«¡Whoosh!»
El viento aullante acompañaba un aguacero. El velero de tres mástiles fue arrojado alrededor de las crestas y valles de las olas entrantes, como si fuese el juguete de un gigante.
El brillo carmesí en los ojos de Alger Wilson se desvaneció. Se encontró a sí mismo todavía en la cubierta y nada parecía haber cambiado.
Casi de inmediato, la botella de vidrio con forma extravagante en su palma se rompió y la escarcha se derritió bajo la lluvia. En segundos, ya no quedaban rastros que sugiriesen la existencia de la maravillosa antigüedad.
Un copo de nieve con forma de cristal hexagonal emergió en la palma de Alger. Luego se desvaneció rápidamente hasta que aparentemente fue absorbido por la carne, desapareciendo por completo en el proceso. Alger asintió con la cabeza de una manera apenas perceptible, como si estuviese pensando en algo. Permaneció quieto y en silencio durante cinco minutos completos.
Se dio la vuelta y se dirigió a la cabaña. Cuando estaba a punto de entrar, un hombre que llevaba una túnica similar, bordada con patrones de rayos, emergió desde el interior.
Ese hombre, que tenía el cabello rubio suave, se detuvo y miró a Alger. Se llevó el puño derecho al pecho y dijo: —Que la tormenta te acompañe.
Alger respondió con las mismas palabras y gesto. No había emociones en su cara áspera que tenía una estructura bien definida.
Entró en la cabina después del saludo y se dirigió a la habitación del capitán situada en el extremo más alejado del corredor.
Sorprendentemente, no se encontró con ningún marinero en el camino. Todo el lugar estaba tan tranquilo como un cementerio.
Detrás de la puerta de la habitación del capitán, una alfombra marrón claro cubría el piso. Una estantería y un estante para vinos ocupaban las paredes laterales opuestas de la habitación. Los libros con sus cubiertas amarillentas y las botellas de vino con sus colores rojo oscuro se veían peculiares bajo la luz parpadeante de las velas.
Sobre el escritorio con la vela, había una botella de tinta, una pluma, un par de telescopios metálicos negros y un sextante hecho de latón.
Detrás de la mesa había un hombre pálido de mediana edad que llevaba un sombrero de capitán el cual tenía una calavera. Cuando Alger se acercó a él, dijo amenazante: —¡No voy a ceder!
—Creo que puedes hacerlo —dijo Alger con calma, tan tranquilo que se sintió como si estuviese comentando sobre el clima.
—Tú...
El hombre parecía sorprendido por la inesperada respuesta.
En ese mismo momento, Alger se inclinó un poco hacia delante y de repente corrió por la habitación hasta que solo los separaba el escritorio.
*¡Pum!*
Alger apretó su hombro y extendió su mano derecha para ahorcar al hombre.
Escamas de pez trasparentes aparecieron en el dorso de su mano mientras él locamente reunía más fuerza para ahorcar al hombre, sin darle tiempo para responder.
*¡Crac!*
En medio del crujido crocante, los ojos del hombre se abrieron y su cuerpo fue levantado.
Sus piernas se movieron furiosamente antes que, de pronto, se quedaran inmóviles. Sus pupilas comenzaron a ensancharse mientras miraba fijamente sin rumbo. Había un hedor entre sus piernas al humedecerse gradualmente sus pantalones.
Mientras levantaba al hombre, Alger bajó la espalda y se dirigió hacia la pared.
*¡Bang!*
Usó al hombre como escudo y se estrelló contra la pared. Su brazo extremamente musculoso era monstruoso.
Un agujero se abrió en la pared de madera, y la lluvia entró, acompañada por el olor del océano.
Alger arrojó al hombre fuera de la habitación, directamente hacia las gigantescas olas que parecían montañas.
El viento continuó aullando en la oscuridad mientras la poderosa naturaleza lo devoraba todo.
Alger sacó un pañuelo blanco y también se limpió la mano derecha con cuidado antes de tirarlo al mar.
Dio un paso atrás y esperó paciente la compañía.
En menos de diez segundos, el hombre rubio de antes se apresuró a preguntar —¿Qué pasó?
—El 'capitán' ha escapado —respondió de manera molesta mientras jadeaba —. No sabía que todavía tenía algunos de sus poderes de Beyonder.
—¡Maldita sea! —maldijo el hombre rubio suavemente.
Subió a la abertura y miró a lo lejos. Sin embargo, nada era visible a excepción de las olas y la lluvia.
