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Acto 4: Exhala...

Mis pensamientos parecen ir y venir en mi mente mientras mi cuerpo parece flotar en la nada, el aroma del café recién hecho que permanecía desde la noche anterior va desapareciendo a medida que una niebla se cierne sobre mis sueños, el calor de las mantas también se pierde en la oscuridad de aquella niebla que poco a poco va consumiendo todo aquello que conocía.

Mis ojos son abiertos para contemplar aquel cuarto en ruinas, la estufa ardía en llamas con un fuego de color zafiro que no emitía calor, por el techo se deslizaban los copos de nieve recién formados y el viento cruzaba furioso la habitación de par a par.

Me acerco a la ventana para inspeccionar lo que pudiera haber a mi alrededor, solo para encontrarme con otro desierto, solo que esta vez ese blanco parecía reflejar el brillo de las nubes, estaba cubierto de nieve. Ya había estado aquí antes, en esta dimensión, pero no en esta parte específicamente, aunque todo me es familiar.

- Has pasado por todo un calvario al parecer.-

Se escucha nuevamente a lo lejos, otra vez esa voz de aire importante que suena como si fueran muchas.

- ¿Quién eres? ¿porque me sacaste de ese otro lugar si estaba a salvo?

Le cuestiono al ente con aires de altanería esperando respuesta alguna sobre su existencia y quizás la mía.

- ¿Por qué dudas de mí? no estabas a salvo en aquel lugar y eso estaba claro, cualquiera podía suponer que iría a por ti.

- ¿Hablas de esa criatura de aspecto larguirucho que me persiguió por el bosque?

- Sabes bien que de él hablo, salió en tu búsqueda cuando dejaste tu hogar.

¿Mi hogar? ¿Significa que esa cosa esta relacionada a mí? Mi rostro se siente húmedo, acerco mi mano para tocarlo solo para sentir las lágrimas rebalsar mis ojos y rodar por mis mejillas, esta vez no era sangre sino agua, como normalmente debería ser. Una visión aparece frente a mí, es la imagen de mi madre que está sollozando con la cara roja y marcada en el piso del comedor frente a una puerta abierta que da a la calle. El aire parece salir de mí mientras su imagen se va desvaneciendo tan efímera como el humo.

- El estará cerca pronto, debes huir nuevamente si quieres respetar lo que tu madre te dio.-

- ¿! Que fue lo que me dio mi madre ¡? ¿! Dime ¡?

Después de unos segundos que parecían eternos, la voz del desierto pronuncio de manera cargada y seria su última palabra en aquel momento.

- Libertad… -

- ¿Qué? –

La nieve comienza a tornarse oscura, el cielo se apaga poco a poco como si el sol detrás de esas nubes comenzara a morir. Una tierna melodía sonaba en el ambiente mientras el mundo parecía desaparecer. Mi cuerpo se empieza a hundir en el suelo de aquel segundo piso como si las tablas fueran liquidas haciendo un agujero donde me encontraba, mientras me voy un hundiendo una voz se escucha en mi mente que me dice:

- Tu viaje ha sido difícil pero ya está cerca de terminar, debes seguir hacia al norte y no permitir que te alcance. Toda mi vida la pase en agonía pero tú puedes comenzar otra vez, mientras tú seas libre o estaré contigo….

- ¿madre?

- Yo te di el inicio y la ruta a seguir, tú debes completarla por el bien de ambos, sé que quizás no estabas listo pero por tu bien debes estarlo ahora…

- ¿Por qué no viniste conmigo?

- No importa eso ya, debes dejarme ir y llegar a tu destino sin importar lo que pase, por eso… despierta… despierta….

Ya encerrado en aquella oscuridad su voz comenzaba a oírse diferente, más áspera, más pesada. Acostado todavía en aquella pieza me levante de golpe al ver la abuela que me había ofrecido asilo la noche anterior.

