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cap. 2

En los últimos once segundos, había estado acostada bocabajo, abrazando la almohada sobre mi cabeza, tratando de evadir al informe del tránsito de Chuck Delaney del centro de Portland, el cual venía alto y claro través de mi reloj despertador. Asimismo, estaba tratando de obstaculizar la parte lógica de mi cerebro, aquella que gritaba que ya me vistiera, pues de lo contrario tendría repercusiones si no lo hacía. Pero la parte hedonista de mi cerebro ganó. Mi sueño se aferró, o más bien, al tema de mi sueño. Él tenía el pelo negro, ondulado, y una sonrisa de asesino. En ese momento, él estaba sentado atrás de su motocicleta y yo estaba sentada mirando hacia adelante, nuestras rodillas se tocaban. Acurruqué mis dedos en su camisa y tiré de ella para obtener un beso. 

En mi sueño, Patch sentía cuando lo besaba. No sólo a nivel emocional, sino también en el real, ese toque físico. En mi sueño, él llegaba a ser más humano que ángel. Puesto que los ángeles no pueden sentir la sensación física – y yo sabía eso–, pero en mi sueño, quería que Patch sintiera la presión suave y sedosa de nuestros labios en plena conexión. Quería que sintiera mis dedos entrelazando su cabello, presionándolo. Necesitaba que sintiera el emocional e innegable campo magnético tirando de cada molécula de su cuerpo hacia el mío. 

Al igual que yo lo hice. 

Patch pasó su dedo por la cadena de plata que traía en mi cuello, su toque envió un escalofrío de ondulante placer a través de mí. 

—Te amo —murmuró. 

Arrastré las yemas de mis dedos hasta su duro abdomen, me apoyé en él, deteniéndome justo antes de un beso. Yo te amo más, dije rozando su boca mientras hablaba. 

Sólo que las palabras no salieron. Se quedaron atrapadas en mi garganta. 

Patch esperó a que respondiera con su sonrisa vaciante. 

—Te amo —lo intenté de nuevo. Una vez más, las palabras se quedaron fijadas en el interior. 

La expresión de Patch se volvió ansiosa. 

—Te amo Nora —repitió.  

Asentí con la cabeza desesperadamente, pero él se había dado la vuelta. Se fue hacia la moto y se marchó sin mirar atrás. 

—¡Te amo! —Grité tras él—¡Te amo, te amo! 

Pero era como si arena movediza se hubiera derramado en mi garganta; lo más difícil era luchar para que las palabras salieran, antes de que se hundieran. 

Patch fue escapando entre una multitud. La noche había caído alrededor de nosotros en un instante, y yo apenas podía distinguir su camiseta negra de entre cientos de otras camisas oscuras en la gran masa. Corrí en su captura, pero cuando le tomé su brazo, era otra persona la que se daba la vuelta. Una niña. Estaba demasiado oscuro para obtener una buena lectura de sus rasgos, pero me di cuenta que ella era hermosa. 

—Yo amo a Patch —me dijo, sonriendo a través de un chocante labial rojo. —Y yo no tengo miedo a decirlo. 

—¡Se lo dije! —argumenté. —¡Anoche se lo dije! 

Pasé junto a ella, mis ojos exploraban a la multitud hasta que alcancé a ver la marca de la gorra azul de Patch. Me empujé de manera frenética hacia él y extendí mi mano para coger la suya. 

Se dio la vuelta, pero él había cambiado... a la misma bella chica. 

—Eres muy lenta —dijo. —Amo a Patch ahora. 

—Más de Angie con el tiempo —ladró alegremente Chuck Delaney en mi oído. Mis ojos se abrieron de golpe a la palabra "tiempo". Me acosté en la cama un momento más, tratando de convencerme de que aquello no era más que un mal sueño, producto de mis remordimientos. El despertador anunció que eran veinte minutos antes de la hora, y no había posibilidad para eso si yo estaba escuchando el pronóstico del tiempo, a menos que... 

¡La escuela de verano! ¡Me había quedado dormida! 

Me quité de encima las sábanas y corrí al armario. Empujando mis pies en los mismos jeans que había descartado hasta el fondo del closet la noche anterior, estiré una camiseta blanca sobre mi cabeza y encima me puse una chaqueta color lavanda. Con velocidad marqué a Patch, y después de tres tonos me mandó al correo voz. 

—Llámame —dije haciendo una pausa de medio segundo para preguntarme si me estaría evitando después de la confesión de la noche anterior.  

Había hecho que mi mente fingiera que aquello nunca había sucedido, o al menos hasta que las cosas volvieron a la normalidad, pero después del sueño de esta mañana, estaba empezando a dudar si podría dejarlo ir tan fácilmente. Tal vez Patch sólo estaba pasando por un tiempo difícil después de haber sido un caído. De cualquier manera, no había mucho que pudiera hacer al respecto en este momento. A pesar de que podría haber jurado que él había prometido llevarme a la escuela. 

Me deslicé una diadema en el cabello en lugar de peinarlo, cogí la mochila de la encimera de la cocina y me precipité hacia la puerta... 

Hice una pausa en el camino, el tiempo suficiente para dar un grito de exasperación al bloque de cemento, de ocho por diez pies, donde mi Fiat Spider 1979 solía situarse. Mi madre había vendido el Spider para pagar la factura de los tres meses de retraso de la luz, y atascar nuestra nevera con provisiones suficientes para mantenernos alimentados hasta el final del mes. Había despedido incluso a nuestra ama de llaves, Dorothea, alias: mi tutor suplente, para recortar gastos. Envié de un pensamiento de odio en la dirección de las circunstancias, me eché la mochila al hombro y empecé a trotar. La mayoría de la gente podría considerar la granja rural de Maine, donde mi mamá y yo vivíamos, un lugar pintoresco, pero la verdad era, que no había nada en millas de este pintoresco sitio, además había que correr mucho para llegar hasta los vecinos más cercanos. Y al menos que pintoresco fuera un sinónimo del siglo XVIII, corrientes de aire y un hoyo para el dinero situado en el ojo de una inversión atmosférica que absorbe toda la niebla de aquí de la costa, me permitiría disentir. 

