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Capítulo 6

Tardo unos momentos en reaccionar hasta que él habla.

— Hola, Brie. Tiempo sin verte— sonríe, con una caja de pizza en sus manos.

— Vete de mi apartamento, ahora— trato de cerrar la puerta, pero está es detenida por su mano—. ¿Qué es lo que quieres, Mark?

— Hey, tranquila, no vengo con malas intenciones, es solo que después de mucho tiempo me pareció casualidad encontrarme contigo y creí que lo mejor sería saludarte— aparta la mano, asegurándose de que no vuelva a cerrar la puerta.

Por un momento me lamento de haberme quitado los tacones al llegar, pues pude pisado como la cucaracha que es.

— ¿Cómo sabes que vivo acá? ¿Acaso me seguiste?

— No, soy tu vecino. Quiero hacer las paces, Brianna, no siempre tienes que ponerte a la defensiva.

— ¿No siempre? ¿Y crees que después de lo que me hiciste no es justo que yo me ponga así contigo? Lárgate de aquí, vete— cojo la caja de pizza, dejándola en la mesa frente al sofá—. Me quedaré con esto.

— ¿Es en serio? No has cambiado para nada— me da una sonrisa ladina, cruzando sus brazos.

— Oh, claro que he cambiado, pero justo ahora no te lo quiero demostrar— cierro la puerta, que es nuevamente detenida por su pie. Con irritación, abro la puerta y la vuelvo a cerrar con más fuerza, lastimando su pie, logrando que por fin lo retirará y, de esta forma, poder cerrar la puerta. — ¡Lárgate, maldito soquete de mierda!

Cuando ya no escucho ningún ruido, dejo salir un suspiro de alivio, me quito la ropa de trabajo cambiándola por la de dormir y me dirijo al sofá. Me permito relajarme viendo la película, contemplando el sexy cuerpo de Chris Hemsworth y comiendo de la deliciosa pizza traída por el idiota de Mark, mi enojo es con él, no con la comida. No me culpen.

Eso dura unos minutos, puesto a que tocan la puerta. Otra vez.

Irritada, debido a que arruinan mi noche de películas, me levanto del sofá, sin embargo, devuelvo mis pasos para ir por la caja de pizza y abro la puerta, lanzando la comida a su rostro.

— ¡Trágate tu pizza o métela por tu culo!— cierro con fuerza y tocan el timbre— ¿Qué quieres engen-...?

Me callo de golpe al ver que está vez no era Mark quien estaba afuera, sino TaeHyung, manchado de la pizza que lancé y completamente empapado.

Muy bien, Brianna, está vez ganaste el premio de oro a la persona más estúpida del mundo.

Golpeó mi cabeza mentalmente contra la pared, dándome una reprimenda hasta que mi conciencia me obliga a hablar, no obstante, Tae es el primero en tomar la palabra.

— Yo... Creo que debería irme, ¿o así recibes a tus invitados siempre?— su tono neutral de voz me impide diferenciar si está enojado, si lo dice en broma o si se lo está tomando enserio.

— L-lo lamento tanto. Eso... Juro que eso no era para ti, n-ni siquiera te vi la primera vez— me excuso chocando con las palabras, como si mi cerebro no procesará nada—. Si quieres, pasa, tengo ropa y toallas.

Él parece pensarlo por un momento, se observa a sí mismo y entra. — Sí, creo que es lo más conveniente.

Hecha todo un tomate, prendo las luces, le indico en dónde se encuentra el baño y le doy una toalla junto con algo de ropa de YoonGi que tengo guardada. Al escuchar bajar el agua de la ducha, empiezo a dar pequeños saltos y a golpear mi cabeza contra uno de los cojines, tratando de contener las diversas emociones causadas por el chico que me gusta y al evaluar que mi vestimenta no es la mejor, pues tengo una pantaloneta algo corta y una blusa suelta de tirantes, obviamente no tengo puesto un brassier, porque ¿quién duerme con eso? Según mi mamá, el dormir así puede causar que la circulación de la sangre no fluya bien durante la noche. Cuando escucho la puerta del baño abrirse, salto hacia el sofá rompiendo la lámpara que tenía encendida.

Ahora sí que gane el premio a la más estúpida.

— ¿Brie? ¿Estás bien?— pregunta la sexy voz del chico, desde el baño.

— Sí, estoy bien, no te preocupes, Tae— me levanto con rapidez y suelto un grito, cayéndome al suelo, está vez por lastimarme con los cristales rotos de la lámpara, dejando salir unas lágrimas en mi momento de debilidad, la lucecita me la había regalado mi abuela antes de morir.

Las luces son encendidas, dejando ver la sangre en el suelo junto a los cristales rotos. Con ayuda de TaeHyung me levanto y él mismo me lleva a una de las sillas del comedor al ver que no soy capaz de moverme.

