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EL OSCURO DESIGNIO (30)

El Frisco Kid, sentado en una silla plegable de bambú y fumando un cigarrillo, miró a

Frigate de arriba a abajo.

Peter Jairus Frigate, ¿eh? Americano. Del Medio Oeste. ¿Correcto? Pareces bastante fuerte, pero ¿cuál es tu experiencia náutica?

No mucha en la Tierra dijo Peter. Acostumbraba ir en un bote pequeño por el río Illinois. Pero he navegado mucho aquí. Estuve tres años en un gran catamarán de un solo palo, y luego pasé un año en una goleta de dos mástiles como la suya.

Aquello era mentira. Había navegado en un dos palos tan sólo durante tres meses. Pero era bastante para que se supiera los aparejos de memoria.

Hmmm. Esos veleros, ¿efectuaban viajes locales o se dedicaban a viajes largos?

Largos dijo Frigate. Se alegraba de no haberse referido a los veleros como «barcos». Algunos marineros eran muy estrictos acerca de la distinción entre «barcos» y «veleros». Para Frigate, cualquier cosa que navegara por el Río era un barco. Pero Farrington había navegado por los siete mares, aunque aquí ya no hubiera mares.

En esta área añadió el viento sopla normalmente de la parte alta del Río. De modo que navegamos de bolina casi todo el tiempo.

Sí, cualquiera puede navegar con el viento dijo Martin Farrington.

¿Por qué quieres enrolarte? preguntó de pronto Rider.

¿Por qué? Estoy harto de la vida aquí. No me siento satisfecho haciendo lo mismo día tras día. Yo...

Tú sabes cómo son las cosas a bordo de un velero dijo Farrington. Hay muy poco espacio disponible, y te pasas la mayor parte del tiempo con un reducido número de personas, siempre las mismas. Y en el fondo también es hacer lo mismo día tras día.

Lo sé, naturalmente dijo Frigate. Bueno, por una parte, me gustaría viajar hasta el final del Río. El catamarán donde estaba se dirigía hacia allí, pero fue quemado durante un ataque de los esclavistas. La goleta fue hundida por un pez dragón que algunos locales a los que estábamos ayudando intentaban capturar. De nuevo la historia de Moby Dick y del Pequod.

¿Y tú eras Ismael? dijo Rider.

Frigate lo miró. Se suponía que Rider era capaz de recitar de memoria largos párrafos de Shakespeare, que poseía una cierta erudición literaria. Pero eso podía ser simple publicidad de Hollywood.

¿Quiere decir si fui el único superviviente? No, seis de nosotros ganamos la orilla. Fue terrible, de todos modos.

¿Quiénes...?

Farrington se interrumpió, carraspeó, y miró a Rider. Rider alzó sus gruesas y oscuras cejas. Evidentemente, Farrington estaba estudiando como plantear la cuestión.

¿Quiénes eran los capitanes de esos dos veleros?

El capitán del catamarán era un francés llamado DeGrasse. El capitán de la goleta era un sucio hijo de puta llamado Larsen. Un noruego de ascendencia danesa. Había sido capitán de un barco dedicado a la caza de focas, creo.

Nada de lo dicho acerca de Larsen era cierto. Pero Peter no pudo resistir la tentación de observar la reacción de Farrington.

El capitán achicó los ojos, luego sonrió. Dijo lentamente:

Ese Larsen, ¿tenía el apodo de Lobo?

Peter mantuvo su rostro impasible. No iba a caer en esa trampa. Si Farrington pensaba que estaba buscando una rápida identificación por todos los medios para congraciarse con él, no lo aceptaría a bordo.

No. Si tenía algún apodo, era el de «Bastardo». Medía un metro noventa de altura y era muy moreno para un escandinavo. Sus ojos eran tan negros como los de un árabe.

¿Lo conoce?

Farrington se relajó. Aplastó su cigarrillo en un cenicero de tierra cocida, y encendió otro.

¿Eres bueno con ese arco? dijo Rider.