En la esquina de Hawthorne y Beech, vi señales de vida a partir de los coches que pasaban de largo en su viaje por la mañana. Utilicé una mano para pedir aventón y con la otra desenvolví un chicle de menta. 

Un Toyota rojo 4Runner frenó en la acera, y la ventana del pasajero se bajó de manera automática. Marcie Millar se sentaba detrás del volante. 

—¿Problemas con el coche? —preguntó. 

Si problemas con el automóvil era no tener coche... No es que yo estuviera a punto de admitir a Marcie. 

—¿Necesitas que te lleve? —expresó impaciente cuando no respondí. 

No podía creer que fuera, de entre todos los coches que pasaban por este tramo de carretera, Marcie la que parara. ¿Quería ir con Marcie? No. ¿Aún estaba trabajando lo que había dicho sobre mi padre? Sí. ¿Estaría a dispuesta a perdonarla? Por supuesto que no. Me hubiera bastado un gesto para que ella siguiera conduciendo, pero había un pequeño inconveniente. Se rumoreaba que la única cosa que el Sr. Loucks gustaba más que la tabla periódica de los elementos era la detención de estudiantes que llegaban tarde. 

—Gracias —acepté a regañadientes. —Voy de camino a la escuela. 

—¿Debo suponer que tu gorda amiga no podía darte un aventón? 

Me quedé inmóvil con la mano en la manija de la puerta. Vee y yo hacía mucho tiempo que habíamos renunciado a educar a los descerebrados que pensaban que "gorda" y "curvas" eran la misma cosa, pero eso no quería decir que toleraría la ignorancia. Y, por otra parte, yo hubiera tenido mucho gusto en llamar a Vee para que me trajera, pero había sido invitada a asistir a una reunión de los editores de la publicación electrónica de la escuela y con seguridad ella ya estaba en la escuela. 

—Pensándolo mejor, voy a caminar —cerré la puerta del carro de Marcie de un empujón. 

Marcie puso una cara confundida. 

—¿Te ofendió que la llamara gorda? Porque es la verdad. ¿Qué pasa contigo? Siento que todo lo que digo tiene que ser censurado. Primero tu padre, ahora esto. ¿Qué pasó con la libertad de expresión? 

Por un momento pensé en que esto sería bueno y conveniente si todavía tuviera el Spider. No sólo no tendría que pedirle un aventón, sino que en algún momento tendría el placer de atropellar a Marcie. El estacionamiento de la escuela podía ser caótico después de la escuela. Los accidentes pasan. 

Como no podía hacer rebotar a Marcie con mi defensa delantera, hice la siguiente mejor cosa. 

—Si la concesionaria Toyota hubiera sido de mi papá, creo que estaría lo suficientemente preocupada por el medio ambiente como para pedir un híbrido. —Bueno, tu padre no posee el concesionario de Toyota. 

—Eso es correcto. Mi padre está muerto. 

Alzó un hombro. 

—Tú lo has dicho, no yo. 

—A partir de ahora, creo que es mejor si nos quedamos fuera del camino de la otra. 

Examinó su manicura. 

—Bien. 

—Bueno.  

—Sólo estaba tratando de ser amable, y mira donde me tienes —dijo en voz baja. 

—¿Amable? Llamaste a Vee gorda. 

—También te ofrecí llevarte. 

Ella aceleró y sus neumáticos mancharon de polvo el camino que flotaba en mi dirección. No me había despertado esta mañana buscando una razón más para odiar Marcie Millar, pero ahí la tenía. 

Coldwater High se había erigido a finales del siglo XIX, y la construcción era una mezcla ecléctica de estilo gótico victoriano y que parecía más catedral que académico. Las ventanas eran estrechas y arqueadas, el cristal con plomo. La piedra era multicolores, pero sobre todo gris. En el verano, la hiedra se arrastraba hasta el exterior y le daba a la escuela un cierto encanto de Nueva Inglaterra. En el invierno, la hiedra se parecía mucho a unos dedos esqueléticos asfixiando el edificio. 

Estaba caminando rápido, casi medio corriendo por el pasillo al aula de química, cuando sonó mi teléfono celular en el bolsillo. 

—¿Mamá? —Le contesté, sin frenar mi ritmo. —¿Te puedo llamar...? 

—¡A que no adivinas con quién me encontré ayer por la noche! Lynn Parnell. Recuerdas a la madre de Scott Parnells. 

Miré el reloj de mi celular. Había sido suficiente fortuna que un completo extraño me diera un aventón a la escuela —una mujer, a su manera, pues entrenaba Kick Boxing en el gimnasio—, pero todavía me quedaba un corto camino por recorrer. Y a menos de dos minutos de la campana. 

—¿Mamá? La escuela está a punto de comenzar. ¿Te puedo llamar en el almuerzo? 

—Tú y Scott fueron tan buenos amigos. 

Se había desencadenado un vago recuerdo. 

—Cuando teníamos cinco años —dije. —¿Él siempre mojaba los pantalones, no? 

—Tomé unas copas con Lynn anoche. Ella acaba de finalizar su divorcio, y ella y Scott están regresando a Coldwater. 

—Eso es genial. Yo te llamo... 

—Los invité a cenar esta noche. 

Al pasar por la oficina principal, el minutero del reloj que estaba encima de la puerta, marcaba casi la siguiente hora. Desde donde yo estaba, se veía atrapado entre 07:59 y el agudo ocho. Lo apunté con un gesto de amenaza y pensé: No te atrevas a dar el toque temprano. 

—Esta noche no es bueno, mamá. Parche y yo... 

—¡No seas tonta! —Mi mamá me interrumpió. —Scott es uno de tus amigos más antiguos del mundo. Tú lo conocías mucho antes de Patch. 

—Scott solía forzarme a comer cochinillas —dije. —Mi memoria comienza a entrar en razón. 

—¿Y tú nunca le obligaste a jugar Barbies? 

—¡Totalmente diferente! 

