—Ay, que distraída, me confundí— bajo la pierna apenada, a punto de terminar en el hospital, o peor aún, en el cementerio.
Trato de guardar la calma, a pesar de sentir unas inmensas ganas de pedirle a los extraterrestres que me abduzcan y así me aseguro de que nunca más me encuentren. Yo no soy de aquí. No sé quién soy, el por qué soy tan estúpida o por qué todo lo que hago siempre me sale tan mal. ¿Me han hecho un brujo, me ha cagado un unicornio o qué demonios ocurre conmigo? Definitivamente soy especial, una especie en edición limitada. Entre mi madre y mi padre, ¿a quién habré salido? ¿Soy producto de un cuerno o simplemente me caí y me golpeé la cabeza en mi desarrollo? Son cosas que nunca sabré, pero que se me cruzan en una fracción de segundo por la mente. Una parte de mí está feliz y satisfecha con lo que sentí, pero la otra está a punto de coger el tenedor y atragantarme con el. Aunque sería una muerte muy trágica y en mi funeral se burlarían de mí.
��¿En qué piensas?
—Está muy dura.
—¿Qué dijiste?
—Creí que las había puesto sobre la silla del lado y como estaba dura, por eso puse mis dos pies, pero no imaginé que estaría rozando algo más— rio nerviosa, recostando los codos sobre la mesa—. Soy estúpida, ¿cierto? Siempre te ando poniendo en una incómoda situación.
—No digas eso. Esas cosas a cualquiera le puede pasar.
—Vaya, me tranquiliza tu forma de pensar.
—Solo debes dejar de ponerte tan nerviosa, ser tu y no avergonzarte de eso. Hagamos de cuenta que nada pasó y listo.
—Lo siento.
—No tengo nada que disculparte. Come que nos has comido casi nada y está muy rica.
Luego de comer, él regresa a continuar pintando y me quedo pensando en la cocina. Lo único que me intriga de todo esto es su erección. Estaba así antes de que sucediera esa incómoda situación. ¿Por qué será? Lo único que estaba haciendo en ese momento era comer. ¿Es que acaso comer puede levantar la trompa de un elefante así? Mi cerebro es tan estúpido que está considerando semejante tontería. Nada mal. Deberé hacer una observación más profunda sobre esto porque realmente es muy rico, pero sospechoso.
Subo a la habitación con el postre y me siento en el borde de la cama, poniéndome las gafas oscuras que había dejado encima de la mesa de noche. Quisiera poder tener rayos x para ver lo que está sucediendo en la cueva del león, pero no se ve ni el monte de Everest en el pantalón.
—¿Por qué tienes gafas dentro de la casa?
Si le confieso que estoy mirando su paquete luego de haberlo tocado sin querer, definitivamente pensará que lo hice intencionalmente y, aunque sé que no fue así, se puede prestar para eso. Además, mi actual investigación se verá afectada si se da cuenta.
—¿Usas calcetines? — investigo.
—¿No los ves?
—No me refería a… — agito la cabeza—. No los vi — sonrío nerviosa y bajo la mirada.
Suelta el postre sobre la mesa de noche y se acerca, hasta que esa zona queda a la altura de mi rostro y me quita las gafas. ¿Acaso me ha descubierto? Vuelvo a mirar lo que tengo cerca y cierro los ojos por unos segundos. Gracias Dios por la estatura que me has dado. Te prometo que de hoy en adelante no volveré a quejarme de ella. Jamás le había visto algo bueno o positivo a esto hasta ahora.
—¿Puedo saber qué andas mirando, Amanda? Me estás poniendo nervioso — posiblemente no se ha dado cuenta de lo cerca que está.
—Si te digo, ¿no vas a molestarte o pensar que soy una sinvergüenza?
—Depende — sonríe por unos instantes, hasta que ve cuando descanso mis dos manos en sus firmes piernas.
—Eso de disimular parece no ser lo mío, pero tú tampoco ayudas, Mau— lo miro fijamente, tratando de llenarme de valentía para confesarle lo que sucede, pero los nervios invaden todo mi ser—. Es difícil concentrarse teniendo un micrófono casi en la boca— murmuro, casi para mí.
—Un micrófono, ¿eh?— maldición, me ha escuchado—. ¿No era esto lo que estuviste mirando todo este tiempo, con intenciones de hablar con el? Solo lo estoy acercando, ya que de lejos es imposible que te escuche.