El transbordador voló a través de las nubes con Ji Ning sentado en la cubierta, quien revisaba los tesoros que acababa de adquirir. Miró la pintura de Espejonevado en sus manos: era una pintura de un hermoso palacio, un palacio ligeramente diferente de la que Ning ya tenía. Sin embargo, Ning inmediatamente reconoció el estilo del Emperador Espejonevado, en parte por lo fea que era, pero también porque nadie podía imitar su clara energía de espada.
—¿Una pintura de un palacio? ¿Es esta otra copia de la primera pintura? —pensó Ning asintiendo lentamente—. Tendría que tener demasiada buena suerte como para encontrar la cuarta pintura de inmediato.
Ning no estaba demasiado sorprendido por el hecho de que esta pintura no era la cuarta pintura.
—Aún así, al menos esta vale unos cien o doscientos mil cubos de néctar de caos. De hecho, alguien que la necesite desesperadamente estaría dispuesto a pagar aún más.
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