—Olvídalo, él solo era un botín extra —dijo el hombre rubio, agitando el brazo —. Todavía seremos recompensados por encontrar este barco fantasma de la Era Tudor.
Incluso si él fuese un Guardián del Mar, no se habría precipitado a zambullirse en el mar bajo esa condición climática.
—El 'capitán' no será capaz de sobrevivir por mucho si la tormenta continua —dijo Alger, mientras concordaba asintiendo la cabeza. La pared de madera se estaba reparando a sí misma a un ritmo discernible.
Miró a la pared y giró su cabeza inconscientemente hacia el timón y la vela.
Estaba perfectamente consciente de lo que estaba sucediendo detrás de todos los tablones de madera.
El primer oficial, el segundo, la tripulación y los marineros no estaban presentes. ¡No había ninguna persona viva a bordo!
En medio de todo el vacío, el timón y la vela se movían misteriosamente por sí mismos.
Alger otra vez se imaginó a 'El Loco', quien estaba cubierto de una niebla de color blanco grisáceo y suspiró.
Se dio la vuelta y miró afuera a las poderosas olas y habló como en un ensueño mientras estaba lleno de anticipación y asombro: —Una nueva era ha comenzado...
...
Emperatriz Borough, Backlund, capital del Reino de Loen.
Audrey Hall se pellizcó las mejillas con incredulidad debido a su encuentro de hace un tiempo.
En el tocador frente a ella, el viejo espejo de bronce se había roto en pedazos.
Audrey miró hacia abajo y vio el remolino 'carmesí' en el dorso de su mano; era como un tatuaje que representa una estrella.
El 'carmesí' se desvaneció gradualmente y desapareció en su piel.
Sólo en ese momento, estuvo segura de que no era un sueño.
Sus ojos brillaron al sonreír. No pudo evitar levantarse antes de agacharse para levantar el dobladillo de su vestido.
Hizo una reverencia hacia el aire y comenzó a bailar con ánimo. Era el 'Antiguo baile Elfo', el baile más popular entre la realeza en ese momento.
Tenía una brillante sonrisa en su rostro mientras se movía con gracia.
*¡Toc!* *¡Toc!*
Alguien de repente tocó a la puerta de su habitación.
—¿Quién es?
De inmediato detuvo su baile y preguntó mientras se arreglaba el vestido para lucir más elegante.
—Milady, ¿podría entrar? Debería comenzar a prepararse para la ceremonia — preguntó la sirvienta de Audrey desde afuera de la puerta.
Ella miró en un espejo sobre el tocador y rápidamente borró la sonrisa de su rostro, dejando solo un pequeño indicio.
Respondió con suavidad después de asegurarse de que todo estaba presentable: —Adelante.
La manija giró y Annie, su sirvienta, empujó la puerta.
—Oh, se rompió... —dijo al momento que vio el estado del viejo espejo de bronce.
Audrey parpadeó y dijo lentamente: —Erm, ¡Sí! Susie estuvo aquí justo ahora. ¡Estoy segura de que sabes que a ella le gusta causar estragos!
Susie era un golden retriever que no era de una raza tan pura. Fue un regalo dado a su padre, el Conde Hall, cuando compró un foxhound. Sin embargo, Audrey lo adoraba.
—Debería entrenarlo bien —dijo Annie, mientras recogía las piezas del espejo de bronce con destreza y cuidado, para que no lastimase a su señorita.
Cuando terminó de ordenar, le preguntó a Audrey con una sonrisa: —¿Qué vestido quiere ponerse?
Audrey pensó por un momento y respondió: —Me gusta el vestido diseñado por la Sra. Guinea para mi cumpleaños 17.
—No, no puede usar el mismo vestido dos veces en una ceremonia formal o los demás hablarán y cuestionarán la capacidad financiera de la familia Hall — dijo Annie, sacudiendo la cabeza en desacuerdo.
—¡Pero realmente me gusta! —insistió de manera gentil.
—Se puede usar en casa o cuando asista a un evento que no es tan formal — dijo Annie con firmeza, insinuando que no era negociable.
—Entonces tendrá que ser el que tiene el diseño de loto en las mangas, ese que me dio el Sr. Sades hace dos días —dijo mientras dejaba ir un jadeo sin llamar la atención, manteniendo su dulce sonrisa.
—Siempre tiene tan buen gusto —comentó Annie mientras retrocedía y gritaba hacia la puerta—: ¡El sexto camerino! Ah, olvídenlo, lo buscaré yo misma.