Llevo treinta años practicando. No soy Robin Hood, pero puedo disparar seis flechas en veinte segundos con una razonable precisión. He estudiado las artes marciales durante veinte años. Nunca he buscado pelea, y procuro evitarlas si es posible. Pero me he hallado inmerso en unos cuarenta conflictos importantes, y un montón de otros menos importantes He sido herido seriamente en cuatro ocasiones.

¿Cuándo naciste? preguntó Rider.

En 1918.

Martin Farrington miró a Rider, luego dijo:

Supongo que viste un montón de películas cuando eras chico.

Como todo el mundo.

¿Qué educación recibiste?

Obtuve una licenciatura en artes en literatura inglesa con filosofía como complementaria, y siempre he sido un apasionado de la lectura. ¡Señor, cuánto echo en falta el leer!

Yo también dijo Farrington.

Hubo una pausa. Al cabo, Rider dijo:

Bueno, nuestros recuerdos de la Tierra disminuyen a cada día que pasa.

Lo cual significaba que si Frigate había visto a Rider en las películas y a Farrington en las contraportadas de sus Iibros, era probable que ya no los recordara. La pregunta del capitán acerca de su educación, sin embargo, podía tener un doble interés. Era probable que deseara a un marinero que pudiera hablar inteligentemente de varios temas. En la Tierra, los compañeros de navegación de Farrington habían sido brutales e ignorantes, no exactamente afines a el. Lo mismo que le había ocurrido a él hasta que había ido a la universidad.

Parece que en total tenemos a diez con los que entrevistarnos dijo Farrington. Efectuaremos nuestra elección después de hablar con todo el mundo. Te haremos saber nuestra decisión después del mediodía.

Peter deseaba desesperadamente ser elegido pero temía que el demostrar demasiada ansiedad pudiera ser contraproducente. Puesto que, por alguna razón, estaban viajando bajo seudónimo, podían desconfiar de alguien que se mostrara demasiado ansioso por firmar. Cualquiera sabía.

Hemos olvidado algo dijo Rider. No tenemos sitio más que para una persona. No podrás llevarte contigo a tu mujer. ¿De acuerdo?

No hay ningún problema.

Podrás tomar turnos con Abigail dijo Rider, si no te importa compartirla con otros tres. Y si ella quiere, por supuesto. Pero hasta ahora no ha mostrado antipatía hacia nadie.

Es una mujer deliciosa dijo Peter. Pero ese tipo de cosas no me atraen.

Quizá te guste más Mustafá dijo Farrington, sonriendo. No ha dejado de mirarte ni un solo instante.

Frigate volvió los ojos hacia el turco, que le hizo un guiño, y enrojeció.

Eso aún me atrae menos.

Sólo tienes que dejarlo bien sentado, y ni él ni Binns te molestarán dijo Farrington. Yo no soy homo, pero he visto sodomía a montones. Cualquier hombre que navegue bajo un mástil la ha visto; todas las naves, militares o comerciales, han sido un nido de víboras de sodomía desde Noé. Esos dos son auténticos hombres, aparte su falta de interés hacia el otro sexo. Y son condenadamente buenos marineros. De modo que simplemente diles que se mantengan a distancia. Si, por supuesto, te aceptamos. Pero no queremos ninguna queja por falta de diversión a bordo. Puedes saciarte cuando recalemos, y si

perdemos a un hombre tal vez puedas traerte a una mujer para compañera de cama. Aunque ha de ser un buen marino. Todo el mundo ha de ganarse el sustento en este velero.

Considero a Abigail mucho más atractiva que el segundo contramaestre dijo Frigate. Farrington y Rider se echaron a reír, y Frigate se alejó.

Permaneció por un tiempo en la zona del muelle. Este era una bahía poco profunda que había sido acondicionada con gran trabajo. Piedras cortadas de la base de las montañas habían sido bajadas hasta la orilla y utilizadas para formar la línea del muelle. Desde la orilla se proyectaban también muelles de madera, pero esos albergaban principalmente pequeños botes, piraguas y catamaranes. Dos enormes balsas con mástiles estaban amarradas también a ellos. Eran utilizadas para la pesca del pez dragón. Un cierto número de canoas de guerra, capaces de albergar cuarenta hombres cada una, estaban amarradas cerca de las balsas. Los botes y las piraguas estaban siendo sacadas para la pesca. Al mediodía, el Río estaría lleno de embarcaciones, pequeñas y grandes.