- ¡Despierta, te he llamado mucho tiempo, los policías están afuera con un hombre y parece que te buscan¡

Todavía estaba nublado, mis pensamientos se tenían que ordenar primero después de aquel abrupto despertar. Mientras limpiaba mis ojos observaba cada rincón de la pieza donde había caído casi muerto y que sin revisar más pude encontrar descanso. Mis ojos entre su baile de aquí para allá se detuvieron en la cómoda que estaba junto a la cama, donde estaba una estatuilla de ojos rosas, con forma similar a un cuervo con sus alas abiertas. Mis pensamientos dejaron de sonar cuando un hombre golpeo a la puerta de la pequeña casa en la que estaba.

- (golpeando) ¡abra la puerta es la policía!

- Ya voy ya voy

Decía la pobre mujer mientras bajaba las escaleras con todo el esfuerzo del mundo, se volvió a verme una última vez antes de llegar a la mitad, su mirada lo decía todo y los gestos con la mano me lo reafirmaron, ella ganaría tiempo para que me fuera. La única salida era una de las ventanas que habían en el segundo piso, no sería difícil salir ya que del otro lado una caída directa a nieve fresca seria como caer sobre almohadas. Al momento de saltar por la ventana me puse a escuchar lo que vociferaban en la puerta con la abuela.

- Según nos informaron un joven ingreso de ciertas características entro a su residencia.

- No que yo sepa.

Ella contestaba de forma cortante sin meterse en mayor problema hasta que un hombre al que no pude distinguir, con rabia en su voz se alzó en medio de los oficiales y le grito:

- ¡Anoche me llamaron y dijeron que entro en su casa así que pare de fingir señora! ¡Revisen la casa!

Grito a todo pulmón mientras hacía a un lado la pobre anciana para que los policías pasaran. Lo sentía mucho por aquella buena mujer que me había tendido su mano pero lo mejor para ella sería que no me encontraran en su casa.

De un movimiento termine enterrado entre la nieve que como esperaba era suave pero quede todo mojado al no tener ropa aislante, "mi vida está llena de desgracias" se cruzó por mi cabeza. Me incorpore rápidamente al escuchar que los hombres estaban subiendo las escaleras para registrar el segundo piso. Corrí detrás de unos botes de basura que vi junto al camino donde me escondí de la vista de esos hombres.

- ¡Vacío!

- ¡Vacío!

Se gritaban entre ellos mientras yo esperaba entre el frio con mi chaqueta toda desabotonada a medio poner.

- ¡Esta ventana está abierta, pudo haber saltado!

Mi sangre se heló, no lo pensé más y me fui arreglando en la marcha, en el bolsillo derecho sentí algo felpudo, eran dos guantes que la abuela había puesto allí. Sentí explotar la puerta que daba hacia el patio cerca de donde yo había caído. Me detuve en la acera a mirar si había fuego en dirección de la casa de donde venía, para ver como giraba lentamente su cabeza en mi dirección y cruzar miradas con aquella criatura de extremidades alargadas que me observaba desde la esquina.

La observe con lujo de detalle esta vez al estar bajo la luz del día y la falta de densidad en el ambiente. Su cuerpo alargado de pálido color se mezclaba con los copos de nieve cayendo a su alrededor, sus brazos tan largos que tocaban el suelo aun estando doblados, donde debían estar sus ojos se encontraba más vacío que la primera vez que lo vi.

- Quieto….

La criatura murmuro en mi dirección, a mi cuerpo lo recorrió un frio infernal desde los pies hasta la nuca mientras mis ojos contemplaban llorar a tal horrendo ser frente a mí, un líquido ente transparente y rojo brotaba de sus cuencas pero sin mezclarse como el aceite y agua no se mezclaba.

