—Estoy tan ocupado allí, y te escapaste después de pasar un buen rato, pequeña tonta —mientras Li Sicheng decía eso, ya se había quitado la chaqueta y desatado la corbata de moño en el cuello.
Su Qianci dejó el teléfono móvil a un lado, mientras estaba sentada en la cama con las piernas cruzadas llevando puesto una bata de baño, y lo miró con una sonrisa.
—Querido.
—¿Sí? —contestó Li Sicheng, le echó un vistazo y se quitó la ropa.
—Querido.
—Sí.
—Querido.
Li Sicheng dejó de responder esta vez. Mientras se desabrochaba los gemelos, se acercó a la cama y la observó con una mirada profunda.
Las mejillas de Su Qianci se pusieron rojas. De repente ella se cubrió la cara y cayó a la cama.
Li Sicheng se sintió confundido y divertido al mismo tiempo. Corriendo hacia adelante, Li Sicheng se sentó encima de ella y susurró:
—¿De qué te ríes?
Su Qianci apartó la mano de él y, con un sonrojo, preguntó:
—¿Soy bonita?
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