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cap. 32

Mi respiración disminuyó mientras me daba cuenta de que los brazos de Patch estaban asegurados a mi alrededor.

Estábamos sentados en el suelo de su habitación, y yo me estaba inclinando hacia él. Él me mecía gentilmente, murmurando sonidos calmantes en mi oído.

—Así que eso es —dije—. Realmente maté a Chauncey. Maté a un Nefil. Un inmortal. Maté a alguien. Indirectamente, pero de todos modos. Maté.

—Tu sacrificio debería haber matado a Hank.

Asentí desconcertada.

—Te vi hablándole al arcángel. Vi todo. Utilizaste a Gabe, Jeremiah y Dominic para despejar el almacén y estar a solas con ella.

—Sí.

—¿Gabe encontró a Hank y lo forzó a jurar lealtad?

—No. Lo habría hecho, pero yo encontré a Hank primero. No estaba completamente de acuerdo con Gabe. Le hice creer que le daría a Hank, pero tenía a Dabria esperando afuera del almacén. En el momento en que Hank apareció, ella lo capturó. Cuando volví y encontré que no estabas, pensé que él te había tomado. Llamé a Dabria y transporté a Hank aquí para interrogarlo. Lamento lo de Dabria —se disculpó—. La traje conmigo porque no me importa lo que le pase. Ella es prescindible. Tu no.

—No estoy molesta —dije. Dabria era la menor de mis preocupaciones. Tenía una preocupación mucho más grande martillándome—. ¿Los arcángeles votaron? ¿Qué le va a pasar a Hank?

—Antes de que votaran, querían hablar conmigo. Dado todo lo que ha pasado, no confían en mí. Les dije que si me dejaban matar a Hank, ya no tendrían que preocuparse de la magia negra. También les recordé que si Hank muere, tú te convertirás en la líder de su armada Nefilim. Les prometí que tú detendrías la guerra.

—Cueste lo que cueste —dije, asintiendo con la cabeza impacientemente—. Quiero que Hank desaparezca. ¿La votación fue unánime?

—Ellos no quieren que se les relacionen con este lio. Me han dado luz verde con Hank. Tenemos hasta el amanecer. —Entonces fue cuando noté la pistola en el suelo al lado de su pierna.

Él dijo:

—Prometí que no te robaría este momento, y si eso todavía es lo que quieres, entonces cerraré mi argumento en el asunto para siempre. Pero no puedo dejar que entres en esto a ciegas. La muerte de Hank se quedará contigo para siempre. No puedes retractarte, y nunca lo olvidarás. Lo mataré, Nora. Lo haré si me dejas. La opción está ahí. Es tu decisión, y te apoyaré de cualquier manera, pero quiero que estés preparada.

Ni me inmuté. Recogí el arma.

—Quiero verlo. Quiero mirar sus ojos y ver su arrepentimiento cuando se dé cuenta a donde sus elecciones lo han llevado.

Sólo pasó un breve momento antes de que Patch aceptara mi decisión con una inclinación de cabeza. Me dirigió hacia el pasillo secreto. La única luz parpadeaba desde las antorchas montadas. Las llamas iluminaban varios de los primeros metros del corredor, pero después de eso, no podía ver nada a través de la sofocante negrura.

Seguí a Patch más y más profundo, el pasillo nos conducía suavemente hacia abajo. Por fin, una puerta apareció. Patch tiró de la anilla de hierro, y la puerta se abrió hacia nosotros.

En el interior, Hank estaba preparado. Se abalanzó hacia Patch. Las esposas le detuvieron en seco, atrapando sus puños en el aire. Con una risita que sonaba demasiado demente para mi gusto, dijo:

—No te engañes a ti mismo pensando que podrás salirte con la tuya con esto.

—Sus ojos brillaban a partes iguales de aprobación y odio.

—¿Justo como tú pensaste que podías engañar a los arcángeles? —Fue la rápida respuesta de Patch.

Los ojos de Hank se entrecerraron con cautela. Su mirada cayó al arma en mi mano, registrándola por primera vez.

—¿Qué es esto? —preguntó en un tono verdaderamente escalofriante. Levanté el arma, apuntando a Hank. Satisfecha al ver su rostro nublado con confusión, y luego hostilidad. —¿Alguien podría decirme que está pasando? —chasqueó.

—Tu tiempo se ha acabado —le dijo Patch.

—Nosotros hemos hecho nuestro propio acuerdo con los arcángeles —dije.

—¿Qué acuerdo? —gruñó Hank, con rabia agitándose con cada palabra.

Reduje mi objetivo hacia pecho.

—Ya no eres inmortal, Hank. La muerte llamó a tu puerta después de todo.

Se echó a reír, incrédulo, pero el destello de miedo en sus ojos me dijo que me creía.

—Me pregunto qué te deparará la próxima vida —murmuré—. Me pregunto si, en este momento, estás cuestionándote la vida que construiste. Me pregunto si estás replanteándote todas las decisiones, tratando de averiguar dónde todo salió mal. ¿Recuerdas a las incontables personas que utilizaste y lastimaste? ¿Recuerdas cada uno de sus nombres? ¿Ves el rostro de mi madre? Eso espero. Espero que su rostro te persiga. La eternidad es mucho tiempo, Hank.