El Abigarrado era lo suficientemente grande como para ser amarrado al muelle de piedra. Estaba anclado a la boca de la bahía, detrás del dique de enormes losas de roca negra. Era una hermosa nave, larga y baja, hecha de roble y pino. No había ni un solo clavo en ella, y las clavijas habían sido cortadas con pedernal. Las velas estaban hechas con la piel externa del pez dragón tratada, tan delgadas que eran translúcidas. El mascarón de proa era una sirena de opulentos pechos enarbolando una antorcha.

La nave era una maravilla, y la principal maravilla era cómo su tripulación había conseguido que no les fuera arrebatada. Mucha gente había muerto por barcos mucho peores.

Sintiéndose ansioso, volvió a pasar junto a Farrington y Rider. Las entrevistas no habían terminado. Se había corrido la voz, y ahora había al menos una veintena de hombres y una decena de mujeres haciendo cola. Si aquello continuaba, los interrogatorios durarían todo el día. No había nada que pudiera hacer al respecto, así que se alzó de hombros y regresó a casa. Eve estaba fuera, lo cual le alegró. No había ninguna necesidad de decirle lo que estaba haciendo hasta que supiera si se iba o no. Si era rechazado, no le diría nada.

Parte de sus deberes como ciudadano ruritano era ayuda en la fabricación de alcohol. Valía la pena que fuera a cumplir con media jornada. El trabajo le impediría pensar y preocuparse. Caminó por los pasos por entre las colinas hasta que estos desaparecieron. Le quedaban todavía cuatro colinas que franquear, cada una de ellas más alta que la anterior. Los árboles eran densos allí; las cabañas, pocas. Finalmente llegó a la cima de la colina más alta, que formaba la base de la montaña. Su lisa piedra ascendía verticalmente hasta una altura estimada de mil doscientos metros. Una cascada retumbaba a un centenar de metros de distancia, derramando miles de litros por minuto en un estanque. Desde aquí, el agua discurría en un amplio canal que serpenteaba su camino entre las colinas hasta el Río.

Frigate pasó junto a las calderas y el equipo de piedra, madera y cristal, y el olor de alcohol. Subió por una escalerilla de bambú hasta una plataforma colocada contra un área de piedra de la que aún no habían sido extraídos los líquenes. Se presentó al encargado, que le entregó un rascador de cuarzo. El encargado tomó de un depósito un palo de pino con las iniciales de Frigate grabadas en él. Tenía talladas líneas horizontales y verticales alternativas, las primeras indicando el número de días que había trabajado, las segundas el número de meses.

El año próximo vamos a tener que utilizar madera para rascar los líquenes dijo el encargado. Estamos reservando el cuarzo y el pedernal para las armas.

Peter asintió y se dedicó al trabajo.

Dentro de poco, las reservas de pedernal se habrían agotado. La tecnología del Mundo del Río iría hacia atrás. En vez de progresar de la edad de madera a la edad de piedra, la humanidad invertiría el proceso.

Frigate se preguntó cómo iba a hacer para sacar sus armas con punta de pedernal del estado. Según la ley, si se embarcaba en el barco de Farrington debería dejar sus preciosas piedras detrás.

El tiempo de trabajo de Frigate era calculado por el encargado. Aparte el sol, había pocos relojes de cualquier tipo. El poco cristal disponible era utilizado en el proceso de fabricación del alcohol, de modo que ni siquiera había relojes de arena. Incidentalmente, la arena utilizada para fabricar el vidrio había tenido que ser importada de un estado a ochocientos kilómetros Río abajo. Esto había costado a Ruritania varios cargamentos de tabaco y licor y montones de pieles y huesos de pez dragón y pez cornudo. El tabaco y el licor eran proporcionados por los ciudadanos de sus cilindros, como contribución. Frigate había tenido que privarse de fumar y beber durante dos meses durante aquel tiempo de sacrificio. Cuando hubo pasado, siguió su abstinencia de fumar, intercambiando sus cigarrillos y puros por whisky. Pero, como ocurría generalmente en la Tierra y ahora también aquí, había vuelto a caer en las garras del Demonio de la Nicotina.