Las sirvientas comenzaron a trabajar. El vestido, los accesorios, el calzado, el sombrero, el maquillaje y el peinado; todo tenía que ser preparado.
Cuando estaba casi lista, el Conde Hall apareció en la puerta con un chaleco marrón oscuro.
Tenía un sombrero que compartía el mismo color que su ropa y un bonito bigote. Sus ojos azules estaban llenos de alegría, pero sus músculos flojos, ensanchada cintura y las arrugas obviamente estaban destruyendo su apuesta juventud.
—La joya más brillante de Backlund, es hora de nuestra salida —dijo el Conde Hall, llamando a la puerta dos veces.
—¡Padre! Deja de llamarme así—Protestó Audrey mientras se levantaba con la ayuda de las sirvientas.
—Bueno, entonces es hora de partir, mi bella princesita —dijo el Conde Hall mientras doblaba su brazo izquierdo, indicando a Audrey que lo sostuviese de su brazo.
Audrey sacudió levemente la cabeza y dijo: —Ese es para mi madre, la señora Hall, la Condesa.
—Entonces este lado —el Conde Hall dobló su brazo derecho con una sonrisa y dijo—: Este es para ti, mi mayor orgullo.
...
Base de la Flota Real, Puerto de Pritz, Isla Oak.
Cuando Audrey tomó el brazo de su padre y caminó hacia el carruaje, se sintió sorprendida por el gigante que tenía en frente de ella.
No muy lejos, en el puerto militar, había un enorme barco que brillaba con reflejos metálicos. No tenía una vela, dejando solo una cubierta de observación, dos chimeneas elevadas y dos torretas en los extremos de la nave.
Era tan majestuoso y grande que, la flota de velas cercanas, eran como enanos recién nacidos agrupados alrededor de un gigante.
—Santo Señor de las Tormentas...
—Oh, mi señor.
—¡Un buque de guerra acorazado!
...
En medio del furor, Audrey también se sorprendió por ese milagro sin precedentes creado por la humanidad. ¡Era un milagro del océano que nunca antes se había visto!
Tomó un tiempo para que los aristócratas, ministros y miembros del parlamento se compusiesen. Luego, una mancha negra en el cielo comenzó a crecer hasta que ocupó un tercio del cielo y entró a la vista de todos. La atmósfera de repente se volvió solemne.
Era una máquina voladora gigantesca con un hermoso diseño aerodinámico flotando en el aire. La máquina de color azul oscuro tenía bolsas de aire hechas de algodón que estaban apoyadas por estructuras de aleación que eran fuertes pero livianas. La parte inferior de la estructura de aleación tenía aberturas montadas con ametralladoras, lanzadores de proyectiles y bozales. El ruido de zumbido exagerado de la máquina de vapor por el encendido y las aspas de la cola produjeron una sinfonía que dejó a todos asombrados.
La familia del Rey llegó en su aeronave, exudando una alta e indiscutible autoridad.
Dos espadas, cada una con una corona de rubí en el mango, apuntaban verticalmente hacia abajo y reflejaban la luz del sol en ambos lados de la cabina. Era el emblema de la 'Espada del Juicio' que simbolizaba a la familia Augustus y se había heredado desde la época anterior.
Audrey aún no tenía dieciocho años, por lo que no había asistido a la 'ceremonia de presentación', la cual era un evento dirigido por la Emperatriz y que marcó su debut en la escena social de Backlund, para anunciar su estado como adulto. Por lo tanto, no podía estar más cerca de la aeronave y tuvo que permanecer en silencio en la parte posterior para ver todo el evento.
Sin embargo, a ella no le importaba. De hecho, se sintió aliviada de no tener que tratar con los príncipes.
El 'milagro' que la humanidad usó para conquistar el cielo descendió suavemente. Los primeros en bajar las escaleras fueron los guapos y jóvenes guardias que vestían uniformes ceremoniales rojos con pantalones blancos. Decorados con medallas, formaron dos líneas con rifles en mano. Estaban esperando la aparición del Rey George III, su reina, el príncipe y la princesa.
No era la primera vez de Audrey conociendo a personas importantes, por lo que no mostró ningún interés en absoluto. En cambio, tenía su atención en las dos caballerías con armadura negra parecidas a una estatua que flanqueaban al rey.
En esa era de hierro, vapor y cañones, era sorprendente que todavía hubiese alguien que pudiese soportar usar una armadura completa.
