Warren, que había venido para dejar a Heidi en la mansión Rune, le tendió la mano para que ella la sostuviera mientras salía del carruaje negro. Puso sus pies con firmeza en el suelo. Entrando en la mansión, fueron recibidos por el señor Nicholas, que pasaba por el pasillo, con una mancha de sangre en sus labios, que acababa de consumir unos momentos antes de que llegaran.
A punto de excusarse, Heidi quiso ir a hablar con Warren, pero en lugar de eso, fue él quién la hizo parar.
—Heidi —la llamó por su nombre. Ella lo miró dudosa —No sabía cuándo sería el momento más adecuado para dártelo, pero te lo daré ahora —dijo sacando una caja cuadrada de terciopelo de su chaqueta.
—¿Qué es esto? —preguntó mirando la caja y luego a él.
—Es un regalo. Ábrelo —abrió la caja con una ligera idea de lo que podría ser. Su boca se abrió mientras negaba con la cabeza. Era un collar hecho de finas perlas blancas y brillantes.
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