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Al llegar a la casa, a la primera persona que me encontré fue a Pilar. Estaba vestida como una empleada más de la casa.

—Bienvenido, John.

—¿Qué haces vestida así?

—Tu mamá me lo regaló.

—Lo imaginé— iba a subir a la habitación, pero ella me agarró la mano.

—¿Habló con su padre?

—Me temo que vas a tener que quedarte por unos días más.

—No lo permitió, ¿Verdad?

—Te necesita por unos días y luego te dejará ir, no te preocupes —subí el primer escalón, y me habló otra vez.

—No se vaya, le preparé la comida.

—¿Por qué? ¿Mi madre te obligó a hacerlo? —se quedó en silencio y bajó la cabeza—. ¿No tiene veneno? — negó con la cabeza, y acepté.

Me sorprendió lo buena que estaba la comida, normalmente es una empleada quien la hace. Mi madre no sabe cocinar y mi padre tampoco.

—Siéntate, y come también, me pone nervioso que estés ahí parada sin hacer nada.

—Lo siento— fue a la cocina y se sirvió un plato, para luego sentarse en la mesa.

Cenamos en silencio y me levanté para llevar el plato a la cocina.

—Yo lo hago — me arrebató el plato de la mano y, por lo nerviosa que estaba, lo dejó caer. Mi madre al escuchar ese ruido bajó a la cocina.

—¿Estás bien, hijo? ¡Que mujer tan inútil! —le dio una bofetada, y me metí en medio.

—Ella lo va a recoger, mamá. Lo dejó caer por mi culpa— no tolero ver que a una mujer le peguen delante de mí. Mi padre una vez me hizo golpear a una, y no me gustó para nada. Me sentía muy incómodo con eso, pero no pude negarme.

—¿Qué esperas para recoger? — le preguntó mi madre.

—Lo siento mucho —Pilar se agachó y recogió todo.

—¿Dónde está papá?

—Salió en un viaje de negocios, pero regresará en dos días.

La noche llegó, y estaba incómodo con ver a Pilar al lado mío. Me gusta sentirme cómodo a la hora de dormir y, tener la preocupación de que ella estaba ahí y, de que podía intentar algo mientras dormía, me tenía desvelado. No dormí nada en toda la noche, me quedé observándola mientras dormía. A ella si se le hizo fácil dormir, pero a mí no, no es justo.

La alarma sonó y ella se despertó; al darse cuenta que estaba despierto, se sentó en el borde de la cama.

—¿A dónde vas a esta hora?

—A entrenar— me levanté de la cama, y me fui al baño.

Luego de asearme y alistarme, salí.

—¿Necesitas algo? —preguntó nerviosa.

—No, sigue durmiendo y no trates una tontería si quieres salir de aquí— asintió con su cabeza, y salí del cuarto.

—Hoy tu padre nos ordenó a tener un combate de cuerpo a cuerpo— me dijo uno de sus hombres.

—Sí, pero ¿Dos contra uno?

—Él dice que usted está preparado, joven —que de la nada mi padre haga esto, me es extraño.

—¿Cuáles son las reglas?

—No hay ninguna, se vale todo—si mi padre cree que soy capaz de hacerlo, entonces si puedo.

Ambos me rodearon y la única ventaja que tenía a mi favor, era que soy más pequeño que ellos dos; al ser más pequeño que ellos, podía defenderme con mi agilidad y rapidez. ¿Cuántas veces he tenido que hacer esto? Ya he perdido la cuenta.

El más alto de todos fue quien me trató de atacar primero por la espalda, pero ya esperaba eso, así que me agaché y di un salto a un lado para salir de su vista.

—Eres muy bueno, pero ese truco no te va a servir con nosotros, pequeño.

Solo necesito captar sus movimientos, y olvidarme de lo que están hablando. El otro hombre me dio una patada en la pierna y me hizo caer al suelo, estaba pensando en todo eso, que me distraje. Iba a patearme, pero rodé a un lado, evitando que pudiera hacerlo.

Me encontré con el hombre más alto y, ese sí pudo darme una patada en la barriga; fue tan fuerte, que me hizo toser y casi vomitar en el suelo. No me había recuperado, cuando el otro me haló por la pierna, arrastrándome hasta dejarla caer. Mientras siga en el suelo van a hacer conmigo lo que quieran.

Traté de captar sus movimientos para saber quién sería el próximo que iba a tratar de golpearme y, fue cuando pude darme cuenta que era el más alto. Planeaba dejarse caer encima de mí y utilizar su codo como ataque, pero antes de que pudiera hacerlo, rodé nuevamente. Quise hacerlo rápido para que me diera tiempo a levantarme. Mi barriga dolía, pero no era momento de pensar en eso.

—¿Vas a seguir huyendo? Estaremos aquí todo el día si no tratas de golpearnos, John. No te estás defendiendo, solo huyes. ¿Qué tal si te ayudamos a tomar este combate en serio? —sacó una cuchilla de su pantalón, y la sacudió—. ¿Qué te parece?

—Eso es jugar sucio, aunque se valga todo, sigo estando en desventaja.

—Si te encuentras a tus enemigos así, ¿Crees que van a tener lástima de ti por ser un niño? Van a utilizar lo que tengan encima. Defiéndete, y deja de quejarte. ¿No que eres hijo de Leonardo?

Si quieren jugar sucio, eso mismo haré. Mi arma estaba en la mesa, tengo que tratar de llegar ahí antes de que me corten con eso. Una puñalada de ese cuchillo tan fino, no tendría oportunidad de sobrevivir a eso.

Traté de retroceder, ya que estaba acercándose. El otro se fue a mi espalda y me moví. Fui retrocediendo hasta acercarme lentamente a la mesa, no quería que se dieran cuenta de mis planes. El alto tiró un navajazo para mi rostro y, estuvo tan cerca de cortarme, que seguí retrocediendo. Si lo saco de mi vista, puede terminar matándome.

El otro me dio un puño en la cara por no haber estado vigilándolo. Mi cara dolía y tuve que presionarla con mi mano. Le tiré una patada como pude y, en ese preciso momento, el hombre alto, me tiró otro navajazo que logró cortarme un poco la cara. Al ver mi vida en peligro, corrí hasta la mesa y les apunté con el arma.

—¿En qué momento trajiste un arma al entrenamiento? — preguntó el alto molesto.

—No te lo esperabas, ¿Cierto? — le disparé al hombre de la cuchilla y, aunque no le di en la cabeza, cayó al suelo dejándola caer.

—¿Qué demonios estás haciendo, niño? — preguntó el otro hombre—. ¡Eso no es juguete!

—Dijeron que se vale todo, ¿No es así? Ahora no se quejen— le apunté al otro y se quedó quieto.

Escuché un disparo y vi como el hombre se desplomó al suelo.

—Joven, ¿Se encuentra bien? — Aquiles había llegado, y le disparó al hombre.

—Sí, estoy bien.

—Esto no fue ordenado por tu padre.

—Lo sospeché.

—Voy a informarle a tu padre sobre esto. Ve dentro para que te curen esa herida, joven. Yo me encargo del resto.

—De acuerdo.

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