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cap. 11

Cuando abrí mis ojos, ya no estaba en la calle. La Tahoe, los campos de maíz, la noche estrellada: todo se había ido. Me quedé de pie dentro de un edificio de concreto que olía a aserrín y a algo ligeramente metálico, como óxido. Estaba temblando, pero no por el frío.

Había agarrado la camiseta de Jev. Había oído la tela rasgándose. Quizá hasta habría tocado su espalda. Y ahora... estaba en lo que parecía ser un almacén Vacío.

Enfrente vi a dos personas. A Jev y Hank Millar. Aliviada de que no estaba sola en este lugar, me dirigí hacia ellos, esperando que pudieran decirme dónde estaba y cómo había terminado aquí.

—¡Jev! —grité.

Ninguno de los dos miró en mi dirección, pero seguramente me habrían oído.

En este vasto espacio, las voces viajaban.

Estaba a punto de abrir mi boca una segunda vez, cuando me detuve por sorpresa. Detrás de ellos, las barras equidistantes de una jaula asomaban por debajo de un lienzo. En una gran ola, todo tuvo sentido para mí. La jaula. La chica con el cabello color hielo negro. El baño de la preparatoria. Cuando me desmayé momentáneamente. Mis palmas cosquillearon con sudor. Sólo podía significar una cosa. Estaba alucinando.

De nuevo.

—¿Me trajiste hasta aquí para mostrarme esto? —le dijo Jev a Hank con disgusto silencioso—. ¿Entiendes el riesgo que tomo cada vez que nos reunimos? No me llamaste aquí para conversar. No me llamaste aquí para tener un hombro en que llorar. Ni siquiera me llamaste aquí para mostrarme tu última conquista.

—Paciencia, chico. Te mostré al arcángel porque necesito tu ayuda. Obviamente ambos tenemos preguntas —Él miró significativamente a la jaula—. Bueno, ella tiene respuestas.

—Mi curiosidad por la vida murió hace mucho tiempo.

—Lo quieras o no, esta vida todavía es tuya. He intentado todo para persuadirla a hablar, pero ella es cautelosa. Perdón por el juego de palabras —Él sonrió levemente—. Consigue que ella me diga lo que necesito saber y te la entregaré.Dudo que necesite recordarte el problema que los arcángeles presentan para ti. Si hubiera una forma de buscar venganza... bueno, seguramente no necesito decir más.

—¿Cómo te las arreglaste para mantenerla enjaulada? —preguntó fríamente Jev.

La boca de Hank se curvó divertida.

—Recortando sus alas. Sólo porque no puedo verlas, no significa que no tengo una muy buena idea de dónde están. Tú pusiste la idea en mi mente. Antes de ti, nunca habría imaginado que un Nefilim podría cortar las alas de un ángel.

Algo oscuro se agitó en los ojos de Jev.

—Una sierra ordinaria no podría cortar a través de sus alas.

—No usé una sierra ordinaria.

—Lo que sea en lo que estés metido Hank, te aconsejo que lo dejes salir.Rápido.

—Si sabes en qué estoy metido, te ruego que me dejes incluirte en ello. El imperio de los arcángeles no durará para siempre. Hay poderes incluso que superan a los suyos. Poderes esperando ser aprovechados, si sabes dónde buscar —dijo crípticamente.

Con un gesto de disgusto, Jev se volvió para irse.

—Es nuestro acuerdo, chico —lo llamó Hank.

—Esto no era parte de ello.

—Entonces, tal vez podamos llegar a un nuevo acuerdo. Hay rumores de que no has forzado a un Nefilim a jurar lealtad. Jeshvan es sólo en unas pocas semanas... —Él dejó la frase colgando.

Jev se detuvo.

—¿Me estás ofreciendo uno de tus propios hombres?

—Por el bien de todos, sí. —Hank elevó sus manos, riendo en voz alta—. Tendrías tu elección. ¿Aún estoy haciendo esta oferta demasiado buena para rechazarla?

—Me pregunto qué pensarían tus hombres si supieran que estás vendiéndolos al mejor postor.

—Trágate tu orgullo. Pulsar mis botones no ajustará cuentas. Déjame decirte porqué he llegado tan lejos en esta vida. No me tomo las cosas personalmente. Tampoco tú deberías hacerlo. No dejes que esto sea sobre tú y yo, y las diferencias del pasado. Ambos tenemos algo que ganar. Ayúdame y te ayudaré. Es tan simple como eso.

Él se detuvo, dando a Jev tiempo para pensar.

—La última vez te alejaste de una oferta mía, terminó desastrosamente — añadió Hank con una cierta curvatura de sus labios.

—He terminado de hacer tratos contigo —respondió Jev en tono mesurado—. Pero te daré un consejo. Déjala ir. Los arcángeles se darán cuenta de que ella está desaparecida. Secuestrarla tal vez sea un punto para ti, pero estás tentando a tu suerte. Ambos sabemos cómo va a terminar. Los arcángeles nunca pierden.

—Ah, lo hicieron —corrigió Hank—. Ellos perdieron cuando caíste. Perdieron de, nuevo cuando creaste a la raza Nefilim. Ellos perdieron antes y lo harán de nuevo. Con mayor razón debes actuar ahora. Tenemos a uno de los suyos, lo que nos da ventaja. Juntos, tú y yo podemos voltear las cartas. Juntos, chico. Pero debemos actuar ahora.

