webnovel

104

                      Daisy

Regresamos a la casa. Habíamos  planeado cenar primero y celebrar, pero John no aguantaba más. Subí a toda prisa a la habitación con la intención de quitarme el traje y cambiarme, pero al parecer, él venía detrás de mí a toda prisa también. Se paró frente a la puerta y se me quedó viendo.

—No te lo quites.

—No pensarás hacerlo con el puesto, ¿o si?

—Claro que sí. Así como estas, te ves muy bien. Será la primera vez que lo hagamos como esposos.

—Cualquiera diría que te excita eso.

Se acercó y sonrió.

—Más de lo que crees. Me hiciste pasar una vergüenza delante de todos. No creas que no voy a cobrarte lo que me hiciste— me acorraló a la pared y llevó su mano a mi cintura —. Te ves muy hermosa así. El rojo encaja perfectamente contigo, y la tela es muy cómoda y suave. No debe haber problema si te lo hago con el puesto—me giró haciéndome mirar la pared —. Inclínate— ordenó.

Puse ambas manos en la pared y me incliné, sus manos descendieron de mi cintura a mis piernas. Recorrieron cada parte de mi, hasta levantar la parte trasera del traje. El contacto de su mano en mi piel, me estremeció. Sus manos siempre son tan suaves y calientes, que deseaba que siguieran tocándome.

Metió ambas manos por debajo del traje, hasta levantarlo completamente y dejar visible mi ropa interior.

—¿Incluso te pusiste esto para mí? — se arrodilló detrás de mí y puso su rostro entremedio de mi trasero.

—John— gemí.

—Es una buena vista. Te queda muy rica está lencería roja— sentí su lengua cuando la pasó entremedio y me tensé —. Me gusta verte así. Sujeta el traje al frente— me quitó la ropa interior y yo sujeté el traje.

En instantes, sentí el roce de su dedo en mi vagina. Fue como una corriente en mi espina dorsal. Su dedo se movió lentamente, hasta entrar en mi. Mordí mi labio inferior, tratando de contener mis gemidos. Sus movimientos se iban acelerando poco a poco; era increíble esa sensación. Al momento que los sacó, pude percibir su lengua en mi vagina, y como sus manos abrían paso para que él pudiera alcanzar. Al sentir como fue subiendo con su lengua, mis piernas temblaron. Escuchar sus quejidos mientras lo hacía, me provocaba mucho. Siempre que lo hace, se vuelve otra persona; es como si disfrutara mucho jugar con cada parte de mi cuerpo.

Luego de unos instantes, se detuvo y se levantó. Quise mirar lo que hacía, pero habló.

—Quédate así— ordenó.

Escuché el cierre de su pantalón, y en instantes, el roce de su pene en mi vagina. Traté de mantenerme en esa posición como me ordenó y sentí cuando de una estocada me penetró. No pude contener mis gemidos, era demasiado para seguirlo haciendo. Me sujetó por la cintura para continuar y mi humedad no tardó en aparecer; poco a poco sentía como mi entrepierna se iba humedeciendo. Estaba más sensible que de costumbre. Sus movimientos constantes y profundos, me tenían al borde de perder la cordura. Siempre que lo hace, no puedo evitar sentirme así.

Subió una mano para agarrarme el pelo, y la otra la llevó a mi seno izquierdo, iba masajeando lentamente mi seno, mientras continuaba penetrándome. Antes no me gustaba que me tratara así, pero ha llegado un momento en que no puedo estar sin esto. Poder hacer que se sienta bien, es algo que me hace sentir satisfecha.

Se detuvo y me giró hacia él.

—Aferrate de mi cuello— ordenó.

Otra vez me pone en esa situación incomoda. No puse resistencia y lo hice. El traje lo amarró arriba y me subió en sus brazos, pegándome a la pared. Bajó una mano para volverme a penetrar, y volvió a sujetarme mejor. Se sentía increíble, nunca lo habíamos hecho así. Lo único que me causaba algo de vergüenza era que me viera; su mirada, y esos ojos azules, son una de mis debilidades.

Recostó su cabeza en mi pecho y lo hizo más rápido. Era como si llegara a lo más profundo de mi. Su brusquedad y la forma en que me embestía, me hacía sentir más caliente. Podía escuchar claramente sus dulces quejidos. Sus brazos me hacían sentir segura, a pesar de que al principio sentía inseguridad.

Pasó su lengua en mi pecho, subiendo a mi cuello y se quedó besándolo por unos segundos, luego me miró y sonrió.

—¿Marcando territorio?— le pregunté, y él sonrió.

—¿Tú qué crees, cosita?— las gotas de sudor bajaban por su lindo rostro, y eso, lo hacía ver más sexy de lo que ya es.

Lo besé y mordió mi labio inferior, para luego esbozar una sonrisa.

—¿Cherry?— preguntó, refiriéndose a mi labial.

—Sí.

Lamió mis labios y me besó, para luego lamer los suyos.

—Delicioso.

Cada vez que hace ese gesto y dice esa palabra, me debilita.

Caminó conmigo hasta la cama y me recostó con delicadeza en ella, para luego subirse sobre mí y penetrarme de vuelta.

Entrelazó sus dedos en los míos y subió mis brazos por arriba de mi cabeza, mientras continuaba moviéndose a su antojo dentro de mi. Se adueñó de mis labios, haciendo que todas esas deliciosas sensaciones se unieran.

Puse mis piernas alrededor de él, evitando que pudiera salirse de mi y él esbozó una sonrisa.

—Eres una esposa muy mala, mami.

Que use ese término conmigo, me hace tan feliz.

—Te amo, mi esposo— musité, y él se me quedó viendo sorprendido.

—Esta vez no vas a salirte con la tuya— soltó mi manos y llevó la suya a mi cuello, sin ejercer fuerza y aceleró sus movimientos.

Cruzamos mirada y esta vez ninguno de nosotros la desvió; normalmente siempre lo hace y más cuando le digo esa palabra. ¿Acaso ya no se avergüenza de que se la diga? Pensando en eso, me encaró y sonrió.

—Te amo, mi esposa— no sonó fingido esta vez.

Esta vez fui yo quien se avergonzó tanto que, tuve que desviar la mirada, y John rio.

—Mírame, antes de terminar dentro de ti. Quiero ver como me dedicas esos últimos gestos y gemidos— me sujetó el mentón, obligándome a mirarlo —. Di que amas a tu esposo, preciosa. — sonrió con malicia.

Maldición, acaba de darse cuenta lo que me avergüenza eso.

—Te amo, John— tartamudeé.

Escuché que se quejó y sentí su calor dentro de mí; ese mismo calor que hace mi cuerpo estremecerse.

Recostó su cabeza en mi pecho y escuché su respiración agitada.

—Has logrado lo que querías. Me tienes loco y no puedo dejar de pensar en ti, cosita. Cada parte de mi te pertenece completamente, así que no me falles.

—No lo haré, John— acaricié su pelo, y sonreí.

Es la primera vez que me habla de esa forma y admite lo que siente. No puedo ser más feliz que ahora.

Nächstes Kapitel