—Oh, dios mío...
El dueño de la ciudad se estremeció al ver la ciudad cubierta por un espeso humo y llamas ardientes. Escuchó aullidos de bestias salvajes y gritos de humanos. Afortunadamente, había sellado la entrada a esa residencia antes de que empezase el motín y había colocado soldados armados para que hicieran guardia. Si no, no estaría a salvo de ese desastre. Inicialmente creyó que el problema sería resuelto rápidamente por la familia Alanic. Sabía que solo era una marioneta sin autoridad.
Y ahora...
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