—Esta noche, siete en punto —dijo mamá con una voz intransigente a todo argumento. 

Me apresuré a entrar a química, con el último segundo avanzando, y me deslicé sobre una banca de metal detrás de una mesa de granito negro del laboratorio, justo en la primera fila. Las mesas eran para dos personas, y yo había cruzado mis dedos para que me tocara alguien cuya comprensión de la ciencia sobrepasara la mía, que, dado mi nivel, no era difícil de superar. Tendía a ser más una romántica que una realista, y optaba más por la fe ciega que en la lógica fría. Por eso, la ciencia y yo estábamos en desacuerdo desde el principio. 

Marcie Millar entró en la sala usando tacones, jeans y un top de seda de Banana Republic que yo tenía en mi lista de deseos de regreso a la escuela. Por el Día del Trabajo, la blusa estaría en liquidación y por ende en el rango de compensación de precios. Pero ahora estaba en el proceso de limpiar mentalmente la blusa de mi lista cuando Marcie se sentó en la banca de mi lado. 

—¿Qué pasa con tu cabello? —dijo. —¿Se quedó sin mousse? ¿O sin paciencia? —Una sonrisa curvó uno de los lados de su boca. —¿O es porque había que correr cuatro kilómetros para llegar aquí a tiempo? 

—¿Qué pasó con mantenerse al margen del camino de la otra? —le lancé una mirada apuntando a su silla, a continuación, las veinticuatro pulgadas de diferencia no se estaban quedando en el límite del camino. 

—Necesito algo de ti. 

Exhalé en silencio y estabilicé mi presión sanguínea. Debí saberlo. 

—Ésta es la cosa, Marcie —dije. —Las dos sabemos que esta clase va a ser increíblemente difícil. Deja que te haga un favor y te advierta que la ciencia es mi peor asignatura. La única razón por la que estoy haciendo la escuela de verano se debe a que escuché la química más fácil que ese término. Tú no me quieres como tu compañera. Esto no será fácil para obtener una A.  

—¿Me veo como que estoy sentada a tu lado para recuperar mi promedio? —Dijo ella con un impaciente tirón de la muñeca. —Te necesito para otra cosa. La semana pasada conseguí un trabajo. 

¿Marcie? ¿Un trabajo? 

Ella sonrió, y yo sólo podía imaginar que había sacado mis pensamientos directamente de mi expresión. 

—En la oficina escolar. Uno de los vendedores de mi padre está casado con la secretaria de la oficina principal. Nunca está de más disponer de conexiones. No es que tú deberías saber algo al respecto. 

Sabía que el padre de Marcie era influyente en Coldwater. De hecho, él era un gran apoyo para el club de donantes, él tenía incidencia en cada puesto administrativo de la escuela, pero esto era ridículo. 

—De vez en cuando cae un archivo abierto y no puedo dejar de ver las cosas —dijo Marcie. 

Sí, claro. 

—Por ejemplo, sé que aún no está nada sobre la muerte de tu papá. Has estado en la consejería con la psicología de la escuela. De hecho, ya lo sé todo acerca de todo el mundo. Excepto de Patch. La semana pasada me di cuenta de que su archivo está vacío. Quiero saber por qué. Quiero saber lo que se esconde. 

—¿Por qué te importa? 

—Él estuvo en mi casa la última noche, mirando a la ventana de mi dormitorio. 

Parpadeé. 

—¿Patch estaba en tu casa? 

—A menos que tú conozcas a algún otro tipo que conduzca un Jeep Commander, vestido de negro, y que esté buenísimo... 

Fruncí el ceño. 

—¿Dijo algo? 

—Él me vio mirando desde la ventana y se fue. ¿Debería estar pensando en una orden de restricción? ¿Este comportamiento es típico en él? Yo sé que él está fuera, pero ¿qué tan lejos? 

No hice caso de ella, estaba demasiada absorta con toda esta información. ¿Patch? ¿En casa de Marcie? Tuvo que haber sido después de salir de mi casa. Después de que le dijera: "Te amo" y él se escabullera. 

—No hay problema —dijo Marcie enderezándose. —Hay otras maneras de obtener información, como la administración. Supongo que ellos pueden terminar viendo un archivo escolar vacío. Yo no iba a decir nada, pero por mi propia seguridad... 

Yo no estaba preocupada porque Marcie fuera a la administración. Patch podría manejar eso. Más bien me preocupaba lo de anoche. Patch había salido precipitadamente, diciendo que había algo que tenía que hacer, pero estaba teniendo un difícil momento creyendo que él estaba esperando afuera de la casa de Marcie. Era mucho más fácil de aceptar que él me había dejado a causa de lo que había dicho. 

—O la policía —agregó Marcie, tocando con la punta del dedo sus labios. —Un archivo de la escuela casi vacío suena ilegal. ¿Cómo entró Patch a la escuela? Te ves molesta, Nora. ¿Estoy adentrándome en algo? —Una sonrisa de placer sorprendió su rostro. —¿No? Hay más en la historia. 

Posé mis fríos ojos de ella. 

—Para alguien que ha dejado claro que su vida es superior a la de cualquier otro estudiante en esta escuela, segura que lo convertiste en un hábito eso de meter la nariz en nuestras vidas aburridas y sin valor. 

La sonrisa de Marcie se desvaneció. 

—Yo no tendría que meterme si todos se quedaran fuera de mi camino. 

—¿Tu camino? Esto no es tu escuela. 

—No me hables de esa manera —dijo Marcie con un incrédulo, tic casi involuntario de su cabeza. 

—De hecho, no me hables en absoluto. 

Levanté mis palmas hacia arriba. 

—No hay problema. 

—Y mientras estás en eso, muévete. 

Eché un vistazo a mi banca, pensando sin duda que ella no podría entender que: 

—Yo estaba aquí primero. 

Imitándome, Marcie levantó sus palmas hacia arriba. 

—No es mi problema. 

—Yo no me muevo. 

—No estaré sentada junto a ti. 

—Estoy feliz de oírlo. 

—Muévete —Marcie demandó.  

—No. 

