Mo Lihui estiró su falda y fulminó con la mirada la parta baja de la espalda de Lu Xinyi. No podía entender por qué esa mujer le arrastraba a conocer a ese chef misterioso que no había sido visto en público por una eternidad.
¿Qué le estaba intentando probar? ¿No era suficiente que la gente le lanzara miradas burlonas y susurrara entre sí por lo tonta que fue por ir tras Shen Yi descaradamente frente a su esposa?
—Señorita Mo, tiene un par de piernas más largas que las mías. —Lu Xinyi se detuvo y miró por encima de su hombro—. ¿Eso significa que su cuerpo es más débil que el mío? ¿Tengo que pedirle a alguien que la vaya a buscar y la lleve para allá?
Nadie le había mencionado que la posada en la que He Haotian se estaba quedando era la que estaba cerca del acantilado, al lado del río. Si hubiera sabido que tendría que pasar una hora caminando solo para llegar a la posada, se habría vestido más casualmente, al igual que Lu Xinyi.
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