Hank se sacudía contra las cadenas tan violentamente que pensé que se iban a romper.

—Quiero que recuerdes mi nombre —le dije a Hank—. Quiero que recuerdes que hice por ti, lo que tú deberías haber hecho por mí. Mostrar algo de piedad.

Su expresión salvaje, vengativa se detuvo repentinamente marcada con cautela.

Era un hombre inteligente, pero no estaba segura de que hubiera adivinado mis intenciones por el momento.

—No voy a liderar a tus Nefilim para que se subleven —le dije—. Porque no vas a morir. De hecho, vas a vivir un poquito más. Garantizado, no vivirás en el Ritz. A menos que Patch intente mejorar esta cámara. —Levanté las cejas hacia Patch, pidiéndole que interviniera.

<<¿Qué estás haciendo, Ángel?>> Murmuró en mis pensamientos.

Para mi sorpresa, mi habilidad de hablar en su mente era algo natural. Un interruptor instintivo se prendió en mi cerebro, y canalicé mis palabras por el enorme poder mental. <<No voy a matarlo. Y tú tampoco lo harás, así que no te hagas ilusiones.>>

<<¿Y los arcángeles? Tenemos un trato.>>

<<Esto no es correcto. Su muerte no debería ser nuestro problema. Pensé que esto era lo que quería, pero tenías razón. Si lo mato, nunca lo olvidaré. Lo voy a llevar conmigo para siempre, y eso no es lo que quiero. Quiero seguir adelante. Estoy tomando la decisión correcta. Y aunque lo mantuve para mí misma, sabía que los arcángeles nos estaban utilizando para hacer su trabajo sucio. Por mi parte, ya he tenido suficiente de ensuciarme las manos.>>

Para mi sorpresa, Patch no dijo nada. Se enfrentó a Hank.

—Yo lo prefiero frio, oscuro y estrecho. Y a prueba de sonidos. De esa manera, no importa cómo tan fuerte y tiempo grites, sólo tendrás tu propia miseria para hacerte compañía.

<<Gracias>> le dije a Patch, poniendo toda mi sinceridad detrás de mis palabras.

Una sonrisa malvada se deslizó en su boca. <<La muerte era demasiado buena para él. Es más divertido de este modo.>> Si el estado de ánimo no hubiera sido tan grave, podría haberme reído.

—Esto es lo que obtienes por creer a Dabria —le dije a Hank—. Ella no es una profetisa; es una psicópata. Vive y aprende.

Le di a Hank la oportunidad de decir alguna palabra final, pero como esperaba, estaba tan estupefacto que se quedó sin habla. Esperaba, al menos, un último intento de pedir disculpas, pero no había puesto mi corazón en ello. En lugar de eso el último intercambio de Hank llegó en la forma de una extraña y débil sonrisa de presentimiento. El efecto me desalentaba un poco, pero supuse que eso era lo que pretendía.

El silencio llenó la pequeña celda. El crepitar de la tensión del aire decayó hasta desaparecer. Desterrando todo pensamiento de Hank, me volví extremadamente consciente de Patch de pie detrás de mí. Hubo un cambio distinto en el aire, cambiando de incertidumbre a alivio.

El cansancio me agotó. Su primer víctima fueron mis manos, las cuales empezaron a temblar. Mis rodillas también temblaban, luego mis piernas. La sensación de agotamiento se arrastró como un mareo. Las paredes de la celda, el aire viciado, incluso Hank parecían girar. La única cosa que me mantenía conectada a la tierra era Patch.

Sin previo aviso, me arrojé en sus brazos. Me presionó hacia atrás contra la pared con la fuerza de su beso. Un temblor de alivio lo atravesó, y hundí mis dedos en su camisa, arrastrándolo contra mí, necesitándolo cerca de una manera que nunca había necesitado antes. Su boca presionaba y probaba la mía. No éramos nada expertos sobre la manera en que él me besaba ahora; en la fría oscuridad de la celda, una urgencia caliente nos obligaba estar juntos.

—Vámonos de aquí —murmuró en mi oído.

Estaba a punto de estar de acuerdo, cuando vi fuego por el rabillo de mi ojo. Al principio, pensé que una de las antorchas se había caído del soporte. Pero la llama danzaba en la mano de Hank, un fascinante, resplandor sobrenatural azul.

Me tomó un momento entender lo que mis ojos estaban viendo pero se rehusaban a creer.

La comprensión de las dos cosas se puso de manifiesto de una sola vez. Hank hacia malabares con una bola de candente fuego azul en una mano y tenía la pluma negra de Patch en la otra. Dos objetos vastamente diferentes; uno luz, otro oscuridad. Moviéndose juntos inexorablemente cerca. Un hilo de humo se enroscaba hacia arriba desde la punta de la pluma.

No había tiempo de gritar una advertencia. No había tiempo para nada.

En ese escaso momento, levanté el arma. Apretando el gatillo.

El disparo arrojó a Hank hacia atrás contra la pared, con los brazos y la boca abierta de sorpresa.

Él no se movió de nuevo.

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