La campana sonó alrededor de nosotras, y cuando el sonido estridente murió, tanto Marcie y yo parecíamos habernos dado cuenta de que la habitación se había vuelto tranquila. Miramos alrededor, y me dolió el estómago al percatar que todos los asientos en la sala estaban ocupados. 

El Sr. Loucks se colocó en el pasillo, a mi derecha, agitando una hoja de papel. —Estoy sosteniendo un plano de la sala en blanco —dijo. —Cada uno de los rectángulos corresponde con un escritorio en la habitación. Escriban su nombre en el rectángulo y pásenlo —dio una palmada en la tabla por delante de mí—. Espero que les guste a sus compañeros —nos dijo. —Estarán ocho semanas con ellos. 

Al mediodía, cuando terminó la clase, tomé un paseo con Vee a Enzo's Bistro, nuestro lugar favorito para tomar mokas helados o cafés espumosos, dependiendo de la temporada. Sentí el sol hornear mi rostro al cruzar el estacionamiento, y fue entonces cuando lo vi. Un blanco Volkswagen Cabriolet descapotable con un signo de venta grabada en la ventana: $ 1 000 OBO 

—Estás babeando —Vee dijo usando la punta de su dedo para cerrar mi boca. —¿No tienes mil dólares que te pueda pedir prestado? 

—No tengo ni cinco dólares que te pueda prestar. Mi alcancía está oficialmente anoréxica. 

Suspiré de nostalgia en la dirección del Cabriolet. 

—Necesito el dinero. Necesito un trabajo. 

Cerré los ojos, imaginándome a mí misma al volante del Cabriolet, de arriba hacia abajo, el viento silbante en mi cabello rizado. Con el Cabriolet nunca tendría para pedir un aventón de nuevo. Yo sería libre de ir donde quisiera, cuando me diera la gana. 

—Sí, pero conseguir un trabajo significa que tú realmente tienes que trabajar. Quiero decir, ¿estás segura de que quieres gastar todo el verano trabajando lejos y por un salario mínimo? Es posible que, no sé, sudes o algo. 

Saqué de mi mochila un trozo de papel y garabateé el número que aparecía en el cartel. Tal vez podría hablar con el propietario de un par de cientos de dólares. Mientras tanto, mirando otros clasificados, agregué el del empleo de medio tiempo a mi lista de tareas. Un trabajo significaría un tiempo lejos de Patch, pero también significaría un transporte privado. Por mucho que me amaba Patch, siempre parecía estar ocupado... para hacer algo. ¿Qué le hizo ser poco fiable cuando se trataba de llevarme? 

Dentro de Enzo, Vee y yo pedidos mokas helados y ensaladas con nuez, que ya estaban servidas sobre nuestra mesa. Durante las últimas semanas, Enzo se habían sometido a una amplia remodelación para ponerlo al día con el siglo XXI y ahora se estrenaba una sala de Internet por primera vez en Coldwater. Teniendo en cuenta el hecho de que mi ordenador de casa tenía seis años, yo estaba emocionada. 

—No sé tú, pero yo estoy lista para unas vacaciones —dijo Vee, poniendo sus lentes de sol sobre su cabeza. —Ocho semanas más de español. Esos son más días de los que quisiera pensar. Lo que necesitamos es una distracción. Lo que necesitamos es algo que quitará de nuestras mentes este tramo sin fin de la educación de calidad que se extendió antes que nosotras. Necesitamos ir de compras. Portland, aquí vamos. Macy tiene una gran venta. Necesito zapatos, vestidos y una nueva fragancia. 

—Acabas de comprar ropa nueva. Costó doscientos dólares. Tu mamá tendrá una hemorragia cuando llegue el estado de cuenta de su MasterCard. 

—Sí, pero necesito un novio. Y para conseguir uno, necesitas verte bien. Y no hace daño oler bien también. 

Llevé a mi boca un pedazo de pera. 

—¿Tienes a alguien en mente? 

—De hecho, lo tengo. 

—Sólo prométeme que no es Scott Parnell. 

—Scott, ¿quién? 

Sonreí. 

—Ves, ahora estoy feliz. 

—No sé nada acerca de ningún Scott Parnell, pero el chico que tengo en la mira sucede que es ardiente. Fuera – de – serie, ardiente. Más – ardiente – que – Patch, ¡ardiente! —Ella se detuvo, —bien, tal vez no tanto. Nadie es así de ardiente. En serio, el resto de mi día está planeado. Portland o alcohol, ya dije. 

Abrí la boca, pero Vee fue más rápida. 

—Uh-oh —ella dijo. —Conozco esa mirada. Vas a decirme que ya tienes planes. . —Regresando a Scott Parnell... Él solía vivir aquí cuando teníamos cinco 

Vee parecía que estaba buscando a su memoria a largo plazo. 

—Se orinaba mucho en los pantalones —agregué amablemente. 

Los ojos de Vee se iluminaron 

—¿Scotty the Potty? 

—Se está mudando de nuevo a Coldwater. Mi mamá lo invitó a cenar esta noche. —Ya veo por dónde va esto —Vee dijo, asintiendo con la cabeza sabiamente. —Esto es lo que se llama un reencuentro lindo. Esto es cuando la vida de dos personas potencialmente románticas se cruzan. ¿Recuerdas cuando Desi accidentalmente entró en la habitación de los hombres y cachó a Ernesto en el urinario? 

Detuve con mi tenedor a medio camino entre el plato y la boca. 

—¿Qué? 

—En Corazón, el jabón español. ¿No?... No importa. Al parecer, mamá quiere conectarte con Scotty the Potty. Pronto. 

—No, no lo quiere. Ella sabe que yo estoy con Patch. 

—El hecho de que ella sepa, no quiere decir que esté feliz por eso. Tu mamá va a gastar mucho tiempo y energía en convertir esta ecuación de Nora más Patch es igual a amor, en Nora más Scotty the Potty es igual a amor. Y ¿qué pasa con esto? Tal vez Scott the Potty se convirtió en el Scotty the Hottie. ¿Has pensado en eso? 