El brillo metálico frío y el casco negro opaco transmitían solemnidad y autoridad.
—¿Podrían ser esos los Paladines Disciplinarios de rango superior...? —recordó fragmentos de una conversación informal entre adultos. Tenía curiosidad pero no se atrevió a acercarse.
La ceremonia comenzó con la llegada de la familia del rey. El primer ministro titular, Lord Aguesid Negan, subió al frente.
Era miembro del Partido Conservador y el segundo no aristócrata en convertirse en Primer Ministro hasta el día de hoy. Se le dio el título de Lord por sus grandes contribuciones.
Por supuesto, Audrey sabía más. El principal partidario del Partido Conservador era el actual Duque de Negan, Pallas Negan, ¡el hermano de Aguesid!
Aguesid era un hombre esbelto y casi calvo de cincuenta años o más con una mirada aguda. Examinó la zona antes de hablar.
—Damas y caballeros, creo que han sido testigos de este buque de guerra acorazado que hizo historia. Tiene unas dimensiones de 101 por 21 metros. Tiene un increíble diseño portuario y de estribor. El cinturón de la armadura es de 457 milímetros de grosor. El desplazamiento es de 10060 toneladas. Hay cuatro cañones principales de 305 milímetros, seis cañones de tiro rápido, 12 cañones de seis libras, 18 ametralladoras de seis cañones y cuatro lanzadores de torpedos. ¡Puede alcanzar una velocidad de 16 nudos!
—¡Será el verdadero hegemón! ¡Conquistará los mares!
La multitud estaba animada. Las meras descripciones fueron suficientes para inculcarles imágenes temerosas, y ni hablar del hecho de que la cosa estuviese justo delante de ellos.
Aguesid sonrió y habló unas cuantas líneas más antes de saludar al rey y pedir: —¡Majestad, por favor, dele un nombre!
—Ya que zarpará del Puerto Pritz, debería llamarse 'El Pritz'—respondió George III. Su expresión mostraba su deleite.
—¡El Pritz!
—¡El Pritz!
...
Las palabras se extendieron desde el Ministro de la Marina y el Almirante de la Flota Real a todos los soldados y oficiales en la cubierta. Todos ellos exclamaron al unísono: —¡El Pritz!
George III ordenó al Pritz que zarpase para una prueba, en medio del saludo con armas y el ambiente de celebración.
*¡Honk!*
Salió humo espeso de las chimeneas. El sonido de la maquinaria podía oírse débilmente bajo el sonido de la bocina de la nave.
El gigante salió del puerto. Todos se sorprendieron cuando los dos cañones principales en la proa del barco dispararon contra una isla deshabitada en su camino.
*¡Bum!* *¡Bum!* *¡Bum!*
El suelo se sacudió mientras el polvo se elevaba hacia el cielo. Las ondas de choque se extendieron, produciendo olas en el mar.
Satisfecho, Aguesid se volteó hacia la multitud y anunció: —Desde hoy en adelante, el día del juicio final caerá sobre los siete piratas que se llaman a sí mismos Almirantes y los cuatro que se llaman a sí mismos Reyes. ¡Sólo pueden temblar de miedo!
—Es el fin de su era. Solo el buque de guerra acorazado vagará por los mares sin importar si los piratas tienen los poderes de los Beyonders, barcos fantasmas o barcos malditos.
El secretario en jefe de Aguesid preguntó deliberadamente: —¿No pueden construir sus propios buques de guerra acorazados?
Algunos de los nobles y miembros del Parlamento asintieron, sintiendo que tal posibilidad no podía ser eliminada.
Aguesid inmediatamente sonrió y sacudió la cabeza lentamente mientras respondía: —¡Imposible! ¡Eso nunca será posible! ¡Construir nuestro buque de guerra acorazado requirió tres grandes amalgamadores de carbón y acero, una escala de más de veinte fábricas de acero, 60 científicos e ingenieros superiores de la Academia Backlund Cañones y la Academia Náutica Pritz, dos astilleros reales, casi cien fábricas de repuestos, un Almirantazgo, un comité de construcción naval, un gabinete, un rey decidido con excelente previsión y un gran país con una producción anual de acero de 12 millones de toneladas! Los piratas nunca lo lograrán.
Habiendo dicho eso, se detuvo y levantó los brazos antes de gritar con agitación: —Damas y caballeros, ¡la era de los cañones y los buques de guerra ha llegado a nosotros!