No podía ver la cara de la persona, ya que la mujer tenía la espalda hacia ella y cuando se acercó, el zapato resonó en el suelo haciendo que la mujer se diera la vuelta para ver quién era.
—Perdóname. No quise entrometerme —se disculpó Heidi, lista para irse, pero la mujer la detuvo mientras se levantaba.
—Debo haber perdido la noción del tiempo —dijo y sonrió al mirar el pequeño reloj de bolsillo que tenía en la mano y debió caer en la cuenta de algo.—¿Necesitas ir al salón? Lo encontrarás en tu camino a tu segunda izquierda. —La mujer parecía ser de su edad.
Sus ojos verdes musgosos estaban un poco ansiosos y su cabello rubio rebelde estaba partido hacia un lado y bajaba hasta los hombros. Ella era la mujer que Warren había mencionado justo antes de que llegaran a la mansión. Era la esposa humana del Sr. Meyers y, como la vampiresa de la mansión, era una mujer con un cuerpo pequeño y la muñeca que había levantado para mostrar la dirección hacia el salón era delgada y frágil.
—No, no. Solo quería ver la mansión. Lamento nuevamente haberle hecho perder el tiempo.
—Está bien —respondió ella mirando a Heidi durante unos segundos antes de que su expresión se relajara.—Soy Lettice Meyers.
—Heidi Curtis.
—No te había visto antes, Heidi. ¿Eres de otra ciudad de Bonelake? —preguntó Lettice:—¡Oh! ¿Te gustaría sentarte dentro y hablar? —preguntó, dándose cuenta de que estaba haciendo que la invitada se parara en el pasillo y le hablara.
—Creo que estoy bien sentada aquí, afuera —dijo Heidi sentándose al lado de donde había encontrado a Lettice sentada, lo que provocó una sonrisa en el rostro de la mujer.—En realidad, soy de Woville y vine aquí con el Señor Rune y su primo Warren Lawson hoy.
Lettice había oído hablar de una tregua que iba a tener lugar por parte de su esposo, pero ella no sabía que el Consejo elegiría a un humano para que coincidiera con el primo de su Señor. Aunque su esposo la amara a pesar de que ella era humana, rara vez entretenía a los humanos, y mucho menos los invitaba a su mansión; a menos que tuviera algo que ver con su trabajo. Es cierto que había sirvientas y sirvientes humanos, pero la esposa de un vampiro que se hacía amiga de las sirvientas estaba mal vista por los forasteros, entonces ella solía estar sola.
Estaba sorprendida y un poco feliz de encontrar a una humana como ella, feliz de pasar un poco de tiempo con las personas con las que podía llevarse bien, antes que caminar rígidamente con aires de superioridad, como muchas personas que estaban en el salón ahora. Su esposo Rhys Meyers era un esposo amoroso pero protector, que llegaba a condiciones extremas por protegerla.
—Ya veo —respondió Lettice asintiendo con la cabeza.—Debe ser un poco difícil acostumbrarse al clima. ¿Te gusta este país? —preguntó ella.
—No he encontrado la oportunidad de caminar por las calles, ya que hace apenas una semana que llegué a Bonelake. —Después de lo que Heidi había presenciado en una de las ciudades cuando paseó con Warren, se mostró un poco cautelosa y preocupada por salir de la mansión.
—Si alguna vez necesitas a alguien que te acompañe a la ciudad, no dudes en hacérmelo saber. Me encantaría ayudarte si fuera necesario —dijo la mujer, haciendo sonreír a Heidi.
—Lo tendré en cuenta. Ah, y feliz cumpleaños —dijo Heidi; había olvidado la razón por la que fueron invitados y se alegró de haber recordado transmitirle sus buenos deseos a la dama.
—Gracias —agradeció la mujer con una pequeña sonrisa. A pesar de que fuera su cumpleaños, había estado sentada aquí sola, mientras el resto de los invitados estaban en el salón. Intercambiaron algunas palabras más y, como Warren le había dicho, ella disfrutó de la compañía de la mujer sentada frente a ella. Después de que pasara un tiempo, la señora habló:
—Debemos regresar antes de que mi esposo venga a buscarme.
Las dos mujeres se levantaron y comenzaron a caminar, y como si lo hubieran invocado, se pudieran escuchar pasos apresurados y apareció un hombre alto. No muy lejos detrás de él se encontraba el señor Nicholas. Al ver a la mujer desconocida junto a su esposa, Rhys Meyers entrecerró los ojos con sospecha. Afortunadamente, el Señor Nicholas habló antes de que el hombre pudiera interrogarla.
—Esta es Heidi Curtis, Rhys. La prometida de Warren. Feliz cumpleaños, milady —le deseó el señor Nicholas a Lettice, a lo que la mujer murmuró su agradecimiento.
—Buenos días, señorita Curtis. Soy Rhys Meyers. Gracias por venir al cumpleaños de mi esposa. Nos alegra que haya venido a celebrarlo con nosotros —la saludó Rhys y ella inclinó la cabeza, respondiendo.
—Gracias por tenerme aquí.
Rhys se volvió hacia su esposa y habló.
—Estaba preocupado cuando desapareciste. ¿Te encuentras bien? —Heidi vio al hombre susurrarle algo a su esposa, a lo que ella asintió y dijo algo:—Está bien. Volvamos, ¿de acuerdo?
Con una mano en la espalda de su esposa, él guió el camino de regreso al salón.
Heidi no se había movido de donde estaba y cuando comenzó a caminar, el Señor Nicholas se unió a ella como un verdadero caballero que la estaba esperando.
—¿Por qué parecía que me iba a incriminar como a un ladrón si no me habías presentado? —preguntó Heidi al ver que el esposo y la esposa desaparecían en un extremo del pasillo.
El Señor Nicholas se rió entre dientes:—No te lo tomes como algo personal. Un hombre como Rhys a quien no le gustan los humanos encontrará todo sospechoso, especialmente cuando se trata de su amada. Cada persona tiene su propia forma de proyectar emociones, así que no te obceques en ello.
—Bueno...
Heidi respiró hondo mientras intentaba obtener suficiente cantidad de oxígeno en sus pulmones. Para mantener su expresión facial neutral y para desviar su mente, se clavó los dedos en la palma de la mano. Al mismo tiempo, inesperadamente, sintió que el Señor la acogió en un abrazo. Sus ojos se abrieron con sorpresa.
—¿Q-qué estás haciendo? —tartamudeó ella, cuando uno de sus brazos le rodeó la cintura para colocarla sobre su espalda.
—Ayudándote —respondió sencillamente.
—¿Qué quieres decir con que me ayudas? ¡Déjame!
Esto no la estaba ayudando, sino que hizo que incluso la cantidad restante de aire en su cuerpo desapareciera debido al shock.
—Cállate—la regañó suavemente cuando ella intentó alejarse. Su mano se movió a través de su espalda y se quedó allí antes de dejarla ir.—Ya. Ahora deberías sentirte mejor —comentó; no esperándola esta vez, regresó al salón, dejándola en el pasillo.
Sus cejas se fruncieron ante lo que había dicho. Después de unos segundos se dio cuenta de que se sentía menos incómoda al respirar ahora. El Señor Nicholas lo había notado y ella no sabía lo que él había hecho, pero la había ayudado a aliviar la incomodidad que había sentido durante todo este tiempo.