Tenía a Patch, y estaba perfectamente feliz de mantenerlo de esa manera. 

—¿Podemos hablar de algo ligeramente más urgente? —Pregunté, pensando que era tiempo de cambiar de tema, antes de que el actual le diera más locas ideas a Vee. —¿Como el hecho de que mi nueva compañera de química... Marcie Millar? 

—La pu... 

—Aparentemente ella está trabajando en la oficina principal y miró el expediente de Patch. 

—¿Sigue vació? 

—Eso parece. Y ahora ella quiere que le diga todo lo que sé sobre él. 

Incluyendo el porqué él estuvo frente a su casa contemplando la ventana de su recámara. Alguna vez escuché un rumor de que Marcie tenía una raqueta de tennis tras su ventana cuando ésta estaba abierta a los pagos de ciertos "servicios", pero no iba a pensar acerca de eso. De todas formas, ¿no eran los rumores un 90 por ciento ficción? 

Vee se inclinó acercándose. 

—¿Qué es lo que sabes? 

Nuestra conversación pasó a un silencio incómodo. Yo no creía en los secretos entre mejores amigas. Pero había secretos... y verdades difíciles. Verdades atemorizantes. Verdades inimaginables. Tener un novio que es un ángel caído convertido – en – guardián encaja en todas ellas. 

—¿Estás ocultándome algo? —Vee dijo. 

—Yo no. 

—Sí, y es mucho. 

Silencio incómodo. 

—Le dije a Patch que lo amaba. 

Vee se tapó la boca, pero no sabría decir si estaba ahogando un grito de asombro o una risa. Sólo me hizo sentir más insegura. ¿Qué era tan gracioso? ¿Había hecho algo incluso más estúpido que lo que ahora pensaba? 

—¿Qué dijo? —preguntó Vee. 

Tan sólo la miré 

—¿Tan malo fue? —cuestionó. 

Me aclaré la voz. 

—Hábleme de este hombre con el que vas a salir. Es decir, ¿se trata de un deseo - de - lejos, o que en realidad hablaste con él? 

Vee tomó la pista. 

—¿Hablé con él? Compré ayer, para el almuerzo, hot - dogs en Skippy con él. Fue una de esas cosas como de cita a ciegas, y resultó mejor de lo esperado. Mucho mejor. Para tu información, tú sabrías todas estas cosas si devolvieras mis llamadas en lugar de hacerlo con tu novio, sin parar. 

—Vee, soy tu única amiga, y no fui yo quién te conquistó. 

—Lo sé. Tu novio lo hizo. 

Me atraganté con una bola de queso Gorgonzola. 

—¿Patch estará listo en una cita a ciegas?  

—¿Entonces? —dijo Vee, con su defensivo tono dirigiéndose hacia mí. 

Sonreí. 

—Pensé que no te confiabas en Patch. 

—No 

—¿Pero? 

—Traté de llamar para investigar a mi primera cita, pero repito, nunca regresas mis llamadas. 

—Misión cumplida. Me siento como la peor amiga que haya existido —le di una sonrisa conspiradora—. Ahora, me dicen lo demás. 

Vee dejó su tono resistente, y miró mi sonrisa. 

—Su nombre es Rixon, y es irlandés. Su acento o cómo se llame me mata. Sexy al máximo. Es un poco flaco teniendo en cuenta que soy ancha de huesos, pero estoy pensando en perder veinte libras este verano, así que todo debe haberse ido para agosto. 

—¿Rixon? ¡No es cierto! ¡Me encanta Rixon! 

Como una regla, no confiaba en los ángeles caídos, pero Rixon fue una excepción. Al igual que Patch, sus límites morales se colocaban en la zona gris entre el blanco y negro. Él no era perfecto, pero no todo fue malo, tampoco. 

Le sonreí, señalando con el tenedor a Vee. 

—No puedo creer que te fuiste con él. Quiero decir, él es el mejor amigo Patch. Odias a Patch. 

Vee me dio la impresión de parecer su gato negro, con el pelo erizado prácticamente. 

—El mejor amigo no quiere decir nada. Mira tú y yo. No somos en nada iguales. —Esto es genial. Los cuatro podemos pasar el rato juntos durante todo el verano. —Uh - uh. De ninguna manera. No estoy interesada en salir con ese novio idiota que tienes. No me importa lo que me dijiste, sigo pensando que él tenía algo que ver con la misteriosa muerte de Jules en el gimnasio. 

Una nube oscura cayó sobre la conversación. Sólo había tres personas en el gimnasio la noche en que Julio murió, y yo era uno de ellos. Yo nunca le había dicho todo lo que sucedió a Vee, sólo lo suficiente para conseguir que dejara de presionar, y para su propia seguridad, así planeé mantener alejado todo aquello de su camino.  

Vee y yo pasamos el día dando vueltas, recogiendo las solicitudes de empleo desde el local de comida rápida, y eran casi las seis y media cuando llegué a casa. Dejé las llaves en el aparador y fui a chequear la contestadora automática. Había uno de mi mamá. Ella estaba en el supermercado Michaud comprando el pan de ajo, lasaña, y vino barato, y juró en su tumba que le ganaría a la Parnells a la casa. 

Eliminé el mensaje y me subí a mi dormitorio. Como no había podido ducharme en la mañana, y mi cabello se había rizado hasta la altura máxima durante el día, pensé que había que cambiarme de ropa a modo de control de daños. Cada recuerdo único que yo tenía de Scott Parnell era desagradable, pero la compañía era la compañía. Ya tenía mi chaqueta desabrochada hasta la mitad cuando se produjo un golpe en la puerta principal. 

Fui a encontrar a Patch al otro lado de la puerta con sus manos metidas en sus bolsillos. 

Normalmente lo habría recibido lanzándome directamente a sus brazos. Hoy me contuve. Anoche le dije que lo amaba, y él había atornillado y, supuestamente, se dirigió directamente a la casa de Marcie. Mi estado de ánimo cayó en algún lugar entre el orgullo herido, la ira y la inseguridad. Tenía la esperanza de que mi silencio le dijera indirectamente que algo estaba mal, y que así sería hasta que él hiciera un movimiento para corregirlo, para disculparse o darme una explicación. 

