la altitud de la torre de Babel. Para llegar al castillo habían cuatro puentes extensos hechos de roca solida que atravesaban el lago. Por otro lado, el castillo era de una piedra blanca y limpia que lo hacía ver sagrado, tanto o igual que el castillo de Camelot. Mientras el carruaje avanzaba por el puente, Kain pudo sentir grandes cúmulos de energía proveniente del agua. Era logico, ya que al poco tiempo, apareció un dragón wrym desde lo más profundo del lago. Reptaba sobre la faz de las aguas, buscando una presa que comer.

-¿Eso está bien?- pregunto Kain curioso, esa cosa podía trepar por uno de los pilares y empezar a comerse a los transeúntes, que dentro de todo, no eran muchos.

-Está bien- respondió Riveria divertida -ellos no hacen daño, viven tranquilos en el lago mientras no se les moleste-

Kain asintió y siguió tratando de captar cuantos wrym había en el lago. Por lo menos pudo captar unas diez presencias igual de poderosas bajo el agua y muy distante, en las profundidades, una presencia muy fuerte. Kain llego a tiritar de solo pensarlo. Podía ser una baja clase de dragón, pero con el tiempo necesario, cualquier especie se podía volver fuerte.

Por su parte, Riveria soltó una risa melodiosa y Kain la quedo mirando durante un momento, hasta que él mismo la acompaño.

Dos horas después pudieron terminar de cruzar el puente y esperaron a que les abrieran las grandes compuertas de la ciudad. Los soldados apostados en las murallas se veían feroces y fuertes, pertrechados con hermosas armaduras plateadas. A cada lado de la compuerta se apostaban veinte caballeros y cada una portaba un largo arco dorado. Mantuvieron todo el tiempo su posición firme y una vez que supieron quién iba dentro del carruaje, bajaron de la muralla, se ganaron a los lados de la entrada e hicieron una reverencia. En ese momento el carruaje comenzó a moverse y Riveria los vio con algo de molestia. No le gustaba que la trataran como si fuera una diosa, al menos de momento. Ella no había hecho nada significativo por su pueblo y no era digna de tales consideraciones.

Por otro lado, empezaron a transitar por las hermosas calles del reino de Alf, el cual se dividía en cinco niveles. En la parte más baja estaban los plebeyos, elfos de pelo negro y rubio. Los cuales vivían en casas de madera cubiertas de enredaderas de hermosas flores lilas, sus jardines eran floridos y sus calles limpias. En los siguientes dos niveles las casas era de piedra blanca, con amplias terrazas y extensos jardines. Si los jardines de lo plebeyos eran bellos, estos eran sagrados, cargados de flores exóticas que Kain nunca había visto. Las plazas estaban adornadas por hermosas estatuas de mármol y poco a poco se empezaron a ver los cabellos de colores exóticos, similares a los de Riveria. No obstante, ninguno era esmeralda, en su mayoría eran rojos y azules.

Por otro lado, Kain pudo ver que a medida que bordeaban y ascendían por la ciudad, en la parte posterior, había una gran isla cubierta por un bosque, de la cual destacan tres enormes arboles de madera blanca.

-Ese es nuestro bosque sagrado- dijo Riveria al captar la mirada de Kain

-¿Que hay ahí? siento una gran energía- respondió Kain

-Esos árboles están ahí desde que se fundó el reino y según los registros, desde mucho antes de que apareciera el primer elfo en este mundo-

-Interesante-

-No vayas a intentar nada, por favor. Te conozco y sé que serías capaz de colarte para solo echar una ojeada-

-Me dan más ganas de ir a mirar que hay en ese lugar-

-Ya te dije, no lo hagas, solo el rey puede ir ahí y es solo cuando es coronado. Por otro lado, es un lugar sagrado que solo las elfas que han abandonado la vida secular pueden pisar-

-Mmmm, no está mal, un montón de elfas para divertirme por la eternidad- dijo Kain en broma, lo cual le costó un puñetazo en las costillas y el enojo de Riveria, la cual fue todo el resto del viaje enfurruñada. Kain intento por todos los medios reconciliarse, pero le fue imposible.

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