No me había percatado que también había comenzado a moverse, solo por el sonido de ladrillos rompiéndose a medida que el avanzaba destruyéndolo todo como si nada importarle me alerto de su marcha, estaba tan impactado por tal escena que no me di cuenta cuando ya había recorrido media cuadra desde donde estaba anteriormente. El aire salió disparado de mi garganta por como mi cuerpo se contrajo para quitarse de ahí lo más rápido que pudiera, inhalo el aire frio que entra por mi boca y nariz dándome la fuerza para correr.

Nuevamente me encontraba en esta situación, corriendo por mí vida empezaba a caer en la desesperación otra vez, esta sensación ya la había sentido antes, no cuando corrí por el bosque sino en otro lado hace mucho más tiempo atrás como memoria de otra vida que vienen a nosotros de vez en cuando.

La imagen de un pasillo del colegio apareció frente mis ojos, a medida que corría por el mi entorno iba cambiando, pronto de ser edificios cubiertos en nieve y aceras congeladas paso a ser un pasillo de cerámica con ventanas resplandecientes, sus pasos destructivos y pesados estaban por alcanzarme mientras emitía un chillido horrendo que me ensordece.

Sus pasos rápidos estaban a punto de alcanzarme, se sentía como levantaba el piso cada vez que los enterraba, nada podría separarme de mi destino mortal esta vez.

En un breve lapsus de cobardía y aceptación me giro en su dirección aceptando lo que fuera de mí. Con los ojos cerrados dando a cara mi futuro escuche como sus pasos me atravesaron para perderse detrás de mí, giro rápido mi cabeza para buscarlo con angustia.

Solo un pasillo, miro hacia el otro lado y de nuevo solo otro pasillo que llevaba a otra ala, estaba solo en aquel pasillo de cerámica con cuadros, ventanales enormes resplandecientes que parecían cegarme. Me acerco a la ventana para ver que me espera en este lugar, quedo perplejo con lo primero en captar mi atención.

El enorme sol negro que acecha en la esquina del cielo, rodeado de colores naranjos y violetas parece llorar por mí, ve mi interior, conoce mi pasado y lo que he sufrido, me lo dice con sus lágrimas oscuras.

Paso mi mano por sobre mis ojos estaban lagrimando hace poco, tanto por mirar esa criatura como por ver tanto el sol, ¿estaba en otra dimensión? ¿Un recuerdo?, todo me es familiar pero en cierto modo distinto, a tal punto pienso que debo estar muerto y esto es mi purgatorio.

Mientras analizo mis alrededores en busca de pistas entro a una sala que estaba abierta, no era sorpresa que no hubiera nadie a estas alturas, las luces prendidas parecían apuntar en una dirección hacia el fondo de la sala detrás de todas las mesas y sillas, me acerco lentamente esperando lo peor, se divisa una montículo todo maltratado lleno de polvo en la esquina tras un bote de basura.

Lo tomo y limpio para descubrir que es una pequeña mochila de color amarillo con tonos azules y rojos, como son las de los niños, miro dentro de ella para buscar una etiqueta encontrando una que dice; "Aquel que es amado" junto a una D en rojo que está escrita en la parte superior izquierda.

- Este debe ser mi nombre…

Digo con pena en mi voz mientras elevo la pequeña mochila que a pesar de estar maltratada y tener polvo sobre ella posee un aroma demasiado particular.

- Siempre te gusto esa mochila, lamento lo que hicieron tus compañeros

En un tono dulce y con voz suave una mujer que entro en sala con ropa formal y lentes de marca me mira con compasión en sus ojos, que son de color dorado y resplandecen como el oro con las luces del cielo.

- Sé que es difícil para ti pero aun así tratare de ayudarte en lo que pueda, es mi deber como tu profesora ayudarte en estas situaciones.

- Usted me ayudara a comprender por qué me sucede esto a mí.

Digo con un nudo en mi garganta como si años de pena y dolor estuvieran a punto de explotar en mi pecho.

- Haré lo mejor que pueda

Se dirige hacia la puerta de la sala con paso lento y calmado...

- Ven conmigo… David.