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Con el brillo de la tarde sobre él, el oído agudo de Wang Baloe captó las suaves palabras de alguien que lo elogiaba entre la multitud. Instantáneamente, se sintió encantado porque los estudiantes tuvieran tan buen ojo para el talento. Giró levemente su cuerpo, y siguió bañándose en la luz del sol poniente, orgulloso.
Al ver la pose de Wang Baole, Li Wuchen rechinó los dientes, maldijo en voz baja y gruñó, antes de dar media vuelta para irse. Rápidamente, siguiendo las instrucciones de otros maestros, los estudiantes de la Academia Espíritu del Fuego, que estaban afuera del Hotel Hacha de Guerra, comenzaron a irse, uno tras otro. Volvieron sus cabezas para mirar a Wang Baole mientras se iban, y en sus ojos podía verse admiración.
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