Me senté contra la pared y abracé mis rodillas contra mi pecho. Dejé que mi cabeza fuera hacia atrás hasta que descansó contra el concreto. Respiraciones profundas. Había salido de una alucinación antes y podía hacerlo de nuevo.

Limpiando el sudor de mi frente, me concentré en lo que había estado haciendo antes de que la alucinación comenzara. Regresa a Jev; al Jev real. Abre una puerta en tu mente. Camina a través de ella.

—Sé acerca del collar.

A las palabras de Hank, mis ojos se abrieron. Miré entre los dos hombres parados frente a mí, últimamente enfocándome en Hank. ¿Él sabía sobre el collar? ¿El que Marcie estaba buscando? ¿Había alguna manera de que los dos collares fueran uno mismo?

No, no lo son. Razoné. Nada de esta alucinación es válida. Estás creando cada detalle de esta escena con tu subconsciente. Enfócate en crear una salida.

Jev elevó sus cejas inquisitivamente.

—Preferiría no revelar mi fuente —replicó Hank secamente—. Obviamente todo lo que necesito ahora es un collar actual. Eres suficientemente listo para saber a dónde vas. Ayúdame a encontrar el collar del arcángel. Cualquiera lo haría.

—Intenta con tu fuente —dijo Jev simplemente, pero con un rastro de burla.

La boca de Hank se comprimió en una severa línea.

—Dos Nefilim. Por supuesto, es tu elección —negoció él—. Puedes alternar entre ellos...

Jev lo despidió con un gesto.

—Ya no tengo mi collar de arcángel, si es a dónde estás yendo. Los arcángeles lo confiscaron cuando caí.

—Eso no es lo que mi fuente me dijo.

—Tu fuente mintió —dijo él suavemente.

—Una segunda fuente confirma que te vio usándolo recientemente en el verano pasado.

Un momento transcurrió antes de que Jev moviera su cabeza hacia el suelo.

Luego echó su cabeza hacia atrás y rió, casi con incredulidad.

—No lo hiciste —Su risa murió abruptamente—. Dime que no arrastraste a tu hija en medio de esto.

—Ella vio una cadena de plata alrededor de tu cuello. El Junio pasado.

Los ojos de Jev crecieron hacia Hank.

—¿Cuánto sabe ella?

—¿Sobre mí? Está aprendiendo. No me gusta, pero mi espalda está contra la pared. Ayúdame y no la usaré de nuevo.

—Estás asumiendo que me preocupo por tu hija.

—Te preocupas por cada uno de ellas —dijo Hank con un sardónico giro de sus labios—. O solías hacerlo.

Un músculo en la mandíbula de Jev tembló, y Hank rió.

—Después de todo este tiempo, todavía estás avivando el fuego. Una lástima que ella no sepa que existes. Hablando de mi otra hija, también escuché que ella fue vista usando tu collar en Junio. Ella lo tiene, verdad —afirmó en lugar de preguntar.

Jev regresó a Hank cada mirada.

—Ella no lo tiene.

—Habría sido un plan genial —dijo Hank, no sonando en absoluto como si le creyera a Jev—. No es como que yo pudiera torturarla acerca de su paradero; ella no sabe nada —Él rió, pero el sonido no parecía verdadero—. Ahora, eso sería irónico. La única pieza de información que necesito está enterrada profundamente en una mente que borré efectivamente.

—Una lástima.

Con una floritura, Hank sacó el lienzo de la jaula. Pateó la caja de metal en la luz, la base raspó el suelo. El cabello de la chica estaba enredado a través de su cara, sus ojos estaban rodeados de negro y lanzándose violentamente a través del almacén, mientras intentaba memorizar cada detalle de su prisión antes de que el lienzo la cegara de nuevo.

—¿Bien? —preguntó Hank a la chica—. ¿Qué piensas, mi mascota? ¿Crees que podamos encontrar el collar del arcángel a tiempo?

Ella se volvió hacia Jev, y no hubo ninguna duda del reconocimiento ampliando sus ojos. Sus manos apretaron las barras de la jaula tan fuertemente que su piel se volvió traslúcida. Ella gruñó una palabra que sonaba como ―traidor. Ella miró entre Hank y Jev, entonces su boca se abrió con un aullante grito.

La fuerza de su grito me arrojó hacia atrás. Mi cuerpo golpeó a través de los muros del almacén. Caí a través de la oscuridad, una y otra vez. Mi estómago se irritó, una gran ola de náuseas me golpeó.

Y entonces estaba tendida boca abajo en el arcén de la carretera, mis manos curvándose en la grava. Cambié a una posición sentada. El aire estaba lleno del olor de los campos de maíz. Los insectos de noche zumbaban alrededor. Todo estaba exactamente como había estado

No sabía cuánto tiempo había estado fuera. ¿Diez minutos? ¿Media hora? Mi piel estaba cubierta de sudor, y esta vez mis temblores eran por el frío.

—¿Jev? —grité con voz ronca.

Pero él se había ido.

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