—Hey —dije, aparentando casualidad. —Olvidaste llamar anoche. ¿A dónde fuiste? 

—Por ahí. ¿Ibas a invitarme a venir? 

No iba a hacerlo. 

—Estoy contenta de escuchar que la casa de Marcie está, tú sabes, por ahí. 

Un momentáneo gesto de sorpresa en sus ojos confirmó lo que no quería creer: Marcie había dicho la verdad. 

—¿Te molestaría decirme qué está ocurriendo? —Dije en un tono un poco más hostil. —¿Quieres decirme que estabas haciendo en su casa anoche? 

—Suenas celosa, ángel —tal vez había una nota de burla tras ese comentario pero a diferencia de lo usual, no había nada cariñoso o juguetón en él. 

—Tal vez no estaría celosa si tú no me dieras razones para estarlo — respondí. —¿Quieres decirme qué estabas haciendo en su casa anoche? 

—Arreglando unos negocios. 

Alcé mis cejas. 

—No me había dado cuenta de que Marcie y tú tienen negocios. 

—Los tenemos. Pero son sólo eso... negocios. 

—¿Podrías explicarlo? —había una gran dosis de reclamo acumulado entre mis palabras. 

—¿Estás acusándome de algo? 

—¿Debería? 

Patch generalmente era experto en ocultar sus emociones, pero apretó la línea de su boca. 

—No. 

—Si estar en su casa ayer por la noche era tan inocente, ¿por qué tantas dificultades para explicar lo que estabas haciendo allí? 

—No estoy teniendo dificultades —dijo midiendo cada palabra cuidadosamente. —No te lo estoy diciendo, porque lo que estaba haciendo en casa de Marcie no tiene nada que ver con nosotros. 

¿Cómo podía pensar que esto no tenía nada que ver con nosotros? Marcie fue la única persona que tuvo todas las oportunidades para atacarme y menospreciarme. Durante los últimos once años, me había molestado, había difundido rumores horribles sobre mí, y me humillaba públicamente. ¿Cómo podía pensar que esto no era personal? ¿Cómo podía pensar que acababa de aceptar esto, sin hacer preguntas? Pero sobre todo, ¿no podía ver que estaba aterrado de que Marcie lo usaría para hacerme daño? Si sospechara que él pudiera estar remotamente interesado, ella haría todo lo que tiene en su poder para robármelo. No podía soportar la idea de perder a Patch, pero me iba a matar si lo perdía gracias a ella. 

Abrumada por el repentino temor, le dije: 

—No vuelvas hasta que estés listo para decirme lo que estabas haciendo en su casa. 

Impaciente, Patch se abrió paso al interior de la casa y cerró la puerta detrás de él. 

—No he venido aquí para discutir. Quiero hacerle saber Marcie que se topó con algunos problemas esta tarde. 

¿Marcie otra vez? ¿Él no creía que ya había cavado un agujero lo bastante profundo? Traté de mantener la calma el tiempo suficiente para escucharlo, pero yo quería gritar a través de él. 

—¿Oh? —Dije con frialdad.  

—Ella quedó atrapada cuando un grupo de ángeles caídos trató de forzar a un Nefilim a jurar fidelidad dentro del sanitario de los hombres en el Arca de Bo's. El Nefilim no tenía dieciséis años por lo que no tenía fuerza, sólo se divirtieron tratando. Le cortan muy mal, y se rompió algunas costillas. Aquí entra Marcie. Ella había bebido demasiado e ingresó en el baño equivocado. El ángel caído que estaba cuidando sacó un cuchillo enfrente de ella. Estuvo en el hospital, pero la liberaron pronto. Una herida sin gravedad. 

Mi pulso se aceleró, y yo sabía que estaba molesta porque habían apuñalado a Marcie, pero eso fue lo último que quería que supiera Patch. Crucé los brazos rígidos. 

—Gee, ¿es un Nefilim, cierto? 

Recordé vagamente cuando Patch me explicó, hace algún tiempo, que los ángeles caídos no podían obligar a un Nefilim a jurar lealtad hasta los dieciséis. Del mismo modo, no podía sacrificarme a mí para conseguir un cuerpo humano hasta que cumplí los dieciséis años. Tener dieciséis era oscuramente mágico, incluso era la edad crucial en el mundo de los ángeles y los Nefilim. 

Patch me dio una mirada que tenía el más pequeño resplandor de molestia. 

—Marcie tal vez estaba borracha, pero hay posibilidad de que recuerde lo que vio. Obviamente tú sabes que los ángeles y Nefilim tratan de mantenerse bajo el radar, y alguien como Marcie, con una gran boca, puede amenazar ese secreto. La última cosa que ellos quieren es que ella le diga al mundo lo que vio. Nuestro mundo es más fácil cuando los humanos lo desconocen. Conozco a los ángeles caídos involucrados —su mandíbula se tensó. —Ellos harían cualquier cosa por mantener a Marcie callada. 

Sentí miedo por Marcie, pero lo alejé de mí. ¿Desde cuándo a Patch le preocupada de alguna manera lo que le pasaba a Marcie? ¿Desde cuándo se preocupa más por ella que por mí? 

—Trato de sentirme mal —, dije. —Pero suena como si estuvieras más preocupado por ella que por nosotros —tiré de la manilla de la puerta y la mantuve abierta. —Tal vez deberías ir a ver a Marcie, ver si su herida está sanando apropiadamente. 

Patch obligó que mi mano soltara la manilla y cerró la puerta con su pie. 

—Cosas más grandes que tú, Marcie o yo están sucediendo —él dudó, como si tuviera más que decir, pero cerró la boca en el último momento. 

—¿Tú, yo y Marcie? ¿Desde cuándo nos pones a los tres en la misma oración? ¿Desde cuándo ella significa algo para ti? —espeté.  

Puso su mano detrás de su cuello, viéndose como si él supiera que tenía que haber escogido cuidadosamente sus palabras antes de responde. 

—¡Sólo dime qué estás pensando! —Dije. —¡Escúpelo! ¡Si es tan malo como para que no tenga idea de lo que sientes, sólo deja salir lo que piensas! 

Patch miró alrededor, como preguntándose si estaba hablándole a alguien más. 

—¿Escúpelo? —Dijo, su tonó incrédulo y sombrío. Tal vez hasta irritado. —¿Qué parece que estoy tratando de hacer? Si te calmas, podría. Ahora mismo te pondrás histérica, sin tomar en cuenta lo que digo. 

Entrecerré los ojos. 

—Tengo el derecho de estar enfadada. No me dirás qué estabas haciendo anoche en la casa de Marcie. 

Patch echó las manos hacia arriba. "Aquí vamos otra vez" decía ese gesto. 

—Hace dos meses —empecé, tratando de inyectar orgullo a mi voz para esconder la temblor en ella. —Vee, mi mamá —todos— me advirtieron que tú eras una clase de chico que ve a las chicas como simples conquistas. Ellas dijeron que era otra hendidura en tu cinturón, otra estúpida chica que sedujiste para tu propia satisfacción. Ellas dijeron que el momento en que me enamorara de ti, tú ibas a irte —tragué con dificultad.—Necesito saber que no estaban en lo correcto. 

Aunque no quisiera recordarlo, el recuerdo de la noche pasada resurgió con perfecta claridad. Recordé la total humillación con vívido detalle. Le dije que lo amaba, y él no dijo nada. Había cientos de maneras diferentes de analizar su silencio, ninguna de ellas era buena. 

Patch agitó su cabeza con incredulidad. 

—¿Quieres que te diga que estaban equivocadas? Porque tengo el presentimiento de que tú no me creerás, sin importar lo que diga —me miró. 

—¿Estás tan comprometido con esta relación como lo estoy yo? 

No pude preguntarlo. No después de ver todo derrumbarse desde anoche. De repente me di cuenta de que no tenía idea de cómo realmente se sentía Patch acerca de mí. Pensé que lo era todo para él, pero ¿si sólo hubiera visto lo que quería? ¿Qué pasaría si exageraba sus sentimientos? Sostuve su mirada, al punto de hacerle tan fácil a él este gesto, para no darle una segunda oportunidad a dicha cuestión. Necesitaba saberlo: 

—¿Me amas?  

No puedo responder a eso, dijo, asustándome porque habló en mis pensamientos. Era como un regalo que todos los ángeles poseían, pero yo no entendía por qué estaba eligiendo ahora usarlo. 

—Voy a dejar esto para mañana. Duerme bien —agregó secamente, dirigiéndose hacia la puerta. 

—Cuando nos besamos, ¿estás fingiendo? 

Se detuvo en seco. Otra sacudida de la cabeza incrédulo. 

—¿Fingiendo? 

—Cuando te toco, ¿sientes algo? ¿Hasta dónde llega el deseo de ir? ¿Sientes algo que se acerque a lo que yo siento por ti? 

Patch me miraba en silencio. 

—Nora... —empezó. 

—Quiero una respuesta clara. 

Después de un momento, dijo: 

—Emocionalmente, sí. 

—Pero físicamente no, ¿verdad? ¿Cómo se supone que debo estar en una relación, cuando no tengo idea de lo mucho que aún significa para ti? ¿Estoy experimentando cosas a un nivel completamente diferente? Porque eso es lo que se siente. Y lo odio —añadí. —No quiero que me beses, porque tienes que hacerlo. Yo no quiero que pretendas darle significado a algo, cuando no deja de ser sólo un acto. 

—¿Sólo un acto? ¿Te estás escuchando? 

Inclinó la cabeza hacia atrás contra la pared y dio otra oscura carcajada. Me dio una mirada de reojo. 

—¿Terminaste con las acusaciones? 

—¿Crees que esto es divertido? —dije, golpeada por una ola de ira. 

—Todo lo contrario. 

Antes de que pudiera decir más, se volvió hacia la puerta. 

—Llámame cuando estés lista para hablar racionalmente. 

—¿Qué se supone que significa eso? 

—Significa que estás loca. Hoy estás imposible. 

—¿Yo estoy loca? 

Inclinó mi barbilla hacia arriba y me plantó un áspero y rápido beso en la boca.  

—Y yo debo estar más loco para seguirte el juego. 

Liberé mi barbilla y la froté con resentimiento. 

—Renunciaste convertirte en humano para mí, ¿y es esto es lo que consigo? Un novio que pasa su tiempo en casa de Marcie, pero no me dice por qué. Un novio que sale en busca del primer indicio de pelea. Prueba si te queda esto: Eres un... ¡imbécil! 

<<¿Imbécil?>> Habló con su voz fría y cortante en mis pensamientos. <<Estoy tratando de seguir las reglas. Se supone que no debería estar enamorado de ti. Los dos sabemos que no se trata de Marcie. Se trata de cómo me siento por ti. Tengo que frenar. Estoy caminando por una peligrosa línea. Enamorarse es lo que me metió en problemas en primer lugar. Por eso no puedo estar contigo como yo quiero. >>

—Entonces, ¿por qué renunciar a convertirte en humano por mí, si sabías que no ibas a estar conmigo? —Lo cuestioné, mi voz sonaba débil y me sudaban las palmas de las manos. —¿Qué puedes esperar de una relación conmigo? ¿Cuál es el punto de —mi voz se quebró sin querer, —"nosotros"? 

¿Qué había que esperar de una relación con Patch? En algún momento, debí de haber pensado hacia dónde se dirigía nuestra relación, y lo que sucedería. De la maldición que tenía. Pero yo había estado tan asustada por lo que veía venir que pretendí evitarlo de alguna manera. Intenté luchar por la relación con Patch, porque en el fondo, cualquier momento con Patch parecía mejor que nada en absoluto. 

<<Ángel>>

Miré hacia arriba cuando Patch dijo mi nombre dentro de mis pensamientos. 

