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INFIERNO CANTO XXXII

Si rimas broncas y ásperas tuviese, como merecerfa el agujerosobre el que apoyan las restantes rocas1

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exprimiría el jugo de mi temamás plenamente; mas como no tengo, no sin miedo a contarlo me dispongo;

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que no es empresa de tomar a juego de todo el orbe describir el fondo,ni de lengua que diga «mama» o «papa».

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Mas a mi verso ayuden las mujeresque a Anfión a cerrar Tebas ayudaron, y del hecho el decir no sea diverso.

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¡Oh sobre todas mal creada plebe,que el sitio ocupas del que hablar es duro, mejor serla ser cabras u ovejas!

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Cuando estuvimos ya en el negro pozo, de los pies del gigante aún más abajo,y yo miraba aún la alta muralla,

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oí decirme: «Mira dónde pisas: anda sin dar patadas a la triste cabeza de mi hermano desdichado.»

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Por lo cual me volví, y vi por delante y a mis plantas un lago que, del hielo, de vidrio, y no de agua, tiene el rostro.

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A su corriente no hace tan espesovelo, en Austria, el Danubio en el invierno, ni bajo el frío cielo allá el Tanais,

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como era allí; porque si el Pietrapana

28o el Tambernic, encima le cayese,29ni «crac» hubiese hecho por el golpe.30

Y tal como croando está la rana,fuera del agua el morro, cuando sueña con frecuencia espigar la campesina,

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lívidas, hasta el sitio en que aparecela vergüenza, en el hielo había sombras, castañeteando el diente cual cigüeñas.

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Hacia abajo sus rostros se volvían:el frío con la boca, y con los ojos el triste corazón testimoniaban.

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Después de haber ya visto un poco en torno, miré, a mis pies, a dos tan estrechados,que mezclados tenían sus cabellos.

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«Decidme, los que así apretáis los pechos-les dije- ¿Quiénes sois?» Y el cuello irguieron;y al alzar la cabeza, chorrearon

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sus ojos, que antes eran sólo blandospor dentro, hasta los labios, y ató el hielo las lágrimas entre ellos, encerrándolos.

48Leño con leño grapa nunca unetan fuerte; por lo que, como dos chivos, los dos se golpearon iracundos.

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Y uno, que sin orejas se encontraba por la friura, con el rostro gacho,dijo: «¿Por qué nos miras de ese modo?

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Si saber quieres quién son estos dos, el valle en que el Bisenzo se derramafue de Alberto, su padre, y de estos hijos.

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De igual cuerpo salieron; y en Caína podrás buscar, y no encontrarás sombra más digna de estar puesta en este hielo;

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no aquel a quien rompiera pecho y sombra, por la mano de Arturo, un solo golpe;no Focaccia; y no éste, que me tapa

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con la cabeza y no me deja ver,y fue llamado Sassol Mascheroni:

65si eres toscano bien sabrás quién fue.66

Y porque en más sermones no me metas, sabe que fui Camincion dei Pazzi;

68y espero que Carlino me haga bueno.»69

Luego yo vi mil rostros por el frío amoratados, y terror me viene,y siempre me vendrá de aquellos hielos.

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Y mientras que hacia el centro caminábamos, en el que toda gravedad se aúna,y yo en la eterna lobreguez temblaba,

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si el azar o el destino o Dios lo quiso, no s��; mas paseando entre cabezas, golpeé con el pie el rostro de una.

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Llorando me gritó: «¿Por qué me pisas? Si a aumentar tú no vienes la venganza de Monteaperti, ¿por qué me molestas?»

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Y yo: «Maestro mío, espera un poco pues quiero que me saque éste de dudas; y luego me darás, si quieres, prisa.»

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El guía se detuvo y dije a aquelque blasfemaba aún muy duramente:« ¿Quién eres tú que así reprendes a otros?»

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«Y tú ¿quién eres que por la Antenora vas golpeando -respondió- los rostros,de tal forma que, aun vivo, mucho fuera?»

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«Yo estoy vivo, y acaso te convenga-fue mi respuesta-, si es que quieres fama, que yo ponga tu nombre entre los otros.»

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Y él a mí: «Lo contrario desearía; márchate ya de aquí y no me molestes, que halagar sabes mal en esta gruta.»

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Entonces le cogí por el cogote,y dije: «Deberás decir tu nombre, o quedarte sin pelo aquí debajo.»

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Por lo que dijo: «Aunque me descabelles, no te diré quién soy, ni he de decirlo, aunque mil veces golpees mi cabeza.»

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Ya enroscados tenía sus cabellos,y ya más de un mechón le había arrancado, mientras ladraba con la vista gacha,

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cuando otro le gritó: «¿Qué tienes, Bocca?¿No te basta sonar con las quijadas,sino que ladras? ¿quién te da tormento?»

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«Ahora -le dije yo- no quiero oírte,

oh malvado traidor: que en tu deshonra, he de llevar de ti veraces nuevas.»

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«Vete -repuso- y di lo que te plazca, pero no calles, si de aquí salieras,de quien tuvo la lengua tan ligera.

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Él llora aquí el dinero del francés:“Yo vi -podrás decir- a aquel de Duera, donde frescos están los pecadores.”

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Si fuera preguntado “¿y esos otros?”, tienes al lado a aquel de Beccaría,

119del cual segó Florencia la garganta.120

Gianni de Soldanier creo que está

121allá con Ganelón y Teobaldelo,122que abrió Faenza mientras que dormía.»123

Nos habíamos de éstos alejado, cuando vi a dos helados en un hoyo, y una cabeza de otra era sombrero;

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y como el pan con hambre se devora, así el de arriba le mordía al otro donde se juntan nuca con cerebro.

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No de otra forma Tideo roíala sien a Menalipo por despecho,

131que aquél el cráneo y las restantes cosas.132

«Oh tú, que muestras por tan brutal signo un odio tal por quien así devoras,dime el porqué -le dije- de ese trato,

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que si tú con razón te quejas de él, sabiendo quiénes sois, y su pecado, aún en el mundo pueda yo vengarte,

138si no se seca aquella con la que hablo.»

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