Trabajó duramente, rascando la planta verdeazulada de la negra roca y metiéndola en cubos de bambú. Otros bajaban mediante cuerdas los cubos hasta el suelo, donde sus contenidos eran vaciados en cubas.

Poco antes del mediodía, paró para la hora de la comida. Antes de bajar por la escalerilla, miró por encima de las colinas. Allá a lo lejos, el blanco casco del Abigarrado brillaba al resplandor del sol. De alguna forma, se prometió, estaría a bordo cuando largara amarras.

Peter regresó a la cabaña, observó que Eve no estaba allí, y bajó a la llanura. La cola de aspirantes no parecía más corta que antes. Regresó al borde de la llanura, donde la hierba corta se interrumpía bruscamente para dejar paso a la hierba larga de las colinas.

¿Qué era lo que señalaba la línea de demarcación? ¿Acaso había algunos productos químicos en el suelo de las colinas que impedían que la hierba de las llanuras lo invadiera? ¿O era viceversa? ¿O ambas cosas? ¿Y por qué?

El campo de tiro al arco estaba a medio kilómetro al sur de la zona de los muelles. Practicó con un blanco de hierba montado sobre un trípode de bambú durante media hora. Luego fue a la zona del gimnasio y corrió un poco, practicó el salto de longitud, el judo, el karate y la lucha con lanza durante un par de horas. Terminado este tiempo, estaba sudoroso y cansado. Pero se sentía lleno de alegría. Era maravilloso poseer un cuerpo de veinticinco años, del que habían desaparecido el cansancio y la debilidad de la madurez y la vejez, los dolores y achaques, la grasa, las hernias, las úlceras, los dolores de cabezas, la miopía, siendo sustituidos por la habilidad de correr o nadar rápidamente y mucho rato, por la urgencia del deseo sexual cada noche (y buena parte del día).

Lo peor que había hecho en la Tierra había sido aceptar un trabajo burocrático como escritor técnico a la edad de treinta y ocho años, y luego, a los cincuenta y uno, convertirse en un escritor a tiempo completo. Hubiera debido quedarse en la acería. Era un trabajo monótono, pero mientras su cuerpo estaba ocupado manejando las pesadas y calientes planchas, su mente trabajaba fabulando historias. Por las noches podía leer o escribir.

Era cuando había empezado a sentarse en su sillón durante todo el día cuando había empezado a beber tanto. Y sus lecturas habían disminuido también. Era demasiado fácil después de haber estado trabajando ante una máquina de escribir durante ocho horas diarias sentarse ante la televisión todas las noches con un vaso de bourbon o escocés al lado. La televisión, lo peor que había podido ocurrirle al siglo XX. Después de la bomba atómica y la superpoblación, por supuesto.

No, se dijo a sí mismo, no era justo culpar a la televisión. El no tendría que haberse embobado delante de la pantalla. Hubiera podido utilizar la misma autodisciplina que le permitía escribir para apagar el televisor excepto en algunas ocasiones muy seleccionadas. Pero el síndrome de la indolencia se había apoderado de él. Además, había programas en la televisión que eran realmente excelentes, a la vez entretenidos y educativos.

Sin embargo, aquel mundo era bueno en que no había televisión ni automóviles ni bombas atómicas ni producto nacional bruto ni hojas de salario ni hipotecas ni facturas médicas. Ni polución del agua ni del aire, y casi nada de polvo. Y a nadie le importaba un pimiento ni el comunismo ni el socialismo ni el capitalismo, puesto que no existían. Bueno, eso no era completamente cierto. La mayor parte de los estados practicaban una especie de comunismo primitivo.

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