Estar cerca de ti en cualquier nivel es mejor que nada. No voy a perderte. Hizo una pausa, y por primera vez desde que lo conozco, vi un destello de preocupación en sus ojos. Pero ya caí una vez. Si les doy a los arcángeles un solo motivo para pensar que estoy remotamente enamorada de ti, me van a mandar al infierno. Para siempre. 

Su noticia me llegó como un golpe directo en el estómago. 

—¿Qué? 

Soy un ángel guardián, o al menos eso me han dicho, pero los arcángeles no confían en mí. No tengo privilegios ni privacidad. Dos de ellos me siguieron anoche para hablar, y alejé de mí los sentimientos, porque ellos quieren que caiga otra vez. Por la razón que fuese, ellos están escogiendo ponerme medidas tan estrictas. Están buscando cualquier escusa para deshacerse de mí. Estoy a prueba, y si me equivoco en esto, mi historia no tendrá un final feliz.  

Lo escuchaba y pensaba que él estaba exagerando, pensaba en la posibilidad de que esto fuera tan malo, pero una mirada a su rostro me dijo que él nunca había hablado tan en serio. 

—¿Qué pasará ahora? —pregunté en voz alta. 

En vez de responder, Patch puso una cara de frustración. La verdad de esto es que esto iba a terminar mal. No importaba cuánta marcha atrás diéramos, nos paralizáramos, o miráramos para otro lado, un día, más tarde que temprano, nuestras vidas iban a separarse. ¿Qué iba a pasar cuando me graduara y me fuera a la Universidad? ¿Qué pasaría cuando me fuera siguiendo mi sueño a otro lado del país? ¿Qué pasaría cuando me llegara el tiempo de quererme casar y tener hijos? No le estaba haciendo ningún favor a nadie al estar enamorándome cada día más de Patch. ¿Realmente quería estar en este largo camino, sabiendo que tendría un final devastador? 

Por un momento fugaz, pensé que tenía la respuesta —Daría mis sueños. Así de simple— Cerré los ojos y así deje ir mis sueños como si fueran globos en cintas largas y delgadas. Yo no tenía necesidad de esos sueños. Ni siquiera podía estar segura de que se hubieran hecho realidad. E incluso si lo hicieran, yo no quería pasar el resto de mi vida sola y torturada por el conocimiento de que todo lo que había hecho no significaba nada sin Patch. 

Y entonces me di cuenta de una manera horrible que ninguno de nosotros podía renunciar a todo. Mi vida iba a continuar marchando hacia el futuro, y no tenía el poder para detenerlo. Patch se quedaría siendo un ángel para siempre; él continuaría en ese camino. 

—¿No hay algo que pueda hacer? —pregunté. 

—Trabajo en eso. 

En otras palabras, no tenía nada. Estábamos atrapados por los dos lados; los arcángeles aplicando presión por un lado y dos futuros demasiado diferentes uno del otro. 

—Quiero salir —dije tranquilamente. 

Sabía que no estaba siendo justa; estaba protegiéndome a mí misma. ¿Qué otra opción tenía? No podía darle la oportunidad a Patch de hablarme sobre eso. Tenía que hacer lo mejor para ambos, no podría quedarme aquí, esperando, cuando cada cosa que yo tenía desaparecía con el paso de los días. No podía mostrar cuán preocupada estaba cuando eso haría las cosas imposiblemente difíciles al final. 

Sobre todo, yo no quería ser la razón. Si los arcángeles estaban buscando cualquier excusa para desvanecerlo por siempre, yo sólo lo haría más fácil.  

Patch me miró fijamente como si no pudiera decir si lo decía en serio. 

—¿Eso es todo? ¿Quieres salir? Tuviste tu oportunidad para explicarte, la cuál no creo, por cierto, pero ahora es mi turno. ¿Se supone que sólo debo tragarme tu decisión y marcharme? 

Abracé mis codos y me di la vuelta. 

—No puedes forzarme a que me quede en una relación que no quiero. 

—¿Podemos hablar de esto? 

—Si quieres hablar, dime por qué fuiste a casa de Marcie anoche. 

Pero Patch tenía razón. Esto no era acerca de Marcie. Esto era porque estaba asustada y enojada con el destino y las circunstancias que nos habían llevado a cortar a los dos. 

Me di la media vuelta para ver a Patch como arrastraba sus manos por su cara. Él tenía una pequeña y nada amistosa sonrisa. 

—Si yo hubiera estado en casa de Rixon ayer por la noche, ¡podrías preguntar qué hacía ahí! 

—No —dijo, su voz sonó lentamente peligrosa — Yo confío en ti. 

Tenía miedo de perder mi entereza sino actuaba inmediatamente. Choqué las palmas de mis manos contra su pecho, haciendo que retrocediera un paso. 

—Vete —dije, las lágrimas hacían que mi voz sonara áspera— Tengo otras cosas que quiero hacer con mi vida, Cosas en las que no estás involucrado tú. Tengo la escuela y futuros trabajos. No voy a tirar todo por la borda en algo que no estaba destinado a ser. 

Patch se estremeció. 

—¿Es esto lo que realmente quieres? 

—Cuando bese a mi novio, quiero saber que él ¡lo siente! 

Tan pronto como lo dije, me arrepentí. Yo no quería hacerle daño, sólo quería llegar a ese momento con la mayor brevedad posible antes de que se viniera abajo mi confianza y rompiera a sollozar. Pero yo había ido demasiado lejos. Lo vi rígido. Nos quedamos cara - a - cara, ambos respirábamos con dificultad. 

Luego se dirigió hacia fuera, tiró de la puerta y la cerró detrás de él. 

Una vez que la puerta estuvo cerrada, me desplomé sobre ésta. Las lágrimas ardían en el fondo de mis ojos, pero no cayó ni una sola gota. Tenía demasiada frustración y enojo dentro de mí como para sentir cualquier otra emoción; no obstante, sospechaba de cierta manera que había causado que un sollozo se atorara en mi garganta, y que después de unos minutos, cuando todo lo demás se hubiera alejado, me daría cuenta del impacto total de lo que había hecho y sentiría mi corazón romperse. 

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