— ¿Qué pasó?— pregunta con notoria preocupación.

— S-se rompió la lám-lámpara— con voz entrecortada y entre sollozos, logro responder.

— Te lastimaste el pie, ¿y tú te preocupas por la lámpara?

— ¡Tiene valor sentimental!— chillo, llorando más fuerte.

— Sh, todo estará bien, por ahora curaré tu pie ¿de acuerdo?— asiento, sorbiendo mi nariz y secando mis lágrimas.

Él empieza a retirar los pedazos de vidrio de mi pie, los deja en el plato para luego botarlo a la basura, con un paño húmedo limpia la sangre de mi pie, lo lava varias veces para retirar el líquido rojo y cubre mi pie con una venda, mientras yo me concentro en lo que hace, para después ayudarlo a recoger el desastre en el lugar donde me lastime, luego de una breve discusión en la que TaeHyung insistía en que debería quedarme sentada y así evitar otro accidente.

Cuando se lleva la basura a la cocina, dándome una vista de los músculos sutiles de su ancha espalda, me percató de que no tenía camisa puesta. Descaradamente, doy una vista a sus brazos y pecho, tragando saliva junto con un montón de imágenes pervertidas y nada aptas para cualquier persona santa.

Me sonrojo al sentir el muy conocido cosquilleo en mi zona causada por la calentura de ver su cuerpo.

Y eso que tenía toalla, de lo contrario, le estaría haciendo un montón de cosas ilegales.

Un momento.

¡¿Toalla?!

¿Por qué él tenía que salir así? ¿Por qué el universo me tortura?

Desvió mi vista hacia la mesa en la que está mi computador cuando el fotógrafo me regresa la mirada, pensando que de seguro se dio cuenta de la forma en la que lo miraba, pues Tae regresa a la sala y se señala.

— La camisa que me diste no me queda, ¿me podrías dar otra?— sus palabras hacen que haga una ligera mueca, extrañada. Me levanto, extiendo mi mano para que me ayude a caminar y él sujeta mi cintura, poniéndose detrás de mí, y, con su mano izquierda coge la mía, en una extraña posición para ayudarme a caminar, sin embargo, no me quejo.

Muerdo mi labio, conteniendo la respiración y todas las sensaciones que recorren mi espina dorsal al tener su cuerpo casi desnudo cerca del mío. Me obligó a retirar los sucios pensamientos de mi mente hasta que llegamos a la habitación de invitados, reviso uno de los cajones y saco otra camisa, dándosela a Tae.

— Gracias, la otra era pequeña, creo que era tuya o de...

— May, ella se queda aquí de vez en cuando— lo interrumpo y termino de completar su oración.

Me retiro sin dejar que él responda algo, dando saltos en un pie hasta llegar a la sala y sentarme para apagar el computador, me quedo claro que no voy a poder ver a Chris Hemsworth. De la misma manera en la que vine, voy a mi habitación, deteniéndome a mitad del pasillo para descansar y retomar mi camino, aunque mi vista se desvía a la puerta entrecerrada de la habitación de los invitados y dejó salir un suspiro algo silencioso.

Iré al infierno por esto.

Me acerco a la puerta, sujetando mis manos en la pared y arrastrando mi pie sano para no hacer ruido, acerco mi cabeza con sutileza al pequeño espacio y contengo un jadeo.

TaeHyung tiene puesto un par de bóxer, pegándose bien a sus muslos, su redondo trasero y a... Su amigo, su largo y ancho amigo. Si iré al infierno, al menos iré feliz. Todo el espectáculo termina cuando me obligó a dejar de ver porque mi lado bueno me dice que lo estoy acosando mucho, y, algo decepcionada por no seguir viendo, vuelvo a saltar para ir a mi cama.

Las luces de todo el apartamento se apagan, quedo paralizada en mi lugar y tanteo con mis manos las paredes para guiarme. Una brillante luz me deja sin visión y cierro mis ojos con fuerza.

— Apaga eso o bájale el brillo— le pido a la única persona que me acompaña en mi hogar, y él, sin chistar, me obedece.

Nos quedamos unos minutos en silencio y rodeados de oscuridad hasta que siento que me cogen.

— Tranquila, sigo siendo yo, no hay nadie más que nosotros— susurra con voz ronca, es cuando me doy cuenta de lo cerca que está, pues sentí su aliento rozar con mi oído.

Los latidos de mi corazón se aceleran, por un breve instante olvidó cómo se respira y mis manos pican por querer tocar su piel. Al notar que mi espalda choca con la pared, dejó salir el jadeo retenido y paso mis manos a sus hombros. El muy maldito no tiene camisa.

— T-Tae— susurro a duras penas, encontrando la poca voz que me quedaba.

Tae no responde, abro mi boca nuevamente y las palabras quedan atoradas en mi garganta al sentir sus labios contra los míos.

Por